16 de julio de 2025

Buenos Aires. En la reciente cumbre del espacio, Milei traspasó la presidencia pro tempore a Lula da Silva.
Foto: Ricardo Stuckert / PR
El «arreglo» Mercosur−Unión Europea (UE), que hizo llorar de emoción a Jorge Faurie, ministro de Relaciones Exteriores de Mauricio Macri, allá por 2019, en una actuación «emotiva» que ofreció a su presidente, vuelve a instalarse con un convenio parcial con un pequeño bloque de cuatro países no centrales adheridos a la Asociación Europea de Libre Comercio. Fue el único «logro» de la presidencia pro tempore –recientemente finalizada– de Javier Milei en el bloque.
Desde las organizaciones empresarias, entre ellas la Asamblea de Pequeñas y Medianas Empresas (APYME), e inclusive a través de distintos pronunciamientos de federaciones industriales, se emitieron manifestaciones al respecto. Si el Mercosur avanzara en este tipo de acuerdos de libre comercio solo se conseguiría que Argentina se parezca a la del siglo XIX, aquella de cueros a cambio de chucherías importadas, o lana a cambio de ponchos Made in England. El viejo y reinstalado sueño oligárquico liberal, pero en un país muchísimo más poblado e industrializado que el de mediados del siglo XIX.
Este tipo de acuerdo de asociación estratégica que se pretende implantar colocaría a la región en presencia de un claro avance del hegemonismo que propone para todo nuestro subcontinente el proyecto de integración subordinada, en clara contraposición a lo construido en los últimos 25 años en un proceso que, a través del Mercosur, busca la integración de economías complementarias.
Como decíamos en este medio en 2019, cuando los entonces presidentes Jair Bolsonaro y Macri apostaron fuerte a firmar un acuerdo bilateral entre el Mercosur y la UE, haciendo realidad su pretensión neoliberal para la región, si el acuerdo «fuera ratificado en los Parlamentos europeos y en los Congresos nacionales de los países de nuestro bloque, este tratado sería equivalente a la sentencia de muerte del Mercosur, ya muy debilitado desde la irrupción del modelo neoliberal en el cono sur, y traerá compromisos graves de diversos impactos para las economías de los países del bloque».
Una decisión de este tipo limitará todas las perspectivas de desarrollo económico autónomo y soberano y eliminará las políticas tecnológicas e industriales de cada país de este importante bloque regional. Como síntesis, podríamos asegurar que, como consecuencia de la aplicación de un tratado de este tipo, además de provocar un mayor desempleo industrial en escala subcontinental, se producirá una desindustrialización acentuada y la condena definitiva de los países del Mercosur a la reprimarización productiva.
Retroceso soberano
El Tratado Mercosur−UE permitirá, además, que cualquier otra potencia económica mundial –Estados Unidos, China, Japón, por caso− pueda invocar la Cláusula de Nación más favorecida de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para recibir el mismo trato obtenido por las empresas europeas, representando un proceso de colonización económica, comercial, tecnológica y cultural aún mayor.
Los efectos para el Mercosur podrían significar incidencias equivalentes al proyecto original del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), aquella ambiciosa estrategia de anexión política, cultural y económica del continente americano que Estados Unidos intentó imponer a comienzos de este siglo y que fue sepultada en Mar del Plata por la resistencia inteligente de los pueblos latinoamericanos y sus principales líderes en 2005. Debe recordarse que, como en aquella otra imposición imperial, el tratado representa la posibilidad de, entre otras cosas, abrir las licitaciones de compras públicas a la participación de empresas de la UE, hasta extender plazos de protección del derecho de patentes (particularmente en agroquímicos y medicamentos) a corporaciones de ese mismo origen.
Si recurrimos a nuestra trágica historia, en buena medida estaríamos volviendo a las condiciones de los pactos del primer presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Bernardino Rivadavia, con el imperio inglés en 1825, en el cual le abríamos las vías navegables a la gran flota imperial y a cambio las colonias sudamericanas podríamos surcar el Támesis. Eso sí, ¡sin flota mercante propia por supuesto, evidencia de lo leonino e inequitativo del tratado!
Como consecuencia del avance de la acumulación global y las cadenas regionales de valor resulta imprescindible que nuestra región se encamine definitivamente a la integración subcontinental y así promover su propio espacio de sostenibilidad productiva.
El desembarco del neoliberalismo en la región, ahora potenciado con el Gobierno de Milei, solo puede implicar un retroceso sustancial en materia de soberanía y de la capacidad de disputar como bloque en el espacio económico internacional. Existe una necesidad imperiosa de cambiar el rumbo.
La asunción de Luiz Inacio Lula da Silva como presidente pro tempore del Mercosur, con su reconocida vocación integracionista como líder regional, le dará una nueva dinámica al bloque, en paralelo con la conformación cada vez más amplia de los BRICS en el creciente mundo multipolar. Este contexto nos convoca a todos de forma directa a instalar un profundo debate con miras a las próximas elecciones legislativas. Una excelente oportunidad para alcanzar una mayor representación de todos los sectores afectados por las políticas neoconservadoras en nuestro país, orientados a no abandonar nuestras históricas banderas soberanistas, de integración regional y de no sumisión a los intereses de los bloques hegemónicos.