4 de noviembre de 2024
La calma financiera actual, de la que se vanagloria el Gobierno, se asienta sobre intervenciones, blanqueo de capitales y carry trade y despierta dudas acerca de su sustentabilidad.
Paolo Rocca. El zar del acero también advirtió sobre la viabilidad del proyecto.
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El frente financiero afrontó fuertes turbulencias a mediados de este año. En julio, el dólar paralelo llegó a tocar los $1.500. Las tensiones se descomprimieron de la mano de las intervenciones oficiales (directas e indirectas) en el mercado del Contado con Liquidación, el exitoso blanqueo de capitales y el retorno del «carry trade» (desarme de posiciones en dólares para invertir en pesos). En relación con este último punto, un informe de Epyca Consultores sostiene que «en lo que va del año, la ganancia que generó el carry trade fue en promedio de 32% en dólares (el más alto desde 2003), una cifra que se vuelve aún más competitiva si se tiene en cuenta la caída general en el nivel de actividad (y de la tasa de ganancia) en los sectores productivos». Esta mezcla de intervenciones, blanqueo y bicicleta financiera tuvo como resultado un achicamiento de la brecha cambiaria (a menos de 20 puntos porcentuales) y una caída del riesgo país. La mayor calma financiera fortaleció al Gobierno nacional a pesar del costo político que implicó el veto al aumento a los jubilados y al refuerzo presupuestario a las universidades.
El gran interrogante es la sustentabilidad de este esquema, aun dejando a un lado la cuestión del costo social asociado al plan de ajuste implementado. Por caso, el FMI presiona por una devaluación del tipo de cambio oficial. Ese reclamo también es acompañado por importantes actores locales, agropecuarios e industriales. En el foro del sector del acero celebrado en el Hotel Hilton, a fines de octubre, el influyente Paolo Rocca planteó la necesidad de «un tipo de cambio que refleje la productividad de factores y no los flujos de capital de corto plazo». En un inusual tono crítico, el CEO de Techint advirtió que si bien las importaciones «ayudan a controlar la inflación, tienen un poder destructivo sobre la actividad industrial».
Por su parte, el Gobierno sabe que una importante corrección del tipo de cambio impactaría en los precios, poniendo en crisis el relato desinflacionario. Por eso, el economista ortodoxo Ricardo Arriazu (muy respetado por Milei) sostuvo que: «Yo creo que, si devaluamos, chau, se acabó todo el programa, se acabó (Javier) Milei, se acabó todo».
En el aire. La bicicleta financiera de los últimos 10 meses dejó 50% de ganancia en dólares.
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Explicaciones
El nivel adecuado del tipo de cambio de una economía, en un momento dado, es un tema complejo. En primer lugar, la autoridad monetaria debe tener poder de fuego (divisas) para poder defender una determinada cotización. En segundo lugar, el tipo de cambio debería alinearse con el grado de la productividad de la economía.
Más allá de la teoría, lo concreto es que la mayor «competitividad» provocada por la megadevaluación de diciembre del año pasado ya es cosa del pasado. Desde entonces, la virtual reedición de la tablita de José Alfredo Martínez de Hoz produjo una fuerte apreciación cambiaria. El encarecimiento en dólares de Argentina es advertible, por ejemplo, en los flujos turísticos. En septiembre de este año (último dato publicado por el Indec), la cantidad de turistas argentinos que viajaron al exterior creció un 30,4% interanual. En particular, los viajes a Chile se incrementaron un 77,5% con relación a septiembre de 2023. Por el contrario, la recepción de turistas extranjeros en Argentina tuvo una caída interanual del 15,9%. Como resultado de esa dinámica, la cuenta servicios del balance cambiario (que incluye los ingresos y egresos por turismo) tuvo un déficit de US$645 millones en septiembre. En el acumulado de los primeros nueve meses del año, el rojo alcanzó los US$3.075 millones.
Otro indicador clave para evaluar esta cuestión es el nivel del Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM). El TCRM mide el precio relativo de los bienes/servicios de Argentina con respecto a los principales socios comerciales. Es un importante indicador de competitividad (de tipo precio) publicado de manera diaria por el Banco Central de la República Argentina. En otras palabras, el TCRM captura las fluctuaciones de las monedas y de los precios de los países con vínculos comerciales. El valor actual de este índice ya está en niveles similares a noviembre de 2023, cuando, según las autoridades actuales, estaba muy atrasado. De acuerdo con ese diagnóstico, la conducción económica mileísta aplicó una suba del tipo de cambio del 118%. Con una mirada de más largo plazo, el economista Juan Manuel Telechea explica (en su newsletter del sitio Cenital) que el TCRM «ya se ubica por debajo de los niveles que tenía previo a la devaluación de principios de 2014; la de mediados de 2018; la de las PASO 2019; y la de las PASO 2023».
La historia económica argentina enseña que los procesos de fuerte apreciación cambiaria terminan mal. El «deme dos» de la dictadura cívico-militar y la convertibilidad menemista fueron ejemplos paradigmáticos de ese fracaso. El Gobierno libertario dice que esta vez será distinto. El mundillo financiero, por ahora, le cree.