30 de diciembre de 2025

Es difícil creerlo, pero el calendario ya nos empuja hacia 2026. Termina un año muy duro para los sectores populares y no solo por las políticas del Gobierno nacional. Hace apenas un año, pocos –muy pocos– imaginaban la velocidad y la profundidad con la que el nuevo Gobierno de Estados Unidos iba a sacudir el tablero global. El regreso de Donald Trump no fue solo un cambio de nombres en la Casa Blanca: fue la consolidación de un giro ultraderechista que volvió a marcar la agenda internacional, habilitó discursos que creíamos más o menos saldados y reordenó, una vez más, el campo mediático a escala planetaria.
Desde este lado del mundo, en la Argentina, ese temblor no se sintió como algo lejano. Al contrario: ya estaba instalado por Milei y, con Trump, solo se amplificó. En un país atravesado por una crisis económica persistente, con un Gobierno que hace una bandera del desprecio y la agresión al periodismo –como en el caso extremo del reportero gráfico Pablo Grillo–, el clima global funciona como legitimación y combustible. Si Trump insulta a la prensa y acusa de «enemigos» a los medios críticos, acá tiene ejecutores propios. Si las grandes plataformas tecnológicas ajustan algoritmos, monetización y reglas según sus intereses y los de un puñado de multimillonarios, los medios hegemónicos locales hacen lo suyo.
El periodismo alternativo atraviesa hoy desafíos enormes: financieros, políticos, judiciales y también culturales. Las audiencias se achican y se fragmentan, la precarización avanza y la presión –explícita o solapada– desde el poder se vuelve moneda corriente. En un escenario dominado por las decisiones opacas de big techs y por empresarios que conciben a los medios como herramientas de disciplinamiento o negocios personales, sostener una voz crítica no es fácil. Pero sigue siendo imprescindible.
En ese contexto, cada mensaje de apoyo, cada suscripción nueva, cada lector que decide bancar un proyecto periodístico serio y honesto funciona como un recordatorio potente: aquí estamos. Hay una parte de la sociedad que entiende que sin información confiable, sin investigación, sin preguntas incómodas, la democracia se vacía rápido. Que el periodismo no es un lujo ni un capricho corporativo, sino un bien público.
A lo largo de este año cubrimos la Argentina real: la de los ajustes que no cierran, la de los conflictos sociales, la de las discusiones culturales, la de las resistencias pequeñas y grandes, las de la economía social y cooperativa. Y también miramos al mundo, porque lo que pasa afuera importa, condiciona y muchas veces anticipa lo que después aterriza acá. El avance de la ultraderecha no es un fenómeno aislado ni una excentricidad ajena: es parte del mismo clima de época que nos atraviesa.
Cerrar el año es, inevitablemente, un ejercicio de balance. Y en medio de tanta incertidumbre, hay algo que vale la pena subrayar: el periodismo alternativo sigue en pie porque hay lectores que lo sostienen. Porque hay quienes, incluso cansados, incluso golpeados, eligen no resignarse a la desinformación, al grito fácil o al cinismo.
Gracias por haber estado del otro lado en 2025. Por leer, compartir, criticar y apoyar. Si estás festejando, o simplemente intentando descansar un poco en medio del ruido, ojalá tengas un buen cierre de año y un respiro merecido. El año que viene nos volveremos a encontrar, con los mismos desafíos –y la misma convicción– de que contar lo que pasa sigue valiendo la pena.
