9 de enero de 2025
La introducción de un sistema de producción solidario en la zona tabacalera correntina provocó un giro cuando pequeños productores de Goya se organizaron contra las multinacionales.
Foto: Archivo Acción
Un enviado especial de Acción al terreno verificó «los costados de esa dura realidad» y comprobó hasta dónde la labor de la Cooperativa de Tabacaleros de Corrientes logró torcer el rumbo frente a las formas de explotación de las multinacionales y las campañas para generar distorsiones en el mercado, propias de un sistema casi feudal.
«En este lugar han cambiado las cosas, y cambiado para mejor». Esas palabras resumían el sentimiento de todos los productores de la Cooperativa de Tabacaleros, creada en 1979 y que para a principios de 1985 agrupaba a 4.500 productores que lograron poner fin al monopolio de la comercialización del producto que les impedía cualquier posibilidad de progreso.
Massalin Particulares y Nobleza Piccardo, ambas multinacionales, se dividían el reinado de la producción de cigarrillos en Argentina: eran las únicas compradoras del tabaco de los 6.500 productores del sur correntino e imponían sus propias reglas del juego. «Los productores, en aquella época, vivían con la soga al cuello; los compradores, además, se preocupaban porque la soga estuviera siempre tensa», ilustra el texto.
Arrepentido
El monopolio llegó a su fin cuando el autor del proyecto conocido como Plan Stanfel –el ingeniero agrónomo Esteban Stanfel–, encargado de diseñar la eliminación del pequeño productor y promover la concentración de tierras en grandes unidades productivas «factibles de trabajar con todos los adelantos de la tecnología», se arrepintió.
Tras reparar en la «tremenda realidad social de la actividad tabacalera, es decir, en las miles de familias que trabajan en pequeñas parcelas a mano (…), en relaciones casi feudales con los dueños de esa tierra y que apenas si obtienen ingresos de subsistencia» (…) «en el impacto de la visión del hambre, la desnutrición, la mortalidad infantil y el traspaso general del campo correntino», Stanfel fue torciendo los objetivos de su plan para terminar en el fortalecimiento y la defensa de pequeños y medianos productores, que pagaría años más tarde con su propia renuncia.
Para entonces, ya había fundado seis cooperativas y una entidad gremial de productores: la Cámara de Tabacaleros de Corrientes.
Foto: Archivo Acción
Progreso
La experiencia arrojó resultados que el gerente de la entidad, Héctor Núñez, resumía así: «Actualmente acopiamos, procesamos y comercializamos entre el 30% y el 35% de la producción de tabaco oscuro. Económicamente por supuesto no podemos compararnos con los grandes pulpos, pero los productores, unidos en la cooperativa y en la Cámara de Tabacaleros, actúan hoy como reguladores de un mercado en el cual antes no tenían ninguna posibilidad de incidir». Además, le aseguraban al productor la colocación de la cosecha.
Mediante el Fondo Especial del Tabaco –que determinaba un impuesto del 7% sobre el precio de cada atado de cigarrillos– lograron comprar una planta elaboradora para poder procesar enteramente el producto. También un laboratorio equipado para analizar los suelos, «en base a los cuales se recomienda el uso de determinados agroquímicos, para los cuales promovemos planes especiales de crédito», agregaba Núñez.
Francia era el principal comprador, que utilizaba el tabaco correntino para elaborar los cigarrillos Gitanes y Gauloises. En menor medida, Estados Unidos, Países Bajos y la todavía, en ese entonces, República Federal Alemana.
«Hace tres años, en esta zona, se vendían entre 500 y 1.000 kilos de fertilizantes, hoy se venden 400 toneladas», graficaba el jefe de planta de la entidad, Dardo Pisarello, para dimensionar el despegue de los productores que, gracias a la Cámara de Tabacaleros, comenzaron a cobrar su producción a los siete días, cuando antes los plazos de pago se dilataban 30 días o más.
Las experiencias recabadas en el informe dan cuenta de cómo para los pequeños productores el cambio fue radical: de trabajar de sol a sol a mecanizar la cosecha y empezar a vivir con dignidad. «Antes, el trato con el patrón era mitad y mitad de la cosecha. Eso cambió y estamos mejor. Trabajamos y vamos viviendo», sintetizan los testimonios.