13 de junio de 2018
Las tensiones en el mercado cambiario de los últimos meses pusieron de manifiesto la creciente exposición a las perturbaciones externas de las políticas de Cambiemos. El desmantelamiento de la regulación sobre los flujos de capitales y la liberalización del comercio exterior eliminaron diques de contención de la economía. Desprovistos de ellos, el aleteo de una mariposa en cualquier parte del mundo puede tener un efecto fuerte en Argentina.
El libre acceso al mercado de cambios habilitó la dolarización del sector privado. Conjugado con la eliminación de límites a no residentes que quieran realizar operaciones financieras, eso potenció el arribo masivo de capitales golondrina, que no dudan en «volar hacia la calidad» (bonos del Tesoro de los Estados Unidos) cuando avizoran incertidumbre.
Por el lado del comercio exterior, la disminución de las retenciones a las exportaciones y la eliminación de la obligatoriedad de ingresar las divisas al mercado local, sumadas al auge importador, volvieron negativo el balance comercial. El déficit del año pasado fue el mayor desde 1998. Esto incrementó con notoriedad la dependencia del endeudamiento externo y los mercados de capitales.
El aleteo en esta oportunidad fue la suba de la tasa de interés de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Si bien no es un evento despreciable, fue un alza leve respecto a la que podría ocurrir si recrudece la crisis internacional. Sin embargo, impactó más a Argentina que a otros países. Causó una devaluación del 22% y pérdida de reservas internacionales por más de 10.000 millones de dólares. Con ese trasfondo, el gobierno aprovechó para acercarse al FMI para recibir un auxilio financiero: conocido aliado de la derecha cuyas exigencias le vendrán como anillo al dedo para justificar la aceleración del ajuste que pretende impulsar.
