Opinión

Ricardo Gil

Dirigente cooperativista

Neoliberalismo, un vehículo reciclado

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Milei-Macri. Líderes de los dos últimos capítulos neoliberales en Argentina.

Foto: Getty Images -NA

La historia argentina muestra oscilaciones y ciclos con mejores performances para el pueblo y la patria, así como períodos de franco retroceso. Entre estos últimos sobresalen distintas etapas de neoliberalismo, que se encuentra nuevamente entre nosotros.

En cada retorno, si bien la esencia es la misma y las consecuencias son igualmente duras para la mayoría de la sociedad, los poderes reales que sostienen estas políticas se presentan detrás de proyectos aparentemente distintos a los de sus antecesores. Cambian la imagen o la «marca», pero el neoliberalismo está allí. No inventan nada nuevo, solo evolucionan en el engaño y la manera de concentrar el ingreso y la riqueza. Se fortalecen y se asocian según conveniencia, transmiten adaptación y crecimiento, hacen sus negocios y difunden nuevos cambios (engañosos) para suplir insatisfacciones comunes que han sabido generar previamente.

El dirigente cooperativista y diputado nacional, Carlos Heller, sostiene que estamos ante el modelo de las cuatro M. Vale la pena repasar cada una de las versiones de la M.

El primero, José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de la sangrienta dictadura videlista, pretendió imponer un plan para varias décadas. Su apellido vinculado con la oligarquía local desde la colonia fue su marca. Un genocidio, una guerra y una deuda que no sabían administrar, debilitó el proyecto pergeñado por Martínez de Hoz y dejaron como herencia, además del dolor y la destrucción causados, un país con símbolos y cicatrices imborrables y una economía maltrecha.

Lamentablemente, el intento posterior –desde un Gobierno legítimo y democrático– de diseñar un nuevo modelo, sin alterar al anterior ni molestar a sus diseñadores, no tuvo éxito, más allá de lo válido y reconocido del intento. Hasta que llegó el nuevo modelo en los 90, la segunda M.


Deme dos
Carlos Saúl Menem asumió la presidencia con previa publicidad justicialista engañosa, logró cierta estabilidad en el camino, con componentes extranjeros predominantes y la entrega de recursos locales. Destruyó la mayoría de las alternativas nacionales, cayeron muchas industrias y empresas pymes y se perdió el valor del trabajo argentino. Mediante la recordada convertibilidad de la moneda (1 peso = 1 dólar), control de la inflación y estabilidad para las minorías intensas que podían viajar al exterior y hacer del «deme dos» una identificación del turista argentino, se sostuvo durante diez años generando beneficios para las grandes corporaciones internacionales y sus concesionarias locales. Hasta que el modelo se agotó y explotó en diciembre de 2001.

Viejos tiempos. El expresidente Menem coincidió con Martínez de Hoz en los 90 en un almuerzo realizado en el hotel Alvear de Buenos Aires.

Foto: NA

Catorce años después, un nuevo intento neoliberal. En esta oportunidad, la campaña publicitaria previa al triunfo electoral se basó en prometer no cambiar la esencia de los logros sociales plasmados entre 2003 y 2015, solo mejorar los aspectos «negativos» que encontraban y difundían con un gran aparato comunicacional compuesto por la inmensa mayoría de los medios y editorialistas. La tercera M, doble en este caso por Mauricio Macri, incorpora a sus sistemas de control, la inteligencia –poco artificial–, los carpetazos, las escuchas y el lawfare, probadas en experiencias previas tanto en la Ciudad de Buenos Aires, territorio donde se hizo fuerte el macrismo, como en otros lugares del mundo.

La cuarta M, la de Javier Milei, la estamos padeciendo en el presente. Llega al poder con un sistema de comunicación agresivo, basado en las redes sociales, con el lema de publicidad engañosa de «la dolarización», que resultó efectiva, pues siguen manejando el mercado de cambios en favor de planes de negocios, ahorro, toma de ganancias y fuga, a cargo de la minoría privilegiada de siempre.


Chapa y pintura
Si fuera un vehículo, este modelo M 2023 tiene mucho de los anteriores: el mismo chasis que el M 1976, la misma estructura que poseía el M 1989, igual motorización que el M 2015, con un sistema de control similar adaptado a las nuevas tecnologías. Consume el mismo combustible, con variadas performances de eficiencia según por dónde transitemos, con igual o más eficacia, pero con diversas sensaciones; que actualmente con los sistemas de comunicación y la Inteligencia Artificial (IA) en muchos generan «placer ficcionado» y a otros, con más cinismo y crueldad, les hace sentir que son parte del tour de varias 4×4, aunque no sean más que accesorios superfluos, que serán reemplazados o suprimidos cuando no respondan a su funcionalidad o descartados al agotar una corta vida útil. En definitiva, un modelo que confunde a muchos de sus consumidores y seguidores en el concepto de precio y valor. Mientras sigamos consumiendo los modelos que el mercado nos propone –más allá que sean M, S, D– con sesgos y características neoliberales en cada etapa, estaremos en una democracia condicionada. Nos merecemos transitar nuestro camino, para eso debemos dejar de ser meros espectadores, consumidores compulsivos o ciudadanos sometidos, para hacer prospectivamente un futuro real que tenga al bien común como eje y a la verdadera libertad, a la justicia social e igualdad de oportunidades, como destino.

Indudablemente, para ello hay que saber elegir, no solo el modelo sino a los conductores.

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