Opinión | A fondo

El reino del revés

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Medios. La pluralidad informativa se contrapone con la prédica neoliberal. (Kala Moreno Parra)

 

En tan solo siete meses desde que asumió el gobierno de Cambiemos, es notorio el retroceso experimentado en materia de democratización de la comunicación. El golpe contra los mecanismos antimonopólicos establecidos por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, desguazada por medio del decreto presidencial 267/15 en diciembre del año pasado, marcó el inicio de una nueva etapa para las organizaciones comprometidas con la pluralidad informativa.   En ese marco, se vienen sucediendo las acciones que la Coalición por una Comunicación Democrática despliega en pos de recuperar el terreno perdido. En Santa Rosa, La Pampa, se llevó a cabo el Primer Encuentro Federal por una Comunicación Democrática, con presencia de delgados de todo el país, representantes de organismos de derechos humanos, sindicatos, universidades, pueblos originarios, pymes, cooperativas, medios comunitarios, entre otros. Por supuesto, el acto tuvo el pleno apoyo de la Cooperativa Popular de  Electricidad de la capital pampeana. También aportó su respaldo técnico y político la Defensoría del Público. En cinco paneles de debate, una treintena de participantes, entre dirigentes y especialistas, defendieron en forma unánime el concepto de la comunicación como un derecho humano, en contraposición de aquellos que la piensan exclusivamente como un negocio. Al finalizar el encuentro se aprobó un documento  denominado Declaración de La Pampa en el que se ratifica la defensa de la pluralidad de voces y la libertad de expresión y se sostiene que «sin derecho a la comunicación no hay democracia plena».  
El documento lanzado en Santa Rosa incluye también un reconocimiento a nuestro movimiento cooperativo. «Destacamos el rol del cooperativismo como un actor con peso y con capacidades para crecer en la prestación de servicios de comunicación».
La lucha continúa, hay mucho por hacer ante el escenario adverso que plantea un gobierno comprometido con los intereses de la comunicación concentrada, que a su vez brinda una poderosa maquinaria mediática al actual oficialismo. En esa lucha, una de las guías que sostenemos y levantamos son los nuevos 21 Puntos por el Derecho a la Comunicación concebidos por la Coalición. Los mismos reafirman los principios de aquellos 21 puntos lanzados en 2004 al tiempo que amplían el horizonte reivindicativo a todos los medios, formatos y plataformas. En ese plano, sobresale el punto 6 –«Acceso universal y no discriminación»–, que establece que «es obligación del Estado asegurar que en el acceso a los servicios de comunicación audiovisual y de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) esté prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o de nacionalidad, edad, discapacidades, condición social o económica, salud, religión, sexualidades, identidad de género o cualquier otra que atente, anule o menoscabe la dignidad humana, los derechos y libertades de las personas». Este anhelo se contrapone con el impulso neoliberal que lleva adelante el macrismo en cada una de sus líneas de gobierno. El ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad, lo dijo sin ambages a dos días de asumir en el cargo: «Los medios van a competir libremente en el mercado». Puro mercado; de derechos, nada.
En Argentina –y en buena parte del planeta– predominan estas concepciones sostenidas por el poder económico transnacional, del cual los medios de comunicación concentrados forman parte. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, describe como nadie el esquema de la acción comunicacional de los dueños del mundo. En el libro Medios, poder y contrapoder, el reconocido periodista habla de un poder gemelo, «el poder económico-financiero y el poder mediático. Si no van juntos, no funcionan, porque no basta con vencer, hay que convencer. La victoria neoliberal no sería completa si el vencido no estuviese convencido, no estuviese feliz de haber sido vencido. De manera que ni siquiera debe darse cuenta de que ha sido vencido, debe pensar que en realidad está participando de la victoria de su adversario y que él no es una víctima».
El reino del revés, diría María Elena Walsh.

 

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