11 de julio de 2014
Quería felicitarlos por la nota «La utopía de la casa propia», aparecida en el Nº 1.146 de la revista. Con justedad, retrata el drama de tantas familias argentinas, como la mía, que no poseemos una vivienda propia. Lo peor de todo es que difícilmente podamos alguna vez tener nuestra casa, porque los precios, cada año, se disparan –en dólares– y ya no vuelven a bajar. Los pocos créditos que pueden conseguirse en pesos terminan por no servir para nada. Conozco varios casos de personas a las que les otorgaron un crédito en pesos, ya sea por PROCREAR o por un banco privado, y a la hora de adquirir una propiedad les fue imposible encontrar una que se ajustara al presupuesto, porque lo que cuando pidieron el crédito costaba 3 al recibirlo costaba 5. Encima acá, en Buenos Aires, los alquileres aumentan, se lo ve en las carteleras de las inmobiliarias todos los días. Muchos propietarios quieren ahora tener, en lugar de anuales, actualizaciones semestrales, lo cual me parece una locura, porque a ningún empleado le aumentan el sueldo cada seis meses un 25% como muchos pretenden incrementar sus alquileres. En mi caso, estamos pagando $ 3.000 por un departamento de tres ambientes bastante oscuro en Balvanera. Si tuviese que pasar a pagar casi $ 1.000 más, además de los impuestos, no sé cómo haríamos para comer, viajar y vestirnos. Me parece que el Estado debería intervenir en el mercado inmobiliario y fijar ciertas reglas para que no salgan perjudicados siempre los que menos tienen. Lo que ocurre es que hay muchos propietarios que alquilan sus departamentos a estudiantes extranjeros adinerados o, por ejemplo, a gerentes de grandes empresas que ganan muy bien o a los que directamente la propia empresa les paga el alquiler y eso hace que las ofertas de alquiler a un precio razonable sean cada vez más escasas.
Susana Córdoba
Ciudad de Buenos Aires