Economía | FUGA DE CAPITALES

El otro Fondo

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Daniel Víctor Sosa

Avanza el proyecto para pagar al FMI con recursos transferidos al exterior, un proceso estructural que condiciona las estrategias de desarrollo nacional.

Formación de activos externos. De acuerdo con el INDEC, en 2021 alcanzó los 360.082 millones de dólares.

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El proyecto de ley que propone crear un Fondo Nacional para la Cancelación de la Deuda con el FMI mediante la captación de dinero fugado al exterior, podría ser llevado al recinto de sesiones del Senado en la primera semana de mayo. La iniciativa oficial ya recibió un amplio respaldo de especialistas en materia económica y sindicalistas durante las audiencias previas, lo que abre una expectativa de obtención de recursos por una vía novedosa.
Esa expectativa se basa en que la formación de activos externos del sector privado no financiero, denominado «fuga de capitales», alcanzó al cierre de 2021 los 360.082 millones de dólares, según precisó el INDEC. Los activos de residentes argentinos crecieron así unos 7.010 millones de dólares, 2% en el cuarto trimestre del año pasado respecto del primero, mientras que el incremento frente a 2020 fue de 5,5% (17.768 millones de dólares) y se estiró a 7,4% si se considera la performance del último bienio (24.705 millones de dólares salidos del sistema). Desde luego, las cifras reales son mucho más elevadas toda vez que gran parte del dinero alojado fuera del país no está registrado, al provenir de fuentes delictivas (tráfico de armas o drogas, operaciones comerciales clandestinas), incluida la evasión fiscal.
En Argentina, el fenómeno está ligado básicamente con los regímenes de acumulación financiera (desde 1976 hasta 2001 y retomada durante el Gobierno de Mauricio Macri). «Ese tipo de modelo económico exhibe un vínculo estrecho con el endeudamiento», remarca la economista Magdalena Rúa. «La toma de deuda, explica, se combina con sistemas de libre cambio que financian la compra de moneda extranjera por parte de residentes locales y luego la salida al exterior de esa moneda», agrega. Florencia Médici, investigadora del CONICET y de la Universidad Nacional de Moreno, separó a los grandes evasores de los pequeños ahorristas que compran 200 dólares mensuales, ya sea en blanco como en el mercado negro, para ahorro o viajes al exterior. Y aclaró que este último segmento es muy reducido frente a la masa de divisas fugadas por grupos oligopólicos, sea por vías legales o de modo irregular.

Fenómeno estructural
El fenómeno fue definido como «estructural» durante un panel organizado por el Instituto Argentino de Desarrollo Económico (IADE). Allí Ignacio Trucco (Universidad Nacional Del Litoral – UNL), Leandro Rodríguez (Universidad Nacional De Entre Ríos – UNER) y Gustavo Burachik (Universidad Nacional del Sur – UNS) aportaron además un enfoque novedoso. Más allá de la particular intensidad de la formación de activos foráneos desde mediados de los años 70 y su estrecha relación con la especulación financiera y las crisis de deuda externa, ese proceso –advierten– debe ser evaluado «en el marco de los modos de integración de los sistemas económicos nacionales en el orden global». Lo distintivo, en el caso local, tiene como eje que las colocaciones externas se realizan con «rendimientos relativos bajos», normalmente inferiores a los pasivos originados en la misma economía.
Así, al margen de las ganancias extraordinarias de los capitales especulativos que entraron y salieron a tiempo, los académicos observan una masiva formación de activos externos de alta liquidez pero baja rentabilidad relativa, «a costa del quebranto en moneda extranjera, tanto el Gobierno como del Banco Central». Esas prácticas revelan la «desvinculación estratégica» entre el Estado y sectores de la sociedad civil, particularmente en lo que respecta a «la coordinación entre grupos socioeconómicos con capacidad para pujar sobre el excedente producido y valorarlo en divisas».
El contexto global, desde hace más de un siglo, muestra que el movimiento de entrada y salida de capitales, financieros y/o de inversión real, se produce de modo permanente y generalizado en todo el planeta. El caso argentino, sin embargo, expresa una grave vulnerabilidad de su posición internacional, en la medida en que la fuga de capitales contrapone las estrategias de desarrollo fundadas políticamente con las acciones individuales lucrativas (reacias al pago de impuestos o en oposición a políticas regulatorias).
Ese proceso, «financiado con inversión externa directa y ciclos de endeudamiento público a tasas extraordinariamente altas, pone en evidencia una dislocación estructural de la sociedad que podría interpretarse como una desvinculación estratégica entre el Estado y la sociedad civil», advierten Trucco, Rodríguez y Burachik; particularmente en lo que respecta a la coordinación entre grupos socioeconómicos con capacidad para pujar sobre el excedente producido y valorarlo en divisas.
La vía alternativa, dicen los economistas, es la seguida de modo emblemático por Noruega, donde la formación de activos externos tuvo un papel clave para evitar, moderar o postergar la restricción externa, y constituirse en un pilar de la estrategia de desarrollo.