30 de septiembre de 2025

Peso pesado. Festejo del Chelsea al coronarse campeón del primer mundial de Clubes, en Estados Unidos.
Foto: Getty Images
Rara avis, casi único deporte en el que el azar todavía define partidos, el fútbol camina, sin embargo, a consolidar el modelo global de la ley (y el dinero) del más fuerte. Es cierto, Platense se coronó campeón humilde hace solo cuatro meses en nuestro fútbol. Primer título en 125 años de existencia y de sobrevivencia en Primera (descensos incluídos). Pero es una excepción. Rareza criolla en nuestra liga de treinta equipos. La hazaña, en cambio, es hoy imposible en ligas del primer mundo. Allí repiten Bayern Munich, PSG, Real Madrid o Barcelona. Inter, Juventus o Milan (y Napoli recuperado). La Premier League, tras la hegemonía de Manchester City (nuevo rico con dinero de Abu Dabi), también tiene su lista de candidatos eternos, pero más equilibrada: Liverpool, Arsenal y Chelsea (a la espera de que Manchester United salga de su crisis).
Beneficiados históricamente por su condición de grandes (más dinero, mejores contratos, visibilidad, cracks, títulos, etcétera), los clubes más poderosos reciben también ahora un premio mucho mayor. Así sucede desde la temporada pasada en el principal torneo de clubes del mundo, la Champions League, cuya edición 2025/26 acaba de iniciar. Lo hizo con el nuevo formato de la UEFA, creado tras la rebelión de los clubes más poderosos, que se cansaron de tanta democracia y amagaron jugar una Champions paralela solo entre ellos, una Superliga europea de la cual tuvieron que bajarse tras la presión de sus propios aficionados, hartos ellos mismos de tanto elitismo. El nuevo formato tuvo discurso inclusivo (más equipos, más chances para todos), pero formalizó una distribución del dinero que solo agranda la brecha. Por ejemplo: el premio de campeón no será igual para el Kairat FC de Kazajistán o el Pafos de Grecia (ganadores imposibles) que para Real Madrid o Liverpool, por citar a cualquiera de los grandes. Cierta lógica podría indicar que Kairat o Pafos deberían recibir un premio doble como reconocimiento a su hazaña. Pues no: el premio doble será para el grande.
Cada club clasificado a fase de grupos de la Champions recibe de entrada 18,62 millones de euros. Cada victoria en esa fase suma 2,1 millones más. El pase a octavos 11 millones, a cuartos 12,5 millones, a semifinales 15 millones y al campeón 25 millones más. Pero la UEFA tiene un fondo extra de 853 millones para distribuir en el sistema «value pillar». Sirve para premiar con más dinero al equipo que aporta más rating de TV, más taquilla, más tradición y que, además, tiene mejor rendimiento promedio en los últimos años. Vamos a los números: si Kaitar o Pafos salen campeones su premio será de unos 90 millones de euros. Pero si el título va para Real Madrid o sus amigos poderosos, el premio será de unos 200 millones. Más del doble de diferencia. Los defensores justifican la discriminación (sin ese incentivo los grandes se irían a su propia superliga). Para los críticos, el «value pillar» agrandará y perpetuará la desigualdad.
Avances y resistencias
Inglaterra es la meca que sucedió al calcio (el Dorado de los años 80, hasta que los escándalos de corrupción de los magnates italianos impusieron límites presupuestarios en la Serie A). También la Premier League tiene normas de fair play financiero. Sigue pendiente, por ejemplo, un dictamen que acusa nada menos que a Manchester City de haber violado esas normas. Si lo encuentran culpable hasta podrían quitarle títulos y relegarlo a Segunda (escenario improbable). Pero la Premier fue siempre mucho más flexible. No preguntó el origen del dinero, sino la cantidad. Solo se puso más firme tras la invasión de Rusia a Ucrania (expulsó a Roman Abramovich como patrón de Chelsea) y maquilló el reglamento con más controles (especialmente si los dineros vienen del Golfo Arábigo). En rigor, más de la mitad de sus clubes tienen hoy patrones de Estados Unidos que ambicionan un deporte Made in USA, aunque a medias: competencias sin descensos (para asegurar la inversión), pero sin la repartición más igualitaria (casi «socialista») que tienen las ligas yanquis.

Lisboa. Jugadores del FC Kairat Almaty, uno de los equipos más modestos de la Champions, celebran la única conquista en la derrota 4 a 1 ante el Sporting Clube de Portugal.
Foto: Getty Images
Justamente este sábado 4 jugarán por la Premier dos de esos clubes poderosos con dueño yanqui. Chelsea-Liverpool. El primero campeón del flamante Mundial de Clubes de la FIFA. El segundo campeón de la Premier League. Paradójicamente, son los dos clubes que más dinero gastaron en el último mercado de pases. Ganaron, pero quieren más. Chelsea tiene hoy, según estudios recientes, el plantel más caro del mundo, cotizado en 1.314 millones de euros. Siete clubes ingleses ocupan el top ten de esa lista. Apenas séptimo asoma el PSG de Francia (de Qatar, en realidad) y octavo el Real Madrid de Florentino Pérez (presidente eterno). Todos poderosos. Todos beneficiarios del nuevo modelo de reparto del dinero.
Es un primer mundo que también tiene sus matices. Veinte días atrás, por la segunda ronda de clasificación a la FA Cup (la Copa de Inglaterra), se enfrentaron Enfield FC (de la octava división) vs Enfield Town (sexta). El Enfield FC era buen animador en las categorías bajas en los 80, pero cambió de dueño en 1999, vendió su estadio de Enfield (a unos cuarenta kilómetros de Londres), sufrió mudanzas y el suicidio de un gerente endeudado y sobrevive hoy con dineros de benefactores. Traicionados, los hinchas locales crearon en 2001 el Enfield Town. Cada miembro tiene un voto. Reciben más de ochocientos hinchas por partido (contra doscientos del FC) y están cerca de subir a quinta división. El Town del pueblo goleó 3-0 al FC. Pero lo mejor del partido fueron los cantos de los hinchas del Town a los del FC: «Solo sos una parada de autobús en Hertford», «Tenés más banderas que hinchas» y «Somos Enfield Town, nos fuimos porque sos una mierda». Algo parecido cantaron hace dos semanas, en su derrota contra Liverpool, los hinchas de Burnley. Es un coro que cantan también hinchas de Everton, Newcastle, Nottingham Forest, Wolverhampton y Aston Villa, entre otros. «Premier League –cantan esas hinchadas– corrupt as fuck». Dicen que «la Premier League es corrupta como la mierda». Es una lucha de clases en la pelota del primer mundo.