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Llegan las fiestas, las que sean, Navidad, Año Nuevo, Pascuas, el Día del Niño, el Día de la Madre, el Día del Padre, o terminó el verano, o terminó el invierno o se postergó la cosecha del tomate, o hay faltante de tampones, lo que sea, siempre hay una oportunidad, siempre hay una ocasión para que muchas grandes empresas e incluso no tan grandes comerciantes terminen aprovechándose de las necesidades de la gente y cobrando precios exorbitantes por determinados productos o servicios relacionados con esos eventos.
El precio al que subió el pescado (en todas sus variantes) en Pascua es realmente indignante. Lo mismo ocurrió con los huevos de chocolate. Por un huevito de menos de 50 gramos estaban pidiendo casi 50 pesos. Ni hablar de uno un poco más grande y con una sorpresa adentro. De acuerdo, esos días (si no se es muy religioso) se puede comer carne o verdura e ignorar el pescado; también uno puede no comer huevos de chocolate (¿cómo explicárselo a un niño?), pero esa no es la cuestión.
Algo parecido ocurrió cuando se anunció el plan para comprar un 0km con créditos del Gobierno. De pronto las automotrices no producían los autos o las concesionarias los escamoteaban. ¿Por qué? Porque tenían un valor preferencial. Imagino que otro tanto ocurrirá ahora con el plan que anunció la Presidenta hace poco: los precios de lavarropas y heladeras se irán por las nubes.
No sé si esto corresponde a la Secretaría de Comercio o a qué otro organismo gubernamental, nacional o provincial, pero alguien debería tomar medidas respecto de estos abusos.
Es muy injusto que cuando gracias a las paritarias o a políticas sociales se abre una ventana para que la gente pueda mejorar un poco su calidad de vida haya quienes se empeñen en cerrarla para que todo siga igual y solo disfruten unos pocos.

 

Eduardo Terriles
Rosario, Santa Fe

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