6 de agosto de 2024
El menor ritmo de acumulación de capital productivo, tanto privado como estatal, aleja las perspectivas de repunte de la actividad y limita la capacidad competitiva.
Madre de industrias. En la construcción, la inversión se contrajo 25,5% frente al primer semestre del año pasado.
Foto: Casa Rosada
La economía argentina no solo sufre un drástico replanteo en sus fundamentos, a partir de una redistribución regresiva de los ingresos y cambios estructurales que se pretenden duraderos. También está reduciendo su potencial productivo y disminuye así de forma acelerada su capacidad de inserción externa, más allá de las chances agroganaderas, de la minería y del sector hidrocarburífero. El rezago, parejo con la recesión y el achicamiento del mercado interno, tiene un indicador claro: el derrumbe de los niveles de inversión, tanto del Estado como de las empresas privadas.
El descenso para todo 2024 sería de 17,2%, comparado con el año anterior, según el vaticinio del Ministerio de Economía, formulado en el informe de avance del Presupuesto 2025 de la Administración Nacional, enviado hace un mes al Congreso por el Poder Ejecutivo.
Los técnicos del Fondo Monetario, menos optimistas, rebajaron ese pronóstico y estimaron una baja del 21,2% al evaluar el grado de cumplimiento de las metas macroeconómicas incluidas en el acuerdo de préstamo de facilidades extendidas otorgado al país. Según el FMI, recién en 2025 la inversión bruta fija volverá a situarse en el nivel alcanzado en 2022.
Entre las consultoras privadas, el Estudio OJF (del economista Orlando Ferreres) registró para el primer semestre una contracción del 22,2% frente a enero-junio de 2023, en términos de volumen físico (sin contar el efecto de la inflación). Pero con ser tan grande la baja, todo indica que aún no se tocó el piso. En junio, por lo pronto, la caída de la inversión con respecto a doce meses atrás fue de 27,5%, de acuerdo con este último análisis. A la vez, trimestre contra trimestre la inversión sigue en la pendiente. Concretamente, bajó 4,2% en abril-junio, meses de habitual dinamismo después del verano, en comparación con enero-marzo.
En todo caso, las evaluaciones, cualquiera sea su fuente, coinciden en que se alejan las posibilidades de recuperación de la actividad y el empleo, así como de inclusión social, a medida que se reduce el ritmo de acumulación del capital productivo.
Detalles
La peor situación relativa la exhibe la Construcción, rubro encomiado en otras épocas como «madre de industrias» por su efecto multiplicador sobre un conjunto de sectores. En la primera mitad de 2024 la inversión se contrajo una cuarta parte (‒25,5%) frente al primer semestre del año pasado. El presidente de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss, se lamentaba a fines de junio por la paralización total, salvo alguna excepción, de unas 3.500 obras públicas nacionales, lo cual puso en peligro la continuidad misma de las empresas, con su consiguiente impacto en el empleo.
Desactualización tecnológica. En el sector de Maquinaria y equipo, las importaciones (portadora de importantes innovaciones) se desplomaron 40,7%.
Foto: Diego Giudice
La ausencia de perspectivas de repunte sectorial se observó en el descenso de las inversiones durante junio, ‒28,8% interanual, es decir, una retracción superior a la del promedio semestral. Con lo cual «se va acelerando la tasa de caída respecto a la de los últimos dos meses», de acuerdo al relevamiento de OJF.
Similar tendencia negativa se advierte en el sector de Maquinaria y equipos, con una disminución de inversiones de 18,2% en enero-junio, con el agravante de que la merma fue muy superior, de 25,9% durante junio, contra igual período de 2023. El deterioro afectó en menor proporción a los proveedores nacionales, ya que la inversión en equipos locales descendió solo 9,8%. La contrapartida es un panorama de desactualización tecnológica, ya que la inversión en maquinaria importada (habitualmente portadora de importantes innovaciones) se desplomó un 40,7%.
Expectativas
El análisis del FMI prevé que la tasa de inversión bruta fija, que venía de un impulso de 17,9% del PIB en 2022 y de 21,2% el año siguiente, bajará en 2024 al 16,7%. El monto invertido por empresas y Estado se ubicaría así entre los más bajos desde comienzos del siglo.
Como punto de comparación, la estadística muestra que en los años 2006-7 la inversión rondaba en torno del 22% del PIB. No obstante, en aquel momento algunos analistas ponían en duda que ese nivel fuera suficiente para asegurar que la economía pudiera crecer en torno del 5% anual.
El Gobierno libertario justifica su parte en el insólito cuadro de ralentización inversora ‒la paralización de la obra pública‒ con un diagnóstico dramático. «A principios de diciembre de 2023 ‒señaló en el Avance del Presupuesto 2025‒ la economía argentina se enfrentaba a la crisis más profunda de su historia». Ese enfoque atribuyó al déficit fiscal la raíz de los problemas acumulados y dio paso a un ajuste sin antecedentes en el sector estatal. Los gastos de capital (inversión pública) fueron recortados en los cinco primeros meses de este año en 177.000 millones de pesos, una suma 27,4% inferior a la de enero-mayo de 2023.
En esos mismos meses, el Estado nacional destinó menos de 470.000 millones de pesos a partidas orientadas a aumentar la capacidad del país para producir bienes y servicios, así como mantener y modernizar infraestructuras. Mientras, los pagos a acreedores privados y organismos crediticios insumieron en esos mismos cinco meses más de 4 billones de pesos (59% por encima de lo saldado en igual período de 2023).
Algunos análisis cifran esperanzas a partir de los fuertes estímulos del Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI) y de las mayores facilidades de acceso al mercado cambiario para pagar importaciones. De todos modos, concluye el Estudio Ferreres, «un crecimiento sostenido de los niveles de inversión solo será posible cuando el contexto muestre una recuperación consolidada de la actividad económica y de la demanda interna».