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El laberinto libertario

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Daniel Víctor Sosa

El presidente aseguró que la inflación «se está desplomando», resaltó el superávit fiscal y proyectó un sendero de crecimiento. Un discurso alejado de la realidad de millones de argentinos.

Gabinete económico. Milei acompañado por Luis Caputo, Pablo Quirno, Santiago Bausili y Vladimir Werning.

Foto: NA

El esfuerzo que viene haciendo desde diciembre casi la totalidad de la población fue definido anoche por el presidente de la nación, Javier Milei, como «el camino a la prosperidad». Un sendero en el que la inflación «se está desplomando» y que, a su juicio, justifica la fuerte pérdida de ingresos de trabajadores y jubilados, y la recesión inducida que afecta principalmente a las pequeñas y medianas empresas.
La realidad, no mencionada en el discurso por cadena nacional, es que la contrapartida de esa política, junto con una clara transferencia de recursos en favor de grupos económicos concentrados y en perjuicio del grueso de la población, es el ahorro estatal cuyo destino es el pago puntual de los intereses de deuda.
Precisamente, Milei resaltó el logro del superávit financiero del sector público durante marzo, de 275.000 millones de pesos, «un hito que no tiene parangón en la historia del mundo occidental». Con lo cual, luego de casi 20 años, se registró en el primer trimestre el «milagro económico» de un saldo favorable de 0,2% del Producto Interno Bruto (PIB).
La presunta resignación popular subyacente en ese resultado tuvo palabras de aliento del jefe de Estado. El pueblo, definió, «ha decidido abandonar la esclavitud y emprender el largo camino por el desierto hacia la tierra prometida». Milei dijo también que «ya hemos recorrido más de la mitad del camino» y aseguró que valdrá la pena «el último tramo de un esfuerzo heroico».

Grandilocuencia
El discurso presidencial se cargó de adjetivos y utilizó un tono grandilocuente para aludir a la «estrepitosa herencia» recibida y prometer el final del «infierno inflacionario» de una vez y para siempre.
La «piedra angular» para detener el ritmo de suba de precios, insistió, como lo hicieron en el pasado otros intentos neoliberales, es el superávit fiscal. Aspecto que le mereció un encendido autoelogio por haber realizado «una hazaña de proporciones históricas a nivel mundial».
Esa y otras hiperbólicas afirmaciones, sin embargo, dista de ajustarse a los datos concretos y solo se apoya en cifras y proyecciones imaginarias. Milei habló así un déficit recibido de «más de 15 puntos del producto», de los cuales ajustaron 13 en apenas tres meses, a fin de encaminar a «un país quebrado y al borde de una hiperinflación».
La situación de fines de 2023, remarcó, era semejante a «la previa del Rodrigazo, una de las peores crisis de nuestra historia», en referencia al fuerte salto en el costo de vida durante la gestión del ministro de Economía de 1975, Celestino Rodrigo. Según proyectó el presidente (sin mayor aval técnico), la inflación corría al 1,2% diario a mediados de diciembre. Con lo cual se llegaría al 7.600% anual, que se elevaría al 15.000% por el sobrante monetario y un Banco Central quebrado. Una proyección solo respaldada por su creencia. Todo a partir del déficit fiscal, «producto de la obsesión de los políticos argentinos por gastar lo que no tenemos». Y tras agotar las fuentes de endeudamiento y la suba de impuestos, se recurría a la emisión monetaria, que es (dicho también sin ningún sustento académico) «la única y probada causa de la inflación».
En la emergencia, continuó Milei, sin tiempos «para nuevos experimentos gradualistas, avanzamos en el programa de estabilización de shock más ambicioso de nuestra historia».

Detalles
«Nuestro plan está funcionando», aseguró el presidente, para luego entrar en detalles con datos, como mínimo, controvertidos. Dijo, por ejemplo, que solo 0,4% del recorte estatal respondió a la pérdida de poder adquisitivo de las jubilaciones, que en realidad obedeció a la fórmula de movilidad de haberes del Gobierno anterior. El grueso del ajuste (4,6% del PIB) afectó «solamente a aquellos que fueron beneficiados por el modelo empobrecedor del pasado», ya que radicó en la poda del gasto «que la política utilizaba indiscriminadamente para comprar voluntades», sostuvo.
En este ítem Milei incluyó la reducción del 22% de los gastos de funcionamiento del Estado; la reducción del 76% de las transferencias indirectas a las provincias; y la baja del 87% en las partidas para obra pública «históricamente vinculada al festival de corrupción que ha sido la Argentina los últimos 20 años».
Las obras de infraestructura, anticipó, «pasarán a ser financiadas por el sector privado», a fin de evitar que el dinero «termine en los bolsillos de los políticos o sus amigos contratistas del Estado».
La salida de la crisis, resumió, no vendrá de la mano del presupuesto estatal, sino de «una dinámica de ahorro y reducción de impuestos hasta que la Argentina tenga un nivel de gasto público y de presión impositiva acorde al de un país que necesita crecer».
En ese contexto, vaticinó Milei, el crecimiento tendrá tres etapas: la primera, ligada a la combinación de sectores favorecidos por la corrección de precios relativos: minería, hidrocarburos y el sector agropecuario. Los salarios reales, en tanto, se irán recomponiendo (con mucha suerte) de la mano de una menor inflación.
La segunda etapa se vinculará con «oportunidades de inversión de muy alto retorno», luego de «la baja capitalización de la economía, fruto de 20 años de un populismo empecinado en destruir el capital». Finalmente, pronosticó Milei, «la retracción del fisco implica devolverle al sector privado 15 puntos del PIB en forma de ahorro, que permitirá financiar la inversión que genera crecimiento económico genuino». Y mayores serán los resultados en la medida que el Congreso «nos acompañe en el programa de reformas estructurales como ser el caso de la ley bases», concluyó.
Más allá de esas ilusiones, el programa neoliberal en curso, más intenso y aplicado a mayor velocidad que en el pasado, deberá atravesar aún retos de magnitud. Entre ellos, la creciente resistencia social de un amplio conjunto de damnificados por el rumbo oficial.

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