Opinión

Martín Becerra

Doctor en Ciencias de la información

Guerra informativa por otros medios

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Washington. Sede de VOA. Su director, Michael Abramowitz sostuvo que su función era la de «promover un mundo seguro y libre», según la concepción estadounidense de tales conceptos.

Foto: Getty Images

El desmantelamiento de Voice of America (VOA), Radio Martí, Radio Liberty y otras dos cadenas nucleadas en la Agencia de los Estados Unidos para los Medios Globales (Usagm, por sus siglas en inglés), dispuesto por decreto del presidente Donald Trump el viernes 14 de marzo, marca el fin de una era que irradiaba la propaganda a través de los medios de comunicación masiva.

Expresión del poder blando o «soft power» que definió Joseph Nye como la habilidad de los Estados para influir en las acciones e intereses de otros países y actores, la Usagm fue uno de los brazos de la hegemonía estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial.

Pero Trump desecha el poder blando. Su proyecto es conquistar la atención del mundo hacia el espectáculo de una nueva musculatura de la grandeza americana que sería encarnada por él. Frente al empleo de tácticas más severas en el plano económico y en las crisis humanitarias, los servicios de VOA parecen débiles y pusilánimes.

La Agencia para los Medios Globales de EE.UU. fue la nave nodriza de varias emisoras concebidas en la Guerra Fría como parte de la propagación de valores norteamericanos en el mundo. Además de Voice of America, Radio Free Europe/Radio Liberty, Office of Cuba Broadcasting (Radio Martí y Martí Noticias, impulsoras fallidas del derrocamiento del Gobierno revolucionario), Radio Free Asia y Middle East Broadcasting Networks componían la Usagm. Desafiando la orden de Trump, algunas de estas emisoras continuaron emitiendo mientras los funcionarios a cargo presentaron una demanda judicial contra el cierre el pasado martes 18.

La transformación radical que lidera Donald Trump en la mayor potencia occidental prescinde de este esquema de medios estatal-gubernamental creado en 1942 como parte de la guerra contra el régimen nazi y el Imperio del Japón y que, en las décadas siguientes, fue parte de la artillería ideológica de la Guerra Fría contra la Unión Soviética, pero también sirvió para disputar los encuadres informativos de Gobiernos considerados hostiles por el Departamento de Estado después del colapso de la exURSS.


Plataformas digitales
Para influir en la opinión pública extranjera, Trump descarta la necesidad de ese pool de medios oficiales de 83 años cuyos servicios eran traducidos a 47 idiomas. El manifiesto que guía el segundo mandato de Trump y que confirma al demoler la Agencia, es que la eficacia de las campañas de información y propaganda en el mundo contemporáneo dependen más de la vigilancia digital. La personalización y el tratamiento de datos personales extraídos por las plataformas digitales serían los sustitutos de las oxidadas y pesadas maquinarias del broadcasting mediático, cuyo desempeño es impugnado por figuras como Elon Musk, el megamillonario funcionario de Trump en el Departamento de Eficiencia Gubernamental.

Aliados. Trump con Musk: para el dueño de X los medios audiovisuales «son una reliquia del pasado».

Foto: Getty Images

De hecho, ya en 1991 el entonces presidente George Bush entendía que la implosión de la URSS y la Guerra del Golfo obligaban a reorganizar las radios y televisoras de gobierno, como recordó el investigador Armand Mattelart en su libro Geopolítica de la cultura.

La Usagm tuvo cambios de organigrama y orientación desde entonces. En su primer mandato (2017-2021), Trump cuestionó su utilidad. Hoy, con mayoría en el Congreso y una Corte Suprema conservadora, Trump vuelve a la carga.

VOA transmitía por radio de onda corta, radio y TV vía satélite, poseía el sitio www.voanews.com, contaba con estaciones de radio y TV afiliadas en varios países y ofrecía podcasts y videos en YouTube. Los servicios de VOA exploraban la difusión a través de plataformas de mensajería como WhatsApp, pero su lógica de funcionamiento, con ediciones centralizadas y un mandato de representación informativa y propagandística de los EE.UU., era la de los medios tradicionales.

«Estos medios son una reliquia del pasado», tuiteó Musk, quien alterna su rol como alto funcionario con el de dueño de empresas de tecnologías (Starlink, SpaceX, X, Tesla). Como argumentos que motivan su cierre, según Musk, los medios de la Agencia fueron «íconos de la izquierda radical que hablan solos mientras queman 1.000 millones de dólares al año del dinero de los contribuyentes estadounidenses». Al aseverar que «hablan solos», Musk puso en duda el cálculo de una audiencia de 350 millones de personas en todo el planeta que difundió el suspendido director de VOA, Michael Abramowitz.

La Federación Internacional de Periodistas (FIP) lamentó la pérdida de 1.300 puestos de trabajo, por su «impacto directo en los derechos a la información y a la libre expresión, más aún si esta situación es alentada por uno de los Gobiernos más poderosos del planeta», después de que la Casa Blanca calificara a VOA como un «anzuelo de propaganda radical» y la acusara de «partidista», «deshonesta», «arrogante», con «sesgos izquierdistas» (sic) y de emitir un informe sobre inmigrantes transgénero que buscaban asilo en EE.UU.

Lo de izquierdista suena extraño fuera de la perspectiva del elenco que rodea a Trump. En un editorial del lunes 17, el Global Times, periódico controlado por el Gobierno chino, calificó a VOA como una «fábrica de mentiras», herramienta de la «guerra cognitiva», que acredita un «historial atroz» en sus informes sobre China y por eso «VOA nunca ha sido un medio de comunicación justo e imparcial, sino más bien un veneno propagandístico completamente sesgado». En general, Gobiernos y fuerzas políticas considerados de izquierda criticaron históricamente el desempeño de la Usagm.

1942. Primera transmisión del medio cerrado el 14 de marzo por el líder republicano.

En defensa de la Agencia, Abramowitz sostuvo que su función de «promover un mundo seguro y libre» quedaría trunca y, con ello, «la protección de los intereses estadounidenses». «VOA promueve la libertad y la democracia en todo el mundo al contar la historia de Estados Unidos y proporcionar noticias e información objetivas y equilibradas, especialmente para quienes viven bajo la tiranía», enfatizó.

Trump avanza sobre VOA porque su plantilla de empleados depende directamente del Gobierno federal; su dependencia es económica, institucional e ideológica. Esa sujeción habilita a un presidente con mayoría parlamentaria a demoler instituciones que marcaron décadas de presencia estadounidense en el mapa de información y propaganda mundial. Otras redes de la Agencia están definidas formalmente como organizaciones sin fines de lucro, pero como se financian con fondos del propio Gobierno, es improbable que puedan resistir mucho tiempo más sin su tutela económica e incumpliendo sus directivas políticas.

En el nuevo dominio geopolítico que ensaya Trump, el «soft power» mediático queda relegado y la incidencia en organizaciones civiles de todo el mundo pasa a un segundo plano, como lo demuestra el intento de clausura de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Usaid, hoy frenado en sede judicial. El poder blando es reemplazado por el uso de sanciones arancelarias y por las más coercitivas amenazas militares. Se trata de un giro sustantivo en la política internacional que es complementado tácticamente con la vigilancia digital que el Gobierno estadounidense terceriza en las big tech, hoy alineadas con Trump.

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