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«Adaptarse o morir»

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Mirta Quiles

En un nuevo episodio del modelo neoliberal, el tejido productivo nacional enfrenta el falaz desafío de competir o sucumbir. El optimismo de las corporaciones industriales y la realidad.

Industria metalúrgica. El sector nuclea a más de 17.000 empresas, en su mayoría pymes, que generan más de 350.000 empleos directos.

Foto: NA

En tiempos en que la verdad y lo cierto parecen no ser importantes ni vinculantes y en que la brutalidad de las expresiones no encuentra techo, que desde la propia cabeza del Gobierno se arengue a los industriales a «adaptarse o morir» frente al proyecto económico actual, no hace más que rubricar otra vez lo poco que le importa a la gestión libertaria el pulso de la economía real, y particularmente el sector productivo nacional al que directamente con esta consigna amenaza con abandonar a su suerte.

Esto ya la vivimos. Durante la dictadura cívico-militar primero, bajo el menemismo después. Y tibiamente, solo por falta de tiempo real, con el macrismo. Las opciones son dos. Cambiar el modelo de negocio, es decir, el empresario industrial pasa de fabricar sus productos en el país a importarlos, por ser menos costoso. Y quien no puede «adaptarse» y reconvertirse (palabra de apego del entonces ministro de Producción macrista, Francisco «Pancho» Cabrera) en importador, cierra su fábrica. Dos caminos que desembocan en un mismo punto: menos tejido industrial nacional y más trabajadores sin empleo.

Frente a este panorama, un espectador distraído podría pensar que la respuesta del sector no tardaría en hacerse escuchar con números, índices y perspectivas en la mano. Y así fue. La corporación gremial empresaria más antigua del país, creada en 1887, la Unión Industrial Argentina (UIA) presentó −a cinco días de terminar 2024− un documento de trabajo, donde de manera muy, pero muy optimista reveló que «la industria termina el año en recuperación». Sin embargo, nobleza obliga, también aseguró que la característica dominante del entramado productivo es «la marcada heterogeneidad en la tendencia de la producción fabril»; pero algo más que el optimismo llama la atención en el informe. Para las estadísticas que elabora el centro de estudios económicos de la Unión Industrial, en octubre la actividad industrial mejoró 2,5% en comparación con septiembre, con una caída del 2,2% en términos interanuales. El número contrasta abiertamente con el publicado en el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec, días antes. Este informe registró en octubre un crecimiento de 0,6% respecto a septiembre en la medición desestacionalizada y una caída de 0,7% en la comparación interanual.

En lo que sí coinciden ambos estudios es en los ganadores del modelo: Explotación de minas y canteras, Agricultura, ganadería, caza y silvicultura e Intermediación financiera. Mientras que los restantes diez sectores de actividad registraron caídas en la comparación interanual, varios de ellos de dos dígitos, como Pesca, Construcción e Industria manufacturera.

«Los datos anticipados de noviembre indican un nivel similar respecto a octubre en la comparación intermensual. Sin embargo, en términos interanuales, aún continúan sectores con caídas a dos dígitos», señala el informe de la corporación fabril y enumera, entre ellos, Patentamiento de Maquinaria Agrícola (-18,8%), Automotor (-5,1%) y el consumo de energía eléctrica de Grandes Usuarios Industriales (-4,4%), ellos mismos. Aunque en la perspectiva general, la UIA afirmó que «si bien comenzaron a observarse ciertas mejoras en sectores de la industria, el panorama continúa siendo heterogéneo, con una demanda débil, que aún crece a un ritmo gradual y heterogéneo».


Comportamiento errático
Mientras que otra entidad no tan longeva −fue creada a fines de 1963−, pero con fuerte arraigo en el establishment político y económico nacional, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) proyectó un número anticipado industrial para noviembre. Con menos visos de optimismo que su par industrial, FIEL estimó que hubo una mejora de 1% en relación con octubre con una caída interanual de 2,3% y un desplome acumulado en los primeros once meses del año de 8,4%. «Entre las ramas de actividad, la mayor contracción acumulada entre enero y noviembre en la comparación interanual la registra la producción de minerales no metálicos (-24,3%) seguida de la producción automotriz (-18,4%)», aseguraron. Cabe aclarar que la producción de minerales no metálicos se explica por el derrumbe de los despachos de cemento como consecuencia del parate total de la obra pública y el débil desempeño de la privada. Mientras que las otras ramas con «una caída pronunciada son las metálicas básicas (-16,7%), la metalmecánica (-15,4%), la de insumos químicos y plásticos (-10,4%) y los despachos de cigarrillos (-10,3%), en todos los casos en los primeros once meses y en la comparación con el mismo período del año pasado», señala el informe de la Fundación.

Mientras la voz de algún dirigente de Camarco, la Cámara Argentina de la Construcción, sigue aún sin escucharse pese a las brutales caídas del sector, la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra) y diez entidades de la actividad eligieron presentar un estudio de competitividad del sector en la primera semana del año para hacerse escuchar, impulsados sin duda por los números de diciembre del sector. En el último mes del año, la industria metalúrgica registró una caída interanual de 3,1% en su producción y acumuló una contracción del -12,1% en el año, según un informe del Departamento de Estudios Económicos de Adimra. Impactó en el nivel de empleo del sector, que disminuyó un -1,3% interanual en diciembre, y respecto a noviembre, el empleo se contrajo un -0,1%. En tanto, la utilización de la capacidad instalada se ubicó en el 52,5%, 2,2 puntos porcentuales por debajo del mismo mes de 2023. Sin embargo, la producción metalúrgica aumentó un +1,0% en diciembre con respecto a noviembre, en la medición desestacionalizada.

UIA. La corporación industrial navega entre el apoyo manifiesto al Gobierno y las quejas de sus miembros.

Foto: Mahadeva/Wikimedia Commons

Volviendo al estudio presentado por Adimra y cámaras de fabricantes de maquinaria agrícola, autopartistas, productores de tubos, perfiles, línea blanca y construcciones livianas de acero, entre otros, allí pidieron «nivelar la cancha», y reclamaron al Gobierno una rebaja de impuestos que les permita competir en igualdad de condiciones con la producción extranjera, al tiempo que advierten sobre los riesgos que la combinación de la apertura y el dólar barato puede generar sobre el tejido productivo local. «Hoy, el sector metalúrgico –incluida la industria automotriz– nuclea a más de 17.000 empresas, en su mayoría pymes, que generan más de 350.000 empleos directos y exportaciones por US$11.500 millones anuales. Su aporte representa el 5,6% del PIB» detalla. Tras quejarse sobre una «presión impositiva desmesurada», un reclamo sempiterno, hoy de prioridad ante el inminente crecimiento de las importaciones, el informe sostiene que «la experiencia internacional muestra que no hay país del mundo que no tenga una industria fuerte. La metalurgia podría sumar US$7.400 millones por año a la economía y miles de empleos en la próxima década como aliado de sectores como el petróleo y gas, la energía renovable, la forestoindustria y la minería».

El estudio del sector metalúrgico anclado en la economía real, además de informativo, presenta otra característica llamativa. Varios de sus firmantes, casi su totalidad, integran la UIA. Incluso Adimra es socio plenario de la corporación empresaria. No parece haber demasiadas coincidencias entre las cámaras metalúrgicas y la entidad industrial que las agrupa, «colonizada» en la actualidad por los grandes capitales, en particular, Techint. Baste como muestra solo repasar la trayectoria de su actual presidente, Daniel Funes de Rioja, cabeza de un despacho de abogados donde se dio forma y alma al capítulo laboral de la Ley Bases y lobista profesional.

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