Economía | DESINDUSTRIALIZACIÓN

Fábricas en silencio

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Mirta Quiles

El desplome del sector fabril en los últimos meses muestra cifras que lo empujan hacia una crisis de magnitud. Un proceso que hermana cada una de las gestiones de corte neoliberal. 

Textiles. La contracción de la actividad del sector, cercana al 20%, ya afecta al empleo y profundiza los altos niveles de capacidad ociosa.

Foto: Jorge Aloy

Mientras el Gobierno espera el rebote y la luz al final del túnel que reactive la actividad económica, los datos relevados por centros de estudios y consultoras comandados por representantes de la ortodoxia y la heterodoxia por igual, se empeñan mes a mes en contradecir el mantra libertario. «La economía argentina se encuentra en una recesión que se extiende ya por 25 meses, durante la cual acumula un 5,8% de caída en la actividad económica desde el pico registrado en mayo de 2022. Además, si consideramos el valor mínimo del periodo en marzo de 2024, de pico a valle la caída es del 7,2%. Estos valores la ubican como la tercera fase recesiva más extensa en tiempo y la cuarta más pronunciada desde 1994», señala el informe del Centro de Investigación del Ciclo Económico (Cicec), de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) y de Santa Fe.

Otra entidad, como el Grupo de Estudios de la Realidad Económica y Social (GERES), informó que con una actividad económica que camina por un sendero de franca recesión, «el Producto Interno Bruto (PIB) argentino se retrotrajo a niveles de 2010, y en términos per cápita, a valores de 2006». Y sostiene que de acuerdo al Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) publicado por el INDEC −un anticipo mensual del PIB anual− en el acumulado enero-mayo, se evidencia una caída del 2,9% interanual. Pero aclara que si descuenta el aporte del sector agropecuario, que creció más de 100 puntos en mayo (por su comparación interanual con 2023, año de feroz sequía) el EMAE cayó 5,9% interanual. Son el resto de los sectores los que más claro muestran la situación económica, donde la construcción cayó −21,2%, el comercio −10,1% y la industria −14,2%.

Pongamos el eje en la producción industrial. Como ya dijimos, en mayo se redujo un 14,2%, mientras que, en el acumulado de los primeros cinco meses del año, todos ellos de gestión libertaria, alcanzó una caída del 15,2% interanual. Si bien la caída es generalizada, impacta de distinta forma a determinadas ramas en el acumulado enero-mayo, en su mayoría de dos cifras, que van desde el 30% hasta 18%. Y esta situación se verifica en la utilización de la capacidad instalada de la industria, que en el promedio enero-mayo llegó al 55,8% «y del 56,8% ese último mes, situándose en su nivel más bajo desde 2020 (pandemia y cuarentena) y, más atrás en el tiempo, desde 2002», afirma GERES.

Para junio, los datos del sector tampoco son positivos. De acuerdo con la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), el Índice de Producción Industrial (IPI) de junio cayó un 12,1% interanual. En el segundo trimestre la industria se contrajo 12,8% en la comparación con el mismo trimestre de 2023 y acumula cinco trimestres en retroceso en la comparación interanual. Y agrega: «La caída de la producción en el trimestre solo es superada por las observadas a mediados de 1985 con el lanzamiento del Plan Austral, a mediados de 1989 y comienzos de 1990 con las crisis hiperinflacionarias, en el cambio de régimen que resultó la Convertibilidad a comienzos de 2002, y en el segundo trimestre de 2020 en plena pandemia de covid».

Con un derrumbe vertiginoso de la actividad económica en general y de la producción industrial en particular en apenas siete meses de gestión, el Gobierno libertario, tan «disruptivo» en su verbalización de propuestas, solo se encolumna en una deriva esgrimida por el neoliberalismo cada vez que gobernó el país: la profundización de la desindustrialización y la regresión sectorial.

Sector pesquero. Pierde competitividad por el aumento de costos y la pérdida de mercados. Muestra una caída en mayo del 10,5%.

Foto: Diego Izquierdo


Más de lo mismo
El economista chileno Fernando Fajnzylber, director del Departamento de Desarrollo Industrial de la CEPAL en los 80, y uno de los más sobresalientes estudiosos del proceso de industrialización latinoamericano señalaba en 1983: «Parecería claro que la respuesta neoliberal, que enfrenta las precariedades de la industrialización realmente existente por la vía de cuestionar su existencia volviendo a esquemas pretéritos de división internacional del trabajo en que los países de América Latina aparecerán resignados a la opaca y poco trascendente función de exportadores de recursos naturales, no solo no resuelve las carencias sociales acumuladas, sino que las intensifica, agregando la carga adicional de desalentar estructuralmente la creatividad nacional». Y Argentina es un claro ejemplo de este juego sin fin de neoliberalismo explicito.

Argentina, hasta 1974, tenía una industria creciente, centrada en el mercado interno y con bastantes heterogeneidades. Hasta 1976, la industria manufacturera nacional representaba, aproximadamente, el 40% del PIB. Es a partir de la dictadura cívico-militar que la participación en el Producto comienza a caer, hasta llegar al 30%, donde se estaciona –ya bajo gobierno democrático– hasta 1989. Es a partir del gobierno de Carlos Menem que la industria pierde mayor relevancia y baja hasta el 16% en 2001. Desde el inicio del siglo, ese porcentaje −con pequeñas elevaciones y bajas abruptas− se mantiene en niveles similares.

Pero vayamos al Gobierno neoliberal más cercano en el tiempo, el de Cambiemos (2015−2019). En un contexto de crisis generalizada, el sector industrial manufacturero se retrajo 14%. Un desplome que en su comparación histórica supera con creces el de otros gobiernos neoliberales, y que García Zanotti, Schorr y Cassini reconstruyen en un trabajo de 2021: «Si bien desde 2011 se asistía a un retroceso industrial, la aceleración de la caída con la gestión de Cambiemos fue notable, tanto si se la coteja con lo acontecido en tiempos del tercer kirchnerismo, como con respecto a otros períodos históricos de planteos neoliberales en el país. Las contracciones en el valor agregado sectorial (siempre a precios constantes) que tuvieron lugar en la última dictadura militar (−10%), el gobierno de Alfonsín (−9%) y el régimen de convertibilidad (−6%)». Y agrega: «No resulta casual el declive casi sistemático que experimentó el coeficiente PBI industrial/PBI total (durante la gestión de Cambiemos): al final de la serie el indicador fue del 15%, lo que supone una participación 2 puntos porcentuales más baja que en 2015, cerca de 4 puntos inferior que en 2011 y 7 puntos más reducida que en 2004. En consecuencia, la desindustrialización de la economía nacional emerge como uno de los elementos distintivos de la reciente experiencia neoliberal en el país, así como un denominador común con otros momentos históricos de signo parecido».

La gestión libertaria lleva ocho meses de gestión enfocada en la macroeconomía y desentendida de la micro. Mientras tanto, la recesión no encuentra piso como producto de desplomes en todas y cada una de las variables económicas. Por su parte, el sector industrial se enfrenta, como en un loop infinito bajo gobiernos neoliberales, a una crisis fabril de grandes magnitudes. Sin embargo, no es una debacle para todos aquellos que integran el sector, hay ganadores y perdedores. Sin demasiadas expectativas y sin ánimo de spoilear, vale recordar que la jerarquización de las ventajas comparativas (léase recursos naturales) como eje del desarrollo del país nunca salieron bien, solo basta remitirse a las experiencias neoliberales de las últimas cinco décadas.

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