Opinión | A fondo

En el nombre de Sandra y Rubén

Tiempo de lectura: ...

Sin respuesta. Docentes manifiestan contra la devastación de la educación pública. (Jorge Aloy)

El estruendo de la mañana del 2 de agosto de 2018 en la Escuela Nº 49 de Moreno por el estallido de la instalación de gas terminó con las vidas de Sandra Calamano, vicedirectora de la institución educativa, y del auxiliar Rubén Rodríguez. El hecho ocurrió tras un año de sucesivos reclamos administrativos y constituye la evidencia más certera de que el neoliberalismo mata. Ese mismo día la movilización de las comunidades educativas de Moreno condensó la indignación y el hartazgo por un Estado ausente que no dio respuesta antes, durante ni después de aquel aciago acontecimiento.
Las sucesivas protestas tuvieron como consecuencia que las escuelas de Moreno cerraran sus puertas entre agosto y diciembre de 2018. La indignación se convirtió en pedagogía y las plazas y calles eran verdaderas escuelas en las que se creaba un nuevo modo de enseñar y de aprender. Era un homenaje vivo al legado de Sandra y Rubén pues, como bien se sintetiza, si luchar es educar, educar es luchar. Eso fue y sigue siendo Moreno.  
En ese devenir, quedaba de manifiesto el amplísimo abanico de problemas de infraestructura y se iniciaron por fin obras que debieron finalizar antes del 5 de marzo, pero ocurrió más tarde e incluso hoy existen escuelas que no funcionan adecuadamente.
Las muertes de Sandra y Rubén se han convertido en un símbolo en un doble sentido. Por un lado, se los ha destacado por su modo de construir la escuela pública, por su compromiso con los y las estudiantes concebidos como sujetos de derechos. Como personas a quienes amar y cuidar. Su práctica diaria fue una respuesta muy clara acerca del compromiso efectivo de las y los educadores en tierras arrasadas por las políticas neoliberales de Cambiemos.
El segundo símbolo de la muerte de Sandra y Rubén expresa la labor de devastación contra la educación pública perpetrada por la acción combinada de un Gobierno ausente acompañado por el conglomerado hegemónico de medios que presentan a la educación pública como un territorio de violencia o de conservadurismo pedagógico. La gobernadora María Eugenia Vidal aún debe una visita a los familiares de Sandra y Rubén.    
Un año más tarde del luctuoso hecho que terminó con la vida de Sandra y Rubén se estrenó el documental Escuela Bomba. Dolor y lucha en Moreno, realizado por el Departamento de Educación de la Universidad Nacional de Luján y dirigido por Juan Mascaró. Tras negociaciones en que el INCAA y el cine Gaumont habilitaron la sala para la proyección, hubo una inaceptable marcha atrás. Es claro que se trató de un acto liso y llano de censura en tiempos electorales.
Nuestro Centro Cultural de la Cooperación puso a disposición su sala para la proyección durante los lunes de agosto del conmovedor documental, que visibiliza con sensibilidad y rigor las razones de esas muertes.
Lo que resulta más impactante es que la prohibición en el Gaumont logró el efecto contrario al buscado, pues se multiplicaron por decenas los pedidos para proyectar el documental, que se difundirá en todo el país y, muy posiblemente, en otros países de la región. Se está evaluando, por su parte, elaborar una guía didáctica para trabajar Escuela Bomba. Dolor y lucha en Moreno en las instituciones escolares o en diversas organizaciones, comunidades y colectivos.
Así se enhebra una trama de recuperación de la memoria, haciendo del martirio de Sandra y Rubén un recuerdo que no conmemora solo para llorar, sino para luchar para que tal barbarie no se repita. La fértil interpelación de Eduardo Galeano, «Luchar y crear es una forma de decirle a los compañeros caídos: tú no moriste contigo», ha encontrado en la comunidad de Moreno una encarnación práctica y concreta. También infinidad de colectivos docentes y en particular CTERA y SUTEBA han asumido un papel protagónico en la denuncia y en la acción. Las memorias de Sandra y Rubén están custodiadas entre quienes no olvidan, y cuya lucha cimenta la posibilidad de una educación pública fundada en la dignidad y la justicia.

Estás leyendo:

Opinión A fondo

En el nombre de Sandra y Rubén