23 de agosto de 2024
El discurso dogmático monetarista del Gobierno de Milei, con su eje puesto en el ajuste draconiano para desacelerar la inflación, hace prever un escenario que se complica día a día.
En tándem. El planteo de que la inflación desaparece cerrando todas las canillas de emisión monetaria parece no corroborarse en la práctica.
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La ideología de un Gobierno condiciona los objetivos y prioridades de la política económica. Según Norberto Bobbio, la principal diferencia entre derecha e izquierda es su actitud frente a la idea de igualdad. De manera esquemática, el famoso politólogo italiano planteaba que las políticas de izquierda tienden a atenuar y reducir los factores de desigualdad. Por el contrario, la derecha está convencida de que las desigualdades son naturales y, por lo tanto, ineliminables.
Más allá de las diferencias ideológicas apuntadas, los Gobiernos suelen compartir una enumeración de múltiples objetivos de política económica: crecimiento, generación de puestos de trabajo, disminución de la pobreza, estabilidad de precios, equilibrio externo y fiscal, entre otros. Ese listado de lugares comunes, con mayor o menor énfasis en algún apartado, puede ser compartido por fuerzas políticas de distinto signo político. El diablo está en los detalles. Por ejemplo, el equilibrio fiscal puede alcanzarse con un aumento de los impuestos a los sectores más pudientes o recortando los gastos sociales, por poner solo un ejemplo.
El caso del Gobierno libertario es particular porque el único objetivo de política económica, por lo menos en el corto plazo, pareciera ser la desaceleración inflacionaria. En ese marco, la dupla Milei-Caputo enarbola la tendencia descendente de la inflación (desde niveles altísimos) como un valioso trofeo. Sin embargo, el planteo simplista de que la inflación desaparece cerrando todas las canillas de emisión monetaria no se está corroborando (una vez más) en la práctica. Por caso, la inflación núcleo de julio (3,8%) fue levemente superior a la de mayo y junio (3,7%). El cálculo de la inflación núcleo excluye los precios estacionales (frutas, verduras, transporte por turismo y alojamiento y excursiones) y regulados (tarifas de servicios públicos, sistemas de salud, transporte público, teléfono, educación privada).
La relativa estabilidad de la inflación núcleo revela la existencia de un piso «inercial» muy difícil de perforar a pesar de la fuerte baja de la actividad y el consumo.
Sin alternativa
Lo cierto es que el durísimo ajuste monetario está siendo acompañado por otras medidas, como la intervención en el mercado del dólar paralelo financiero y crawling peg del 2%, entre otros, que contradicen el discurso dogmático monetarista. Si la emisión explica todo, ¿para qué contener el precio del dólar? La respuesta podría ser que el miedo no es zonzo. Más allá de las declaraciones para la tribuna, el ministro Luis Caputo entiende la importancia de controlar este precio básico de la economía argentina.
Alta presión. El sector agroexportador es uno de los actores económicos que pujan por una devaluación debido al atraso cambiario.
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Juan Domingo Perón decía que «gobernar es crear trabajo». Por su parte, el líder brasileño Fernando Henrique Cardoso afirmaba que «gobernar es explicar». Sin ninguna duda, el difícil arte de gobernar incluye las dos condiciones señaladas por Perón y Cardoso. Adicionalmente, la gobernabilidad argentina depende mucho de la cotización de la moneda estadounidense. La estabilidad cambiaria es una condición necesaria (aunque no suficiente) para tranquilizar el ánimo ciudadano.
¿Qué está ocurriendo en la actualidad? El tipo de cambio oficial, luego de la drástica devaluación de diciembre del año pasado, se incrementó a un ritmo muy inferior a la inflación. En ese marco, poderosos actores económicos (entre ellos, el «campo» y el FMI) presionan por una devaluación porque diagnostican la existencia de un atraso cambiario. Como se sabe, una suba importante el tipo de cambio impacta (en mayor o menor medida) en los precios. Eso implicaría poner en crisis el relato oficial del sendero desinflacionario.
En una charla en el Rotary Club, el economista ortodoxo Ricardo Arriazu sostuvo que «la mayoría de los economistas cree que hay que devaluar. Yo creo que no. Yo creo que, si devaluamos, chau, se acabó todo el programa, se acabó (Javier) Milei, se acabó todo». Mantener el esquema actual «es duro, pero claramente no hay otra alternativa, pero el programa tiene que ser consistente porque si no vuela todo por los aires», concluyó Arriazu. Estas declaraciones son importantes porque, como se sabe, es uno de los economistas más escuchados y respetados por Milei. En ese sentido, el discurso del presidente argentino en la 21 edición del Council of the Americas estuvo muy en línea con el planteo de Arriazu. Bajo la atenta escucha del «Círculo Rojo», reunido en el hotel Alvear Palace, Milei sostuvo que «nosotros no estamos dispuestos a devaluar para arruinar a los argentinos». La sentencia resulta extraña en boca de un dirigente político que inauguró su presidencia con una suba del tipo de cambio del 118%.
Más allá de eso, la estabilidad del tipo de cambio no depende solamente de una decisión política. El Banco Central tiene que contar con las reservas suficientes para bancar esa parada. En otras palabras, el voluntarismo político no suple la escasez de dólares.
¿Y por casa cómo andamos? De acuerdo a la consultora Eco Go (dirigida por la economista Marina dal Poggeto), el Gobierno libertario ya utilizó U$S 12.400 millones para intervenir en el mercado cambiario. La mayoría de ese monto es producto de la liquidación del 20% de las exportaciones (dólar agro) en el mercado del Contado con Liquidación. A eso se sumaron, a partir de julio, las ventas directas de bonos por parte del Banco Central. Ese nivel de intervención es mucho mayor al efectivizado por Martín Guzmán (2.776 millones) y Sergio Massa (7.819 millones) cuando estuvieron al frente de la cartera económica, según los cálculos de Eco Go. Lo cierto es que, como resultado de esta dinámica, la autoridad monetaria dejó de comprar dólares desde el mes de junio. Las reservas netas se mantienen en terreno negativo y con una tendencia declinante. Un escenario difícil, no apto para optimistas.