19 de enero de 2025
Capilla Sixtina. El jefe de Estado del Vaticano recibió a diplomáticos acreditados y compartió su visión sobre temas internacionales.
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Una de las primeras apariciones públicas del papa Francisco en 2025 fue su encuentro con los embajadores de los 184 países acreditados ante la Santa Sede frente a quienes Bergoglio hizo un extenso y pormenorizado análisis de la coyuntura mundial en base a la información y los contactos que tiene con interlocutores de todo el mundo –de la Iglesia Católica y fuera de ella–, de los intercambios privilegiados –lo dijo expresamente– con 30 jefes de Estado y Gobierno que lo visitaron en el Vaticano durante el año anterior y de sus recientes viajes a Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental, Singapur, Bélgica y Luxemburgo.
El conflicto mundial es la principal preocupación del papa. Para Bergloglio «la guerra es siempre un fracaso» y el único camino de salida es la diplomacia aunque haya que dialogar con interlocutores «incómodos» o a los que no se considera «legítimos», porque, subrayó, «no podemos aceptar de ningún modo que se bombardeen poblaciones civiles o se ataquen infraestructuras vitales para la subsistencia». Pidió expresamente «que la comunidad se esfuerce para que los derechos inviolables del hombre no sean sacrificados ante las exigencias militares».
Tampoco esquivó hablar de los motivos de este flagelo y proponer iniciativas. «La guerra está alimentada por el continuo proliferar de armas cada vez más sofisticadas y destructivas», sostuvo, y reiteró su llamado para que «con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, construyamos un Fondo Mundial para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los más pobres, de tal modo que sus habitantes no acudan a soluciones violentas o engañosas ni necesiten abandonar sus países para buscar una vida más digna».
El factor multilateral
En este punto Francisco fue terminante respecto de la crisis de las instituciones multilaterales que «ya no parecen ser capaces de garantizar la paz y la estabilidad, la lucha contra el hambre y el desarrollo para los cuales habían sido creadas, ni responder de manera verdaderamente eficaz a los nuevos desafíos del siglo XXI, como las cuestiones ambientales, de salud pública, culturales y sociales, además de los retos impuestos por la inteligencia artificial». Por eso avanzó en la propuesta de reformas de los organismos con la condición de que cualquier reforma debe basarse en principios de subsidiariedad y solidaridad, y en el respeto de una soberanía paritaria de los estados». Advirtió, sin embargo, que «duele constatar que existe el riesgo de una “monadología” y de la fragmentación en like-minded clubs (n. de r.; clubes de ideas afines), que solo dejan entrar a quienes piensan del mismo modo».
Gaza. «No podemos aceptar de ningún modo que se bombardeen poblaciones civiles», expresó Francisco.
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En ese marco pidió poner fin a la guerra en Ucrania, el alto el fuego y la liberación de los rehenes israelíes en Gaza y que la población palestina reciba todas las ayudas necesarias.
Polarización global
Sin hacer ninguna mención expresa Francisco se refirió también a los enfrentamientos que se dan en el seno de las naciones. «Estamos frente a sociedades cada vez más polarizadas, en las que se alberga un sentimiento general del miedo y desconfianza hacia el prójimo y hacia el futuro». Desde una perspectiva histórico-política, pero también cultural, el papa sostiene que «los confines modernos pretenden ser líneas de demarcación de identidades, donde la diversidad es motivo de sospecha, desconfianza y miedo», mientras «se crean nuevas barreras para la autopreservación, de manera que deja de existir el mundo y únicamente existe “mi” mundo, hasta el punto que muchos dejan de ser considerados seres humanos con una dignidad inalienable y pasan a ser solo “ellos”».
Mientras se niegan «verdades evidentes», siguió diciendo Francisco, hay quienes «creen poseer de manera unívoca la verdad que se han construido a sí mismos, eximiéndolos así del debate y del diálogo con quienes piensan diferente. Unos y otros tienen la tendencia a crearse así su propia “verdad”, ignorando la objetividad de lo verdadero», agregó, sin dejar de apuntar que «estas tendencias pueden ser incrementadas por los modernos medios de comunicación y la inteligencia artificial, usados abusivamente como medios de manipulación del pensamiento crítico a los jóvenes».
California. Los incendios arrasan el estado norteamericano.
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Para el papa es «preocupante» el intento de «instrumentalizar» los documentos multilaterales –cambiando el significado de los términos o reinterpretando unilateralmente el contenido de los tratados sobre los derechos humanos– para llevar adelante ideologías que dividen, que pisotean los valores y la fe de los pueblos». Según Francisco esto es «colonización ideológica», que deja espacio a la «cultura de la cancelación, no tolera diferencias y se concentra en los derechos de los individuos, descuidando los deberes con respecto a los demás, en particular de los más débiles y frágiles».
En otro momento denunció «esclavitud laboral», pidió «condiciones dignas de trabajo» y que «existan efectivas posibilidades de trabajo, especialmente allí donde la grave situación del desempleo favorece el trabajo ilegal y consecuentemente la criminalidad». No quedaron fuera de la consideración problemas como las noticias falsas, la toxicomanía hoy asociadas a las drogas sintéticas, las migraciones forzadas, pero en particular la crisis del cambio climático, sobre la que también viene insistiendo la máxima autoridad del catolicismo.
«Cada uno de nosotros debe sentirse responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común», afirmó Bergoglio, pidió «mayores recursos financieros para la acción climática» y que los mismos se compartan con «los numerosos países vulnerables a la crisis climática y sobre los cuales pesa la carga de una deuda económica abrumadora».
En línea con lo anterior el papa exigió a «las naciones más ricas que condonen las deudas de los países que nunca podrán pagarles» porque «no se trata solo de un acto de solidaridad o magnanimidad, sino sobre todo de justicia, cargada también por una nueva forma de iniquidad de la que hoy somos cada vez más conscientes: la “deuda ecológica”, en particular entre el Norte y el Sur».