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La política económica del gobierno nacional muestra a las claras un nuevo modelo de desarrollo donde la actividad industrial es desplazada por los servicios. Aumento de la entrada de productos extranjeros, caída del consumo y desocupación.


Alimentos nacionales. Uno de los sectores con mayor contracción de la demanda. (Santiago Suarez)

 

Los datos oficiales revelan que la actividad industrial cayó 8% interanual en octubre, llegando al 4,9% el retroceso acumulado en los diez primeros meses del año. Esta pésima perfomance productiva multiplica las quejas de la dirigencia empresarial, como quedó demostrado en la 22º Conferencia Industrial Argentina –organizada por la Unión Industrial Argentina (UIA)–, que se desarrolló en noviembre en Parque Norte, donde el ambiente predominante fue de clara preocupación.
Allí, el vicepresidente de la UIA, José Urtubey,  reclamó al gobierno nacional «dejar de combatir la inflación en detrimento del mercado interno», al mismo tiempo que pronosticó un «difícil» 2017. Además, sostuvo que está muy bien la constitución de la Mesa de Diálogo por la Producción y el Trabajo, convocada por el gobierno nacional, pero que se debe discutir «qué modelo de desarrollo de país queremos».
En febrero pasado, la vicepresidenta Gabriela Michetti, en un diálogo con periodistas acreditados en Casa Rosada, afrimó que «el modelo de país que quiere Macri es India… vamos hacia un modelo agroexportador y de servicios, basta de industrias».
Y lo cierto es que la industria enfrenta una tormenta perfecta. La producción nacional está siendo desplazada, en un contexto de caída de la demanda interna, por manufacturas importadas.
En ese sentido, la carrera de Economía del Desarrollo de la Universidad Nacional de Quilmes elaboró el Índice Hecho en Argentina (IHA), que estima la evolución del consumo interno de productos nacionales.  La primera medición difundida por la institución universitaria revela que, en los primeros nueves meses de 2016, la demanda interanual de productos industriales de fabricación nacional se contrajo 8,3%. La caída alcanza a todos los eslabones del entramado industrial. Los sectores con peor desempeño fueron: metales comunes (-16%), minerales no metálicos (-10%), maquinaria y equipo (-9%) y alimentos (-9%).
Su contracara es el incremento en la participación de los bienes importados en el consumo interno. El «coeficiente de importaciones» alcanzó el 20,3%, un aumento interanual de 1,8 puntos porcentuales.
El informe de la Universidad de Quilmes advierte con claridad que «la producción industrial nacional enfrenta una situación crítica en la que se conjugan dos elementos negativos: por un lado, la fuerte contracción en la capacidad de consumo de la población en un año en que los salarios y las jubilaciones quedaron relegados en relación con la evolución de la inflación y, a la vez, la creciente participación de los bienes importados en el mercado doméstico».

 

Ajuste en curso
El consumo privado –principal componente de la demanda agregada– representa aproximadamente el 75% del PIB. La política económica macrista derrumbó el consumo y, en consecuencia, la actividad productiva. El índice de consumo, elaborado por el Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala, mostró una caída interanual del 5,2% en octubre.  
El diagnóstico del gobierno hizo eje en que, durante la etapa kirchnerista, se produjo una sobreexpansión del consumo. El economista Javier González Fraga resumió esa visión cuando sostuvo que «les hicieron creer a los empleados medios que podían comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior».
Sin perjuicio de eso, el oficialismo «descubrió» recientemente que los argentinos valoran el consumo. El diario La Nación cuenta que «un relevamiento que hizo Isonomía, una de las consultoras que aportan datos al oficialismo, detectó que el concepto «consumo» fue profundamente revalorizado durante la década kirchnerista como un factor determinante en el humor social. La correlación entre acceso al consumo y optimismo económico se quintuplicó entre 2004 y 2015. Es la variable decisiva, por encima incluso de la inseguridad».
En consecuencia, las urgencias electorales pueden llegar a moderar el ajuste en curso. Así, la estrategia oficial de corto plazo apunta a lograr un repunte en las ventas por  la típica inyección de recursos de fin de año (bonos para algunos trabajadores, eximición de Ganancias en el aguinaldo y lanzamiento del Ahora 18). Sin embargo, a diferencia de lo acontecido durante el kirchnerismo, esa demanda adicional tendrá un menor impacto sobre el sistema productivo local como consecuencia de la apertura económica. En otras palabras, el fuerte crecimiento de las importaciones de bienes de consumo finales perjudica directamente al entramado doméstico (ver cuadro).

 

Desempleo
El Instituto Nacional de Estadística y Censos publicó los datos del mercado de trabajo argentino correspondientes al tercer trimestre del año, donde muestra que la tasa de desempleo alcanzó el 8,5%. El comunicado oficial del INDEC destacó la reducción «estadísticamente significativa» del desempleo con respecto al trimestre anterior (cuyo valor había sido del 9,3%).

 

Esta afirmación es inexacta por distintas razones. En primer lugar, la comparación debe hacerse con el mismo trimestre del año pasado, y en ese período, la tasa de desempleo fue del 5,9%. Por otro lado, el margen de error de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) impide afirmar que efectivamente se produjo una reducción del desempleo entre el segundo y tercer trimestre del 2016. Y por último, el crecimiento trimestral del empleo registrado en la EPH (+ 1,2%) resulta, como mínimo, curioso, debido a que es contradictorio con lo que surge de otras fuentes estadísticas.
El investigador del Conicet Daniel Schteingart señala que «la otra fuente de información sobre el mercado de trabajo es el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), que presenta a la vez una ventaja y una desventaja: contiene los registros administrativos de todos los empleados formales, de modo que no tiene el problema asociado a las muestras (como en el caso de la EPH), es un dato 100% preciso. El problema que tiene es que no contempla a los trabajadores informales (…) Los datos del SIPA muestran, para el mismo período, una suba del 0,3% para el empleo formal. La única chance de que el empleo total haya crecido el 1,2% (como muestra la Encuesta Permanente) es que el empleo informal haya crecido un 3,1%, cifra muy poco probable en un contexto recesivo como el actual».
Por su parte, el instituto Citra-Conicet alertó que el desempleo juvenil (entre 15 y 24 años) creció del 19% al 24,6% en términos interanuales. Dentro de ese universo, los más afectados son las mujeres y aquellos que no finalizaron los estudios secundarios.

 

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