15 de junio de 2024
Homenaje. Milei junto a Zulema Menem y el busto de su padre, Carlos Menem, en la Casa Rosada.
Foto: Casa Rosada
Al inaugurar el busto en homenaje al expresidente Carlos Menem en Casa Rosada, Javier Milei expresó hace algunas semanas su admiración hacia quien «lideró con audacia, intuición y pragmatismo, nos inspiró a quienes creemos en la libertad a seguir su ejemplo». En esa ceremonia, Milei calificó a Menem como «el mejor presidente de los últimos 40 años al menos». Pero no le pareció suficiente, y agregó: «Fue el mejor presidente de la historia. Admiro su gran audacia».
No sorprendió el homenaje. Frecuentemente, el mandatario libertario cita en sus discursos el período menemista, las políticas desplegadas en los 90, especialmente lo vinculado con la reforma del Estado, las privatizaciones, la desregulación de la economía y la apertura exterior.
Lo que omite el discurso oficial son las consecuencias nefastas de aquellas políticas sobre el empleo, el crecimiento exponencial de la pobreza e indigencia y otros significativos indicadores que reflejan el profundo abismo en el que cayó nuestro país al cabo del período neoliberal menemista.
Tras sus pasos
En la misma línea que su antecesor riojano, el actual mandatario impulsa una reforma laboral, que en los 90, se decía, pretendía eliminar las «rigideces del mercado laboral». Vale recordar que el modelo neoliberal en aquel ensayo proponía convertir al asalariado en un insumo flexible y versátil que acompañara el proyecto de modernización de la economía.
Recordemos asimismo que Menem inauguró estos proyectos con la Ley Nacional del Empleo en 1991, legalizando las formas contractuales precarizadas y la reducción de topes indemnizatorios y de las cargas sociales. En 1995, en tanto, se modificó la Ley de Contrato de Trabajo, introduciendo los períodos de prueba y los contratos de aprendizaje, luego devenidos en pasantías.
Estas desregulaciones provocaron –según la Encuesta Permanente de Hogares– que entre 1991 y 1998 la Población Económicamente Activa (PEA) aumente solo un 2,5% anual, mientras que la creación neta de puestos de trabajo fue de un 1,5% en el mismo lapso. El desempleo abierto paso del 6,3% al inicio del Gobierno Menem, al 13,8% en 1998, convirtiéndose desde entonces en un fenómeno estructural. La subocupación, en el mismo período, pasó de 8,6% a 14,9%, y el trabajo en negro alcanzó en 1998 el 40% de la PEA.
El incremento de la desocupación fue consecuencia directa, además, del modelo de acumulación centrado en la exportación de materias primas agropecuarias y de la apertura externa indiscriminada. Este modelo llevo a la quiebra y discontinuidad de miles de empresas nacionales de mano de obra intensiva. A ello se sumó la ola de privatizaciones de empresas públicas con la consabida reducción en masa de planteles laborales por los «ajustes presupuestarios».
Un breve balance del enorme impacto en nuestra sociedad de la época y el modelo que hoy reivindica el presidente Milei, así como su complemento con un marco discursivo que no contempla el sufrimiento social que causan sus medidas económicas y cargado de datos que carecen de correspondencia empírica –como la proyección del 15.000% de inflación–, nos lleva a corroborar, lamentablemente, lo que Carlos Marx observara hace más de 170 años en El Dieciocho Brumario: la historia ocurre dos veces, la primera vez como una tragedia y la segunda como una farsa.