Opinión

Ezequiel Fernández Moores

Periodista

Postales finales de la islamofobia

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Hasta este último jueves 22 de diciembre había argentinos probándose un bshit en el mercado Souq Waqif, en Doha. Es la túnica con la que el jeque Tamim bin Hamad Al-Thani honró a Leo Messi cuando levantó la Copa y que se convirtió en el último símbolo de la islamofobia que reabrió el Mundial de Qatar en buena parte de Europa.  
Los pocos argentinos que siguen en Doha se tientan porque los comerciantes de Souq Waqif, oportunos, exhiben el bshit en el centro de sus vidrieras, pero difícil comprarlo a menos de 500 dólares. Se lo prueban para la foto. El de Messi, con hilo de oro alemán y tela de algodón japonesa, costó 2.200 dólares, y Ahmed Al-Salem, su fabricante, proveedor habitual de la monarquía qatarí, se sorprendió tomando té en el mercado el domingo pasado, mientras veía por TV que Messi levantaba la Copa con su prenda.
Lo que Al-Salem jamás imaginó fue que su bshit desnudaría la ignorancia (el racismo) de muchos comunicadores europeos. «El extraño acto que arruinó el mejor momento en la historia de la Copa del Mundo», tituló el diario inglés The Telegraph. El Daily Mail llamó a Qatar «estado sin alma» y hasta Gary Lineker se enojó con la FIFA en la BBC. Otros medios hablaron de acto «sombrío» o «vergonzoso» (Yahoo Sports). Describieron al bshit como una «manta de peluquería» (Mark Ogden en ESPN) o una «túnica de Victoria Secret» (Dylan Walsh en HITC Sport) y, fuera de toda inocencia respecto del mundo árabe, el sitio australiano 7News acusó a Qatar de «secuestrar» el momento dorado de Messi. 
Qatar evitó polémicas y, simplemente, describió su regalo como símbolo de «unión», de «armonía cultural». La prenda era recibida por guerreros árabes después de ganar una batalla y hoy puede ser usada en bodas o distinciones. Pero es patrimonio en rigor de líderes políticos, religiosos y tribales. Y, si es regalada por una autoridad árabe, cuentan medios locales, simboliza «prestigio», «honor», algo así como una «coronación».
Las críticas en Europa, escribió el periodista y cineasta, Ahmed Tawij, son «una falta de voluntad, impregnada de racismo y orientalismo». Pero «esos ojos son viejos y se están desvaneciendo, simbolizan los graznidos finales de un plebeyo moribundo que todavía se ve a sí mismo como rey»,  sumó el profesor Khaled Beydoun. Todos recuerdan a Pelé, coronado en el Estadio Azteca con un sombrero mexicano cuando ganó el Mundial de 1970. Nadie habló entonces de «ceremonia arruinada» y, mucho menos, «secuestrada». El fútbol, es cierto, puede ser a veces un mundo primitivo. Otras veces, simplemente, desnuda al Rey.

Foto: Ellis/AFP/Dachary

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