Opinión

Ezequiel Fernández Moores

Periodista

Fútbol y las SS, nada es imposible

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Número polémico. Dorsal de la divisa germana fabricada por Adidas, rumbo a la Eurocopa de este año.

El problema no fue el número (44), sino su diseño. El 44 estaba dibujado de tal modo en la nueva camiseta de la selección alemana que hacía recordar al símbolo de las SS, la policía nazi de Adolf Hitler. Y el otro problema fue que esa nueva camiseta alemana es fabricada por Adidas, símbolo poderoso de la industria alemana, pero con pasado nazi (igual que muchas otras grandes marcas germanas). Consecuencia: Adidas retiró el número 44 de la camiseta que lucirá la selección alemana en la Eurocopa que comenzará el 14 de junio justamente en ese país. 
El año pasado fue Italia la que decidió eliminar el número 88 de las camisetas de cualquier equipo. Es el número favorito de grupos neonazis, porque la letra H es la octava en el alfabeto latino. Y 88 (HH) equivaldría entonces al saludo nazi (Heil Hitler). Lo usó alguna vez un gran exarquero de la selección italiana, Gianluifi Buffon. Argumentó que fue un error, pero algunos recordaron que Buffon ya había exhibido alguna vez en otra camiseta una leyenda fascista, «Boia chi molla» (A la guillotina el que se rinda o muerte a los cobardes), slogan de los simpatizantes de Benito Mussolini. 
La popularidad y la pasión del fútbol suele ser manipulada por los militantes del odio, pero usada también como herramienta educativa por la democracia. Así, el nazismo y el fascismo pueden parecer horrores lejanos. Pero no tanto. Cerca de un veinte por ciento de la población alemana elige hoy a un partido neonazi. Y candidatos fascistas cosechan triunfos electorales desde hace tiempo en Italia. Son los que hoy se indignan porque se retiran números 44 u 88. Dicen que así «se politiza» todo (como si todo no fuera político).
En Alemania, la polémica reciente por el número 44 obligó a recordar la historia de Adidas y de los hermanos creadores Adolf y Rudolf Dassler, ambos afiliados al nazismo y con su fábrica de Herzogenaurach obligada por Hitler en plena Segunda Guerra Mundial a dejar de confeccionar zapatillas para hacer armamento, especialmente el Panzerschreck, una bazuca alemana, tubo de acero de 9 kilos que disparaba cohetes y destrozaba tanques de los Aliados. Hay series y libros que cuentan la historia de traiciones y delaciones de los hermanos Dassler que llevaron a que uno (Adolf) se quedara con Adidas y el otro (Rudolf) fundara Puma.
En rigor, la complicidad de las grandes marcas alemanas con Hitler comenzó a verse muchos años después, cuando el país osó hablar más abiertamente del pasado. Días atrás, Adidas fue noticia porque la Federación Alemana de Fútbol (DFB) romperá en 2027 casi ochenta años de vínculo con la marca y usará la estadounidense Nike (que le paga el doble de dinero). «Traición», dijeron unos. Otros se abrazaron a la nostalgia para solidarizarse con Adidas. Casi ninguno recordaba el pasado nazi. Y, mucho menos, decían que Adidas se convirtió a partir de los años 70 en una fábrica de sobornos a dirigentes y Federaciones del deporte (la FIFA ante todo) para que todos vistieran las tres tiras. Y hacer honor a otro slogan, propio en este caso: «Impossible is nothing».

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