3 de octubre de 2024
Peso pesado. Conferencia de prensa de Fassi en la institución en la que asumió hace una década.
Foto: Daniel Cáceres
¿Cuál de todos los Andrés Fassi será el que confronta contra la AFA de Chiqui Tapia como no lo hace ningún otro dirigente del fútbol argentino? ¿Será el presidente que reimpulsó a Talleres de Córdoba? ¿O será el empresario recibido por el presidente Javier Milei en medio de la batalla que busca imponer por decreto los clubes SAD?
Preparador físico y DT, Andrés Miguel Fassi Jurgens, cordobés de 62 años, cuatro hijos, llegó a México en los 90 de la mano del entrenador Roberto Saporiti. El gran salto fue su incorporación como dirigente y accionista del Grupo Pachuca, presidido por Jesús Martínez Patiño y nacido en 1993, tras acuerdos polémicos con gobiernos del PRI, en el estado céntrico de Hidalgo, que vive bajo fuerte presión del poder narco, como sucede en buena parte del territorio mexicano.
La fuerza de Fassi, y la billetera de Martínez Patiño, permitieron al Grupo Pachuca adueñarse con poco dinero del equipo homónimo (apodado Los Tuzos). El proyecto se fortaleció tras un acuerdo con el Grupo Carso del magnate Carlos Slim. Llegaron doce títulos entre 1999 y 2017 (seis Ligas mexicanas, cinco Ligas de Campeones de la Concacaf y una Copa Sudamerica). Los favores políticos ayudaron también a los negocios inmobiliarios: hotel, escuelas, clínicas, centros médicos y Universidad del fútbol.
Fassi se fue en 2023 del Grupo Pachuca (dueño también de León en México, y del Everton en Chile y del Oviedo en España). El cordobés volvió dos años después a México, pero ahora como asesor del Grupo Juárez, propiedad de Alejandra de la Vega y su esposo, el petrolero texano Paul Foster, millonario de Forbes, y una de cuyas empresas (Western Refining) sufrió en 2011 una demanda de la estatal mexicana Pemex, que la acusó de comprarle gas robado a grupos del crimen organizado. El gran objetivo del Grupo Juárez (dueño de los Bravos de Ciudad Juárez, Chihuahuas de El Paso, un equipo de la segunda división de Estados Unidos y otro de béisbol) era el Espanyol, de Barcelona, pero el club puso fin a la negociación una vez que volvió a Primera división.
Polémica. Talleres y Boca por la Copa Argentina, el partido finalizó con escándalo por el cruce entre Fassi y el árbitro Merlos.
Foto: AFA
Por cuenta propia, sin socios mexicanos, Fassi fracasó en su aventura con el club uruguayo Atenas de San Carlos. El contrato de 25 años terminó en dos, tras cuatro técnicos, decenas de jugadores, resultados pobrísimos y, me dicen algunas fuentes, una pérdida estimada de 3,5 millones de dólares. Un golpe duro para un dirigente acostumbrado a negociar de modo agresivo con sus pares.
En Talleres, su equipo del corazón, Fassi se acercó primero en 2009 como eventual inversor (el club estaba en proceso de quiebra). No hubo acuerdo y Fassi terminó asumiendo como presidente en 2014, elegido por más del 78% de los votos de los socios. Sacó a Talleres del descenso profundo (Federal A) y lo llevó a pelear campeonatos, como le reconocen hasta sus más duros críticos. Absolutamente saneado, el club es una Asociación Civil y sus balances, me dicen oficialistas y opositores, jamás registraron ingresos del Grupo Pachuca. Los estatutos autorizan a Fassi controlar otros clubes, pero extranjeros, no argentinos.
Reelegido sin oposición en 2018, y ya sin derecho a un tercer mandato para las elecciones de 2025, Fassi, me dicen en Talleres, no descarta un planteo de reforma estatutaria. Serviría para alargar su gestión, pero también, si el Gobierno de Milei avanza en su proyecto, para habilitar la posibilidad de un Talleres SAD. El grupo opositor «Talleres es de su gente» todavía espera respuesta de una carta que envió a Fassi. Que la democracia que exige a la AFA sea practicada también dentro de Talleres. Fuentes oficiales me aseguran que Fassi no dejaría el tema en manos de su Asamblea reducida y adicta, como teme la oposición. El debate («que todavía no está en agenda») sería abierto a todos los sesenta mil socios del club, afirma la fuente.
Fassi volvió a ser noticia esta semana. Talleres pidió a la Inspección General de Justicia (IGJ) que frene la posible reelección de Tapia prevista por la AFA para el próximo 17 de octubre. Las fuentes oficiales me negaron que Fassi haya tratado ese tema con Milei, que días antes lo había invitado a la Casa Rosada. Las fuentes sí aceptan que Fassi le presentó a Milei su proyecto de «modernización» del fútbol argentino, «el mismo que también había elevado en 2020» al entonces presidente Alberto Fernández. Hay un punto irrebatible: Talleres, hoy uno de los clubes más poderosos del fútbol argentino, ingresa apenas 1,5 millones de dólares anuales de la TV. Es la tercera parte de lo que cobra un club chileno de segundo orden.
Su temperamento fuerte, que ya le valió suspensiones en México y en Argentina, podría provocarle a Fassi una sanción ahora más severa por parte del Tribunal de Etica de la AFA, tras su duro altercado con Andrés Merlos, de arbitraje polémico en la caída ante Boca, que eliminó a Talleres de la Copa Argentina. El incidente se produjo justo cuando, por primera vez en muchos años, comenzaban a escucharse enojos contra Fassi, porque los últimos meses vendió jugadores de peso (y en cifras poco difundidas) y fichó, a cambio, de modo austero. La renovada pelea contra la AFA logró que todo Talleres volviera a encolumnarse con él. Se viene el domingo el clásico contra Belgrano y Fassi denunció persecución y posibles represalias de la AFA. Sin embargo, en medio de todos los rumores, hay otro hecho irrebatible: Talleres viene de ganarle a Racing y a River (que se quejó de un penal no cobrado) y está segundo en el campeonato. Un lema del Grupo Pachuca dice «fútbol y negocios». A veces, no está claro qué va primero.