15 de agosto de 2024
«Argentina más pobre que nunca», decía la nota sobre la participación albiceleste en Los Ángeles 1984. La deficiente preparación de los atletas, un problema de décadas.
Hoy, cuando los Juegos Olímpicos de París acaban de finalizar, con tres medallas para los atletas locales –una de oro, una de plata y una de bronce–, la crónica pone en relevancia que los resultados van de la mano de la inversión y el apoyo del Estado.
«La decepción de la representación nacional superó los pronósticos más agoreros y el nivel de competencia mundial es por ahora inalcanzable para los atletas argentinos», delataba la nota firmada por Manuel Martín en el número 432 del quincenario. Un texto en el que sentenciaba: «Bastaron solo dieciséis días para que la realidad revelara dónde está ubicado el deporte argentino: en la línea de largada, cuando los demás ya están arribando a la meta».
Más allá del desempeño local, el informe señalaba además la ausencia de potencias olímpicas como la Unión Soviética, Alemania Democrática, Polonia y Cuba, que dejó la pista libre para que los Estados Unidos se ungiera en ganador. Por caso, en las últimas Olimpíadas que participaron todos, en Montreal 76, el 55% de los ganadores pertenecían a esas naciones.
Lejos de la meta
Pero volviendo a la realidad del deporte nacional, el texto recalca que «la Argentina solo estuvo en un plano de igualdad con los demás participantes, el día del desfile inaugural. Después, prácticamente desapareció de la competencia». Y agrega: «Para Argentina estas olimpíadas marcaron un serio retroceso que terminó de ubicar al país entre los que van a la cola del movimiento olímpico. Para chequear esta información vale la pena comparar antecedentes propios y capacidad de los rivales».
Empezando por el boxeo –disciplina que más medallas obtuvo para la Argentina en la historia de los juegos hasta entonces, 7 de oro, 7 de plata y 9 de bronce–, en Los Ángeles no se logró ninguna. El boxeador Pedro Décima declaraba entonces que mientras sus rivales tenían casi cien peleas como amateurs en distintos campeonatos, «yo es la primera vez que peleo internacionalmente».
También los resultados en natación fueron «catastróficos» y entre las causas se aludía a que los deportistas «fueron psicológica y anímicamente desbordados al concentrarse en plena competencia con rivales altamente preparados».
La excepción fue el ciclismo, con Juan Curuchet, que logró el quinto lugar, conseguido gracias a pagar de su bolsillo el viaje al Centro de Alto Rendimiento de Colorado. No sucedió lo mismo con el canotaje, que no pudo competir porque el bote se demoró cuatro días en arribar y llegó roto. Tampoco hubo éxito en vóleibol, «una de las disciplinas con más chances previstas». Había logrado el tercer lugar en el Mundial 82 y finalmente quedó sexto. Así se manifestaba el capital Daniel Castellani: «El deporte es inversión. Quien invierte un año con dos entrenamientos diarios, controles médicos permanentes y adecuada alimentación, recoge los beneficios de ese trabajo. Nosotros invertimos dos meses y llegamos hasta donde puede llegar un equipo con esa inversión».
Mientras los demás deportistas eran controlados para elegir su mejor alimentación, el jefe del equipo médico de la delegación argentina distribuía entre los atletas una gacetilla que decía: «No participe en bromas pesadas ni juegos de manos porque producen incidentes y acaban con las amistades. No discuta con sus compañeros, cuide el lenguaje, no olvide que representa a millones de argentinos».
Así pasaba la Argentina por los Juegos Olímpicos de 1984, y «así nos fue», cerraba la nota.