Opinión

Ulises Gorini

Director de Acción.

La salud política

Tiempo de lectura: ...

Gestos. El presidente Javier Milei en la presentación de su libro El camino del libertario, en Madrid, en mayo de este año.

Foto: NA

Es frecuente hacer comparaciones o utilizar metáforas vinculadas a la medicina o la salud mental para hablar de política. Todos recordaremos algunas. Quizá una de las más siniestras fue el apelativo «locas» utilizado por la última dictadura para referirse a las Madres de Plaza de Mayo; el recurso de descalificarlas para impugnar la verdad que denunciaban y de la que ellas mismas eran la prueba.

Fuera de nuestro país y con un signo político muy distinto, desde hace varias décadas en Europa se comenzó a utilizar la expresión «barrera sanitaria» para hacer referencia a la necesidad de excluir a grupos de ideología nazi o fascista, como si en vez de un fenómeno político fueran la encarnación de una enfermedad. El término, o si se quiere la metáfora, tiene cierta eficacia discursiva, pero desvía la mirada del lugar donde se origina el problema: la política.

En la historiografía tradicional, el papel del individuo en el curso de los acontecimientos fue central y casi excluyente de cualquier otra consideración. En esa dirección, se indagaba sobre rasgos de personalidad que habrían sido determinantes del curso de la humanidad. El sobredimensionamiento de ciertos personajes, tales como Napoleón o Hitler, desplazaba el análisis de las relaciones sociales y económicas y el rol de las clases en el proceso histórico. El genio militar de Napoleón o la locura de Hitler lo explicaban todo. El dramaturgo alemán Bertolt Brecht ironizaba al respecto preguntando si las pirámides de Egipto habían sido construidas por los faraones o los miles de obreros y esclavos bajo su dominio.

Sin retroceder demasiado en el tiempo, durante las últimas elecciones nacionales en Francia, el propio presidente Emmanuel Macron, un hombre de derecha, o de centroderecha si se prefiere, empleó la expresión «barrera sanitaria» y convocó a votar masivamente contra la ultraderecha de Marine Le Pen, que llevaba como principal candidato a su delfín, Jordán Bardella. La convocatoria tuvo su efecto, evitando que ese grupo llegara a imponer un primer ministro de esa extracción. Por el contrario, en las últimas elecciones nacionales, como es sabido, la derecha local no tuvo ningún reparo sanitario ni de ningún otro tipo y llamó a votar al ultraderechista Milei, allanándole el camino al poder.

La naranja mecánica. Alex DeLarge, personaje principal del clásico de Stanley Kubrick, interpretado por Malcolm McDowell.

Un periodista y médico argentino muy conocido solía referirse a Cristina Fernández de Kirchner como un caso psiquiátrico. Aventuraba incluso un diagnóstico de «síndrome de hubris» sin que la expresidenta hubiera pasado por su consultorio. Así explicaba el periodista médico muchas de las conductas y decisiones de la por entonces mandataria. Hasta el momento, ese mismo comunicador no se ha pronunciado por la salud mental de Milei, pese a que se había instalado un debate público que asomó cuando a Sergio Massa, en alusión a los exabruptos de su rival electoral, se le ocurrió que debía someterse a un examen psiquiátrico a todo candidato a presidente. Al respecto, Mauricio Macri no piensa en términos de anomalías psiquiátricas sino de originalidad de la personalidad del mandatario, que ni por asomo debieran ser examinadas en el consultorio. Es más, las considera un mérito que fue tenido en cuenta por los electores, empezando por él mismo.

Recientemente, el periodista estadounidense Jon Lee Anderson entrevistó a Milei en la Casa Rosada para un perfil del presidente que publicó en la afamada revista The New Yorker. Al término del encuentro, Milei le ofreció hacerse una selfie e insinuó la pose que lo caracteriza con los dedos pulgares hacia arriba y una sonrisa entre payasesca y siniestra (aunque pueden admitirse otras interpretaciones). En ese momento, el periodista recordó la cantidad enorme de selfies del presidente en las redes sociales, ya sea con simpatizantes, líderes políticos regionales y hasta el propio Elon Musk que reproducen hasta el infinito aquel gesto. Y de golpe tuvo una especie de iluminación: asoció la imagen con el personaje principal de la película La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, que Anderson definió en la nota como un personaje psicótico. «¿Cómo el de La naranja mecánica?», se animó a preguntarle a Milei. El presidente asintió.

Sin embargo, tanto hincapié en el personaje puede ocultar la existencia de un bloque social, político y económico que excede largamente la figura en cuestión. Los rasgos de personalidad, locura o crueldad, por caso, podrían explicar algo, pero más allá de aquellas circunstancias, hay que analizar el bloque de poder local que, en Argentina, como ocurre en otras partes del planeta, impulsa un nuevo curso para el capitalismo. Lo que aparece como crueldad o locura en el plano individual es sobre todo un proyecto político que excede a Milei.

La salud, por lo demás, no es de derecha ni de izquierda. La política, sí.

Estás leyendo:

Opinión | Ulises Gorini

La salud política

Dejar un comentario

Tenés que estar identificado para dejar un comentario.