18 de julio de 2024
En solo 15 días el área económica del Gobierno aplicó dos estrategias diferentes. La preocupación por la brecha y la inflación, mientras la economía real no encuentra su piso.
Banco Central. Tras varios meses de acumulación, la autoridad monetaria terminó junio con una pérdida de 47 millones de dólares.
Foto: Jorge Aloy
Las últimas mediciones públicas y privadas alejan la cercanía del rebote económico pronosticado desde despachos oficiales. Por ejemplo, la utilización de la capacidad instalada de la industria se ubicó en el 56,8% en mayo pasado. Casi una de cada dos máquinas está «juntando polvo» en los galpones. Hace un año atrás, ese indicador llegaba al 67,8%. Por otro lado, el informe sobre consumo de la consultora Scentia refleja que las ventas en supermercados/almacenes se retrajo el 12,5% interanual en junio. Esa caída es incluso superior a la reportada en el mes anterior (−10%). De esa manera, el consumo retrocedió por sexto mes consecutivo, algo que no ocurría desde el gobierno de Mauricio Macri.
En esa línea, el Centro de Economía y Política Argentina (CEPA) difundió un reporte del panorama laboral y empresario en los primeros cinco meses de gobierno de Javier Milei. En base a datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT), el CEPA reveló que se perdieron 170.695 puestos de trabajo registrados entre noviembre de 2023 y abril de 2024. Por su parte, la cantidad de empleadores descendió en 7.860 casos. El estudio precisa que «si se analiza la reducción de casos de empleadores, se observa que los principales afectados, en estos primeros cinco meses de la gestión de Milei, son las empresas de hasta 500 trabajadores/as: 99,5% del total de los casos (7.820 empresas menos). Por el contrario, la cantidad de empleadores de más de 500 trabajadores y trabajadoras explican solo el 0,5% de los casos, totalizando unos 40 casos».
El derrumbe de la economía real, y su correlato en la pérdida de empleo y cierre de pymes, no está al tope de las preocupaciones oficiales. El principal objetivo de política económica continúa siendo la reducción de la inflación. En su último discurso en la Bolsa de Comercio, Javier Milei sostuvo que la ciudadanía le encomendó tres misiones: reducir la inflación, la inseguridad y la corrupción. El resto de los problemas (pérdida de empleos, caída del poder adquisitivo, freno productivo) están en un segundo plano.
Como se sabe, la fuerte devaluación aplicada al comienzo del mandato se tradujo en un salto inflacionario del 25,5% en diciembre. A partir de allí, el Gobierno se vanaglorió de la trayectoria descendente que registró el Índice de Precios al Consumidor en los primeros cinco meses del año. Sin embargo, la tendencia bajista se interrumpió cuando los precios se incrementaron un 4,6% en junio, 0,4 puntos porcentuales más que en mayo.
Cambio de discurso
La respuesta oficial fue endurecer la política monetaria. En otras palabras, la estrategia es profundizar la reducción de los pesos que circulan en la calle. Para entender este punto es necesario realizar algunas aclaraciones. En general, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) emite pesos cuando financia al Tesoro Nacional, cancela deuda propia (capital y/o intereses) como pueden ser los pases pasivos o Leliqs, y compra divisas a los exportadores.
En esta materia, lo que hizo el Gobierno fue cortar el financiamiento del Tesoro (al obtener superávit fiscal) e ir traspasando la deuda del Banco Central (pases) al Tesoro (Lecap, las Letras que emite la secretaría de Finanzas o las anunciadas «Letras de Regulación Monetaria»).
Para Luis Caputo, hasta hace unos días, la tercera fuente de expansión de la base monetaria (compra de divisas del BCRA) no era ningún problema porque tenía como contrapartida los dólares de respaldo. Esa diferenciación entre emisión «buena» y «mala» no es novedosa. En un reporte de la firma Invertir en Bolsa (IEB) se precisa que «Álvaro Alsogaray inmortalizó el concepto de que el tercer factor (la expansión monetaria para comprar billetes) era el único no espurio y que los otros dos (la emisión para financiar al fisco y a los bancos) eran inflacionarios»
Dólares. Incómodo con la brecha cambiaria, el Gobierno usó reservas del Central para frenar la suba de la divisa paralela.
Foto: Horacio Paone
Sin embargo, la emisión «benigna» pasó a ser «maligna» desde el sábado pasado. Ese día, el presidente anunció el plan «emisión cero total» desde el campamento de multimillonarios de Sun Valley, en Estados Unidos. En paralelo, el ministro Caputo explicó que «si el BCRA comprara dólares en el Mercado Único de Cambios (MULC), la emisión de pesos equivalente será esterilizada con la venta de dólares equivalente en el mercado de contado con liquidación (CCL). Es decir, la cantidad de pesos ya no crecerá más».
¿A qué se debe el cambio discursivo? La respuesta más probable es que preocupa cómo se amplió la brecha cambiaria entre el dólar oficial y las cotizaciones paralelas. Desde mediados de mayo, la brecha creció del 20% a más del 50%, cuando el «mercado» tomó nota de cómo le costaba al Banco Central acumular reservas internacionales. Es más, la autoridad monetaria terminó con una leve pérdida de 47 millones de dólares en junio, a pesar de tratarse de un mes donde todavía jugaba a favor la liquidación de la cosecha gruesa. ¿Por qué el aumento de la brecha preocupa al Gobierno? Porque presiona sobre los precios, genera incertidumbre cambiaria y dificulta el desarme de los controles de cambios (el denominado «cepo») que constituye uno de los objetivos explícitos de la política económica oficial.
Un informe de la consultora PxQ, dirigida por el economista Emmanuel Álvarez Agis, sostiene que «al margen del artilugio argumentativo que implica presentar la medida como una modificación de la política monetaria y no de la cambiaria, el trasfondo es claro: el Gobierno está incómodo con el nivel de la brecha cambiaria y decide usar reservas para tratar de frenar la suba del dólar paralelo. La contradicción entre tener que ponerle un techo al dólar paralelo y mantener el ideario de no intervención en el mercado obliga al Gobierno a hacer piruetas argumentativas respecto a la lógica de no−emisión».
La reacción del «mercado» estuvo lejos de ser favorable. La caída de la cotización de los bonos soberanos, que implica una suba del riesgo país, implica que crecieron las dudas sobre la capacidad de pago de Argentina.
Más allá de los vaivenes en las pizarras de los activos financieros, la anunciada intervención en el mercado cambiario significa una menor acumulación de reservas internacionales. Así, la escasez de dólares continúa siendo un problema estructural irresuelto a pesar de los pases de magia ensayados por Luis Caputo. «Dada la evidente inconsistencia del esquema cabe preguntarse si el Gobierno no aspira a desplomar la brecha cambiaria en el corto plazo para levantar intempestivamente los controles cambiarios», se pregunta el economista Pedro Gaite. El tiempo dará la respuesta.