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Que el pasado no se repita

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En primera persona, los pasos iniciales para comenzar a juzgar los crímenes de la dictadura. Urgencia por desmantelar el aparato de represión política.

En la edición que corresponde a la primera quincena de febrero de 1984, Acción reflejaba, a través de diferentes entrevistas, cómo comenzaban a tomar forma los juzgamientos a los culpables de delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-eclesiástica-militar. 
Bajo la premisa de no repetir el pasado, María Rosario de Cerruti, secretaria de Madres de Plaza de Mayo; Víctor Bruschi, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre; el obispo metodista Carlos Gattinoni; y el obispo de Neuquén, Jaime de Nevares, miembro de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, daban testimonio de las denuncias recogidas sobre centros clandestinos de detención y se referían a un incipiente avance de las investigaciones sobre quiénes habían torturado, asesinado y robado. 
Todos coincidían en la urgencia de desarticular el viejo aparato de represión política y en la falta de pruebas. Frente a ciertos progresos, Cerruti señalaba: «Falta todavía la condena política. Una vez efectuada, los responsables del genocidio caen solos». 
«Los entrevistados convergen al menos en un punto que consideran fundamental: sería insuficiente alcanzar el esclarecimiento de lo ocurrido con los desaparecidos, así como el correspondiente castigo a los responsables de esos hechos, si al mismo tiempo no es desarticulado el aparato de represión política», señalaba el texto. 
En este punto, Cerruti enfatizaba: «Sabemos que es muy difícil desmantelarlo, pero también que es imprescindible hacerlo», mientras que De Nevares y Bruschi coincidían en que «nadie puede creer, pese a los avances habidos, que el aparato de represión se esté desarmando». 
«El aparato es un monstruo increíblemente grande, tiene que ser prolijamente investigado y eliminados todos los fondos que lo nutren», advertía el presidente de la Liga y agregaba que «para nadie es un secreto que grandes empresas multinacionales pagan sus propios servicios represivos». 
«El problema es sumamente complejo», comentaba el obispo metodista Gattinoni y señalaba que, «si bien ya hay bastante documentación para acusar al proceso en forma global, las pruebas de valor legal escasean». Entonces, resaltaba que «es importante que aparezcan más testigos, cosa que tampoco es fácil, ya que, si bien hay mucho menos miedo en la comunidad, algunos testigos temen que los aparatos de represión no estén totalmente desarticulados, lo cual es verdad».

Responsables
Por su parte, Cerruti opinaba que todos los responsables, desde el más alto al inferior, debían ser juzgados con la gravedad de cada caso: «Al que torturó una condena, al que dio la orden otra, y así al que se llevó a la gente, al médico que asistió a las sesiones de tortura, etcétera». 
La crónica daba cuenta del descubrimiento de cementerios clandestinos con cuerpos NN en diversos puntos del país. Frente a la aparición de «cadáveres y más cadáveres», la Madre de Plaza de Mayo insistía: «No nos dicen por orden de quién fueron inhumados (…), qué médicos firmaron la autopsia, quiénes mandaron a matar». 
En este punto, Bruschi señalaba como «positivo por un lado que la gente advierta que todo aquello que denunciamos durante estos años era cierto» al tiempo que advertía que «el espanto atenaza, paraliza como paralizaba el miedo en tiempos de la dictadura». De Nevares coincidía: «Esta difusión masiva impacta a la ciudadanía y eso es necesario, que todos sepan la realidad macabra que se ha vivido» y convocaba: «La comunidad toda debe adoptar medidas para defenderse, caiga quien caiga».
En un apartado Acción recogía el testimonio de Jaime Steimberg, integrante del movimiento cooperativo y padre de Luis, secuestrado junto con su compañero Luis García mientras cumplían la conscripción en el Colegio Militar, caso que cobró notoriedad porque llevó al encarcelamiento de Reynaldo Bignone en Campo de Mayo. 
Steimberg recordaba «como si fuera hoy el día en que Bignone se presentó a la Cámara», refleja la nota y cita sus palabras: «Cuando aparece, lo encaramos: ¿se acuerda usted de nosotros? –le pregunté–. Respondió tímidamente un sí. Entonces le dije con más fuerza, subiendo el tono de voz: somos Steimberg y García. Se quedó blanco y luego de un momento de vacilación dijo: “Sí, sí, me acuerdo de ustedes”. Entonces le dijimos, bueno, ahora entre a la sala que se va a hacer justicia».

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