Opinión

Mathias Carballeira

Economista

Presente y futuro hipotecados

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Foto: NA

El pasado viernes 11 de abril, el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció un nuevo endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional por US$ 20.000 millones, de los cuales US$ 15.000 serán de libre disponibilidad. En lugar de enviar un proyecto con los detalles –montos, tasas y plazos–, el oficialismo avanzó sin dar debate ni precisiones respecto del acuerdo, mediante el envío de un DNU. Este fue posteriormente aprobado por la Cámara de Diputados, en una maniobra que elude los mecanismos institucionales previstos por la ley y debilita así la división de poderes y las normas democráticas. El Gobierno justificó este aumento de la deuda externa con la excusa de «sanear» el balance del BCRA, reemplazando parte de las deudas en dólares que el Tesoro tiene con la entidad por estos nuevos compromisos. En otras palabras, se cambió deuda entre dos organismos estatales por deuda con una entidad extranjera.

Pensándolo en criollo, ¿ustedes preferirían deberle a un familiar o a un prestamista?

Lo cierto es que, además del cambio de titularidad de la deuda, las implicancias son mucho mayores: la operación generó un aumento del 50% de la deuda con el FMI, a la vez que aumentó los intereses a pagar por la deuda en un aproximado de US$ 1.100 millones ¡solamente para los primeros 2 años!

Para dimensionar el tamaño del problema, Argentina en 2024 recibió de forma neta por sus exportaciones de bienes y servicios poco más de US$ 13.800 millones. Si a la deuda anterior de US$ 45.000 millones le sumamos lo aprobado por el Fondo, el capital de la deuda con el organismo representa casi un 500% de los dólares que el país podría percibir de su intercambio comercial en un año, y eso es sin descontar pago de intereses.

Sin embargo, lo fundamental del préstamo son los condicionamientos que el FMI pone sobre políticas que deberían ser tomadas soberanamente por nuestra nación. Ya en el reporte del FMI se enumeran varias de ellas, como una reforma previsional, una reforma laboral y una reforma tributaria. Un ejemplo de esto es el fin de la moratoria jubilatoria, pero también hay otras medidas que posiblemente se incorporen, como el aumento de edad de jubilación, pérdidas de derechos laborales y demás. Todas en pos de flexibilizar las normas que hoy buscan proteger a personas jubiladas o trabajadoras, frente a un sistema que prioriza los intereses de las grandes corporaciones y profundiza las desigualdades en las relaciones laborales.

Si estas son las implicancias, ¿por qué era necesario reemplazar una deuda que suponía menos intereses a pagar, sin condicionamientos y que tenía la posibilidad de refinanciarse internamente? No es casual el anuncio de los cambios del esquema monetario que flexibilizan el acceso a las divisas. Una vez más, un gobierno de carácter neoliberal se abre camino hacia la posibilidad futura de la ya conocida fuga de capitales. Crónica de un final conocido y anunciado para cualquier argentino o argentina con memoria.

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