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Canasta familiar

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El incremento en el precio de los productos que integran la canasta familiar, que venía superando desde hace tiempo al de todos los demás rubros, desbordó en los últimos tres meses todas las previsiones, lo cual incide en los indicadores de pobreza e indigencia y genera una sensación de impotencia tanto en los sectores más desfavorecidos de la población como en los que tienen ingresos medianos.
Tal desmesura es observable, por ejemplo, en el caso de los huevos que aumentaron más del 80% en 60 días sin que se hubiera registrado aún variación alguna en el costo de la energía (los criaderos funcionan con luz eléctrica las 24 horas) o los combustibles. La única explicación que se esgrime es el alza en los valores del maíz y los alimentos balanceados que consumen las aves, un factor que de ninguna manera puede tener tan brutal incidencia. Otro caso similar es el del tomate, que suele ser barato en los meses de verano y experimentar aumentos estacionales pero que este año se ha estabilizado en altos valores. Tanto los alimentos frescos como los lácteos, la harina de trigo y las carnes subieron más que el índice general anual que calcula el INDEC.
A la especulación de las grandes empresas proveedoras y los supermercados se suman ahora las consecuencias de la guerra entre Rusia y Ucrania, que generaron una inflación inédita en Europa y Estados Unidos, que en algunos casos roza el 10%. Como dato indicativo, en los mercados internacionales el trigo subió 60%; el maíz, 15%; y la soja, 6%.
El Gobierno apuesta a los fideicomisos en los que los fondos son aportados por los exportadores para desacoplar los precios internos con subsidios cruzados, pero choca con la situación de los mercados globales, que impide fijar precios estables y con la oposición de los grandes productores agropecuarios, que objetan la medida por considerarla distorsiva. La sola mención de un aumento del 2% al 5% en las retenciones de la soja, el trigo y el maíz, ha desatado la airada reacción de las patronales agrarias, que amenazan con volver a las rutas. Pero las medidas de fondo son urgentes e imprescindibles porque la seguridad alimentaria de la mesa de los argentinos no puede depender de un puñado de oligopolios. 

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