23 de septiembre de 2020
En el marco de una inédita crisis mundial que representa un enorme desafío para la humanidad, la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) celebra 125 años de existencia. En el congreso fundacional, desarrollado en Londres en 1895, el incipiente cooperativismo argentino estuvo presente, inaugurando una fructífera e ininterrumpida relación con el movimiento cooperativo internacional. Se cumplen, también, 25 años de la Declaración de Identidad Cooperativa, que actualizó el enunciado de la definición, los valores y los principios cooperativos.
«Este año, la humanidad está enfrentándose a enormes desafíos», afirma Ariel Guarco, presidente de la ACI, en el mensaje conmemorativo. «Sin embargo, hemos puesto los principios cooperativos en acción y hemos visto cómo las cooperativas han ayudado a comunidades de todo el mundo a hacer frente a un virus mortal, y las van a ayudar a reconstruirse cuando la pandemia empiece a ser superada (…) Me enorgullece saber que la organización que nació hace 125 años para albergar al cooperativismo de todos los rincones del planeta, hoy sigue siendo esa casa común de todas las organizaciones que practican una economía con raíces democráticas y solidarias, y que con ese espíritu es capaz de asumir los desafíos globales del presente».
Desnudar las causas profundas de la crisis que transitamos es el principal de esos desafíos, el eje por el que hoy pasa la permanente batalla cultural entre proyectos civilizatorios antagónicos.
Si se impone el mensaje de los medios de comunicación hegemónicos con su propuesta de una vuelta a la «normalidad», o a una gatopardista «nueva normalidad» basada en sus mismos disvalores, se corre el riesgo de que el árbol de la pandemia nos tape el bosque de la crisis civilizatoria, de la que aquella no es más que una de las expresiones. La normalidad de la que venimos es un modelo productivo socialmente injusto y ecológicamente insostenible. En el complejo contexto socioeconómico, institucional y personal que transitamos, pleno de incertidumbres, la solidaridad es la única certeza que puede y debe guiar nuestro accionar.
Por eso, desde el movimiento cooperativo debemos actuar creativamente, imaginando, promoviendo y proponiendo utopías concretas que ayuden a construir consensos básicos desde los cuales dar el debate sobre un futuro deseable, basado en la sostenibilidad económica, social y medioambiental. Utopías concretas para enfrentar los desafíos contemporáneos, emulando a quienes –en el marco de otra crisis civilizatoria– fueron imaginando y proponiendo a lo largo del siglo XIX los consensos básicos sobre los que se construyó el movimiento cooperativo.
Para quienes entendemos que el cooperativismo es una herramienta de transformación social, ese debate es parte de la batalla cultural. Por eso, y evaluando que la sociedad que emerja de esta crisis civilizatoria puede ser más justa, democrática, sostenible y solidaria; o más desigual, injusta y, consecuentemente, más violenta y represiva, debemos asumir el compromiso ineludible de librar esa batalla en cada ámbito en que nos toque participar o expresarnos.
No podemos dejar de destacar el papel asumido por el Estado argentino, atento y responsable, que aplicó desde el principio medidas extremas, pocas veces vistas en nuestra geografía, para mitigar los efectos inmediatos de la pandemia. Actitud que el Estado solo puede tomar cuando se propone como una herramienta para el bien común, en el marco de una sociedad solidaria y dispuesta a proteger prioritariamente a quienes más lo necesitan.
Sin embargo, los cooperativistas asumimos la responsabilidad de seguir buscando los caminos y proyectos solidarios que permitan transformar al mundo para terminar con las desigualdades sociales, económicas, étnicas y de género, con la xenofobia y el racismo, con la crisis climática y la precarización del trabajo, entre otros males que las concepciones neoliberales han ido profundizando.
Porque hoy, como siempre pero más que nunca, sin solidaridad no hay futuro.
(Bibiana Fulchieri)