6 de agosto de 2014
Pese a ser definidos por ley como bienes sociales, la producción de medicamentos se realiza en un mercado oligopólico. El rol de los laboratorios públicos y las políticas oficiales.
Hace unas semanas el Gobierno nacional reglamentó después de tres años la Ley de Investigación y Producción Pública de Medicamentos donde establece que «la investigación y producción de medicamentos se orientará prioritariamente a la generación de medicamentos esenciales, conforme a la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS)», y tendrá como propósito «actualizar la demanda de medicamentos y, si correspondiere, reorientar la investigación y el desarrollo del sistema de producción pública». La ley 26.688, promulgada en 2011, concibe a los medicamentos como «bienes sociales», establece que su producción en laboratorios públicos es «de interés nacional», y tiene como marco de referencia la preexistente red de laboratorios públicos –nacionales, provinciales, municipales y universitarios–. Sobre esta base, la norma requiere «promover compras centralizadas de insumos» o «establecer un procedimiento que permita una eficaz distribución» entre las jurisdicciones. Si bien algunos de estos laboratorios públicos tienen presencia en el mercado interno y externo, «su participación relativa en el conjunto de la producción farmacéutica argentina es del 15% en términos de su valor de producción», sostienen Cristina Bramuglia, Cristina Godio y Rosana Abrutzky en «La producción pública de medicamentos en la Argentina. Interrogantes y oportunidades». Sin embargo, agregan, «no hay duda de que en términos distributivos tienen una incidencia positiva en la calidad de vida de la población».
Tanto frente a la promulgación de la ley –en 2011– como en su reglamentación, los laboratorios privados nacionales y extranjeros hicieron oír su voz –en contra–. Desde la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (CILFA) y la Cámara Empresaria de Laboratorios Farmacéuticos (COOPERALA), organizaciones que agrupan a las firmas de capital nacional, «sostienen que el financiamiento destinado a la industria farmacéutica debe ser para sus empresas representadas. Mientras que la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME) –organismo que representa básicamente a las empresas de capital extranjero– expresa que no piensa que los laboratorios públicos constituyan una amenaza. Los laboratorios públicos no producen medicamentos de alto costo, ni inciden en la fijación de precios del mercado farmacéutico que es un oligopolio caracterizado por la presencia de empresas grandes que abastecen gran parte de la demanda y establecen un piso para los precios de sus productos que son, en términos internacionales, altos», afirman Bramuglia, Godio y Abrutzky.
Ganadores y perdedores
La industria farmacéutica nacional se estructura en torno a la figura de los laboratorios. De acuerdo con datos de CILFA, en noviembre de 2012, el sector se componía de 230 laboratorios registrados. Los primeros 10 (6 de capital nacional) explican el 42,6% de las ventas del conjunto, mientras que las plantas industriales son 110 –93 de capital nacional y 17 multinacionales–. Los laboratorios de capital nacional tienen una participación del 59,5% en la facturación y 65% de las unidades vendidas. Mientras que las firmas extranjeras alcanzan el 40,5% restante de las ventas y el 35% de las unidades vendidas. Lidera las ventas en el país, la multinacional Bayer, con 16,5% del mercado, seguido por Roemmers –Argentina– (9,5%), Roche (9,4%), Novartis Argentina (7,1%) y Bagó (6,3%). Los laboratorios son además los que establecen los lineamientos en cuanto a precios, márgenes de comercialización, mecanismos de financiamiento y retribuciones a otros actores de la cadena, señala un informe del sector de la consultora privada BDO, como las farmacias –13.500 aproximadamente, con una facturación en medicamentos que ronda los $20.000 millones–; las distribuidoras –4 en la actualidad que procuran avanzar hacia un proceso doble de especialización e integración vertical y que en su posicionamiento fueron desplazando a las droguerías–; y las droguerías –504 registradas en Anmat, aunque se observa una clara tendencia a la concentración de la fabricación en los laboratorios–. Tras los cambios regulatorios y la apertura comercial de los 90, el sector vio afectada su dinámica y su configuración. Los «ganadores» de la década neoliberal –de acuerdo con la publicación de la serie Producción Regional por Complejos Productivos del Ministerio de Economía–, fueron los laboratorios transnacionales y un reducido grupo de laboratorios nacionales de mayor escala. Mientras que en el renglón de los «perdedores», se posicionaron los laboratorios nacionales pequeños debido a que –por la nueva ley de patentes de 1996– se vieron imposibilitados de continuar realizando copias de medicamentos.
No obstante, tras la crisis de 2001-2002 continuaron los cambios en el sector. Un número importante de laboratorios transnacionales dejó de producir total o parcialmente en el país, abasteciendo o complementando su oferta en el mercado local vía importaciones. Además, firmaron acuerdos de producción (licencias) con laboratorios nacionales. De la misma forma, a partir de la promulgación de la denominada Ley de Genéricos en 2003, los laboratorios nacionales ganaron participación en el mercado local produciendo a gran escala, mientras que las firmas de menor escala relativa (las pymes) mostraron una importante recuperación, incrementando su competencia vía precios. Sin embargo, en nada se modificó la marcada oligopolización del mercado farmacéutico: en la actualidad, las 30 primeras firmas conforman el 76% de las ventas tanto en unidades como en valores. Pero con una importante característica que distingue al mercado nacional de sus pares de América Latina: en el nuevo siglo, crece la participación de las ventas de los laboratorios nacionales frente a los de capital extranjero. En la actualidad, la mayor parte de la cuota de mercado (61,4% en volumen y 56,4% en ventas) está en poder de empresas nacionales. Los argentinos ocupan 8 de los 10 primeros puestos del ranking de ventas (Roemmers, Bagó, Elea, Gador, Casasco, Raffo, Baliarda, Montpellier). Los dos únicos extranjeros que participan del top ten son Bayer, en el quinto puesto, y Pfizer en el noveno. Esta tendencia –señala el informe de Economía– se explica por las diferentes estrategias llevadas adelante por las multinacionales y las firmas nacionales.
Además de la concentración del mercado –que se replica también en las distribuidoras y mandatarias– el sector presenta una alta concentración territorial, ya que el 80% de los laboratorios tienen sus instalaciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Le siguen en importancia Santa Fe y Córdoba. Esto se explica por dos cuestiones: en primer lugar, la distribución de la población y en segundo, por la cercanía con los organismos estatales que definen las compras para el sector en el ámbito gubernamental nacional.
Fabricación y ventas
En nuestro país, el 71,8% de la demanda interna es abastecida por producción nacional, y el 28,2% restante corresponde a ventas de medicamentos importados que, por lo general, son ofrecidos por los mismos laboratorios (nacionales o extranjeros), señala un reporte sectorial de la consultora BDO. En ese marco, y de acuerdo con datos del Informe de Coyuntura del sector del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), las ventas de la industria farmacéutica crecieron 20,9% en el cuarto trimestre de 2013 en relación con el mismo período del año anterior. Mientras que su facturación ascendió en el mismo año a $27.035 millones, que representó un crecimiento del 18,8% respecto al anterior. De ese total, $19.325 millones correspondieron a ventas en el mercado interno de medicamentos elaborados en la Argentina, que registraron un crecimiento del 21,1%. De acuerdo con el informe del Indec, otros $5.589 millones correspondieron a la facturación de los laboratorios radicados en la Argentina por ventas de medicamentos que importaron, con un alza del 16,1%. En el rubro exportaciones –el sector exporta históricamente cerca del 20% de la producción local–, los laboratorios registraron el año pasado montos por $2.120 millones de pesos, con un alza del 6,5% frente a 2012. La balanza comercial del sector es estructuralmente deficitaria, debido a la escasa producción local de principios activos, y por otro lado, por la operatoria llevada adelante por las compañías multinacionales, que además de importar medicamentos para su comercialización local, operan como centros de comercialización y distribución regional, siguiendo la estrategia diseñada por sus casas matrices.
En cuanto a precios, el valor promedio a salida de laboratorio (medido en dólares), comenzó un ciclo estable de crecimiento a partir de 2004 que se prolonga hasta la actualidad. De acuerdo con el informe de la serie Producción Regional por Complejos Productivos del Ministerio de Economía, el precio de venta al público del medicamento, es, en promedio, un 75% más elevado que el de salida del laboratorio. «Los precios mayoristas habituales y el precio de venta de la droga en farmacia presentan diferencias alarmantes que explican buena parte del nivel de la renta monopólica que se apropian en la venta las principales empresas del sector», sostienen en el informe El mercado de medicamentos en Argentina (2009), Brenda Quintana y Liliana Piani. «Medicamentos ampliamente consumidos por la población –señalan Quintana y Piani– también presentan elevados precios finales en relación con el costo de la droga, que denota el grado de concentración de la producción y distribución de los medicamentos de uso masivo. Tal es el caso del Lexotanil producido por el grupo extranjero Roche cuyo precio final supera en 2.258% el costo, como también el caso del sustituto producido por el grupo local Bagó cuyo precio final supera en 2.165% su costo. En la misma situación se encuentra la comercialización de la Aspirina por parte del laboratorio extranjero Sanofi Aventis que obtiene un precio final que excede en 1.751% su costo. Margen que es del 572% para la Bayaspirina comercializada por el grupo extranjero Bayer».
—Mirta Quiles