11 de noviembre de 2024
El Gobierno se esperanza con un alivio financiero y la llegada de inversiones, pero deberá afrontar nuevas turbulencias en 2025. El proteccionismo estadounidense, contracara de la apertura argentina.
FMI. El presidente argentino espera un trato en mejores condiciones con el organismo financiero por influencia del líder republicano.
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Frente al giro de las políticas en la principal potencia mundial, Estados Unidos, algunos analistas prevén la apertura de nuevos canales para agilizar el plan argentino de reformas antiestatales y paliar, o al menos suavizar, el drástico ajuste con efectos recesivos, empobrecedores y de recorte de derechos impuesto por el Gobierno nacional.
El entusiasmo en la Casa Rosada por la victoria de Donald Trump –basado en afinidades políticas e ideológicas– no opaca, sin embargo, múltiples señales según las cuales el programa del electo presidente de EE.UU. no es el más conveniente frente a las urgencias locales.
El ministro de Economía, Luis Caputo, confía en que las buenas relaciones entre Trump y el jefe de Estado argentino permitan hacer «vista gorda» sobre la demora en el cumplimiento de compromisos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y destrabar el año próximo desembolsos del financiamiento otorgado por el organismo.
La máxima ilusión, en este frente, es que el FMI acepte reformular el actual acuerdo y flexibilice sus condicionamientos. Al fin de cuentas, fue en 2018 que Trump allanó el camino para que le otorgaran a la gestión de Mauricio Macri 47.000 millones de dólares. Luego, el expresidente Alberto Fernández firmó un segundo acuerdo, y la apuesta de Javier Milei es a una nueva reformulación.
Se reavivan además las esperanzas de inversiones que alleguen fondos frescos, no solo para apuntalar la reactivación productiva, sino especialmente para respaldar el fin del «cepo» cambiario.
Soja. Entre una eventual baja del precio de los commodities y el beneficio que podría causar al país que China no le compre a EE.UU.
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Gran cliente
En un sentido menos favorable, el retorno del magnate republicano a la Casa Blanca anticipa un mayor proteccionismo comercial como resguardo de las industrias del norte, a las que les concederían además nuevas bajas de impuestos. La contrapartida sería un mayor ritmo en la suba de precios y un agravamiento del déficit fiscal.
Ese panorama debería obligar a disponer tasas más altas por parte de una Reserva Federal más atenta respecto a la posibilidad de que se recaliente la economía y repunte la inflación.
Para un país altamente endeudado y con abultados vencimientos en 2025 como la Argentina, todo incremento en los pagos como consecuencia de la suba de los intereses es una mala noticia. Y lo mismo ocurre con la perspectiva de cierre aduanero de uno de los mayores mercados del mundo.
Vale recordar que, en lo que va del siglo, EE.UU. se ubicó como segundo o tercer destino de las mercaderías nacionales, y absorbió entre el 5% y 11% de las ventas del país. Aún con una integración comercial bilateral baja, podrían repetirse episodios como los de 2019 con la aplicación de aranceles al acero y los limones argentinos.
La política propuesta por Trump de aumentar los aranceles para desalentar las importaciones, particularmente desde China, podría verse compensada inicialmente por un paquete fiscal más fuerte de parte de las autoridades de Beijing. Las hipótesis sobre esas eventuales acciones y reacciones ya están incluidas en las proyecciones de los mercados. Lo que solo está en los cálculos de unos pocos es la posible guerra comercial multilateral que arrastraría a Europa y a las principales economías asiáticas.
Entre tantas turbulencias, un probable beneficio para la Argentina se repetiría si, como ocurrió en 2018, China deja de comprar soja a Estados Unidos, lo que provocó entonces una suba de precio de la oleaginosa.
Por otra parte, la pronosticada combinación de proteccionismo y tasas altas en EE.UU. debería tener como consecuencia directa una suba del dólar y la consecuente debilidad del euro, lo cual configuraría una pérdida de competitividad de los productos nacionales. Dicho de otro modo, es previsible que se observe una baja en el precio de las commodities, categoría que incluye a la mayor parte de los bienes agrícolas, energéticos y manufacturados que conforman la canasta exportadora argentina.
El declive del euro comenzó pocas horas después de la victoria de Trump y se acentuaría en los próximos meses si el mandatario electo cumple su promesa de desfinanciar programas de defensa desplegados en Europa. Lo que obligaría a los países de la región a gastar más en ese rubro, elevar sus déficits fiscales o endeudarse, en un marco de decaimiento del euro.
La Argentina, en tanto, vería aumentar las presiones de exportadores en favor de una mayor devaluación del peso, lo cual abortaría la salida del cuadro recesivo-inflacionario local.
Capitales
De momento, quienes formulan vaticinios sobre la probable estrategia estadounidense anticipan que los capitales disponibles en el sistema financiero internacional preferirán dirigirse a Estados Unidos, en vez de tomar mayores riesgos en países emergentes. Inclusive, no se descarta que grupos locales intensifiquen su habitual propensión a sacar recursos del circuito interno e instalarlos en el exterior.
Está por verse si, en el caso argentino, pesan más los alientos del RIGI (régimen de incentivo para las grandes inversiones), y así como el reciente blanqueo «perdonó» anteriores maniobras de evasión y fugas, las nuevas reglas y perspectivas de negocios (por ejemplo, en materia de privatizaciones) logran atraer más capitales de los que se van.
La nueva gestión de Washington, por otra parte, tendría consecuencias de mediano plazo si finalmente EE.UU. disminuye su contribución a los organismos crediticios multilaterales, de los cuales la Argentina requerirá fondeo en los próximos años.
En cualquier caso, resultan precipitadas las visiones sobre los supuestos e inmediatos beneficios que caben esperar en la Argentina de la concreción del slogan de Trump «Make America Great Again» (Hagamos a América Grande otra vez).