30 de mayo de 2016
Parece un trabajo filosófico desvelar qué es lo que comprende el «sinceramiento de la economía» que está aplicando el gobierno y que el propio presidente reconoce que «ha sido una pesada carga para muchos». Sinceridad significa: sencillez, veracidad, modo de expresarse o comportarse libre de fingimiento. No parece ser el caso: en el lenguaje macrista, los precios no suben ni el peso se devalúa, se sinceran. Si ahora se sincera, se da a entender que antes hubo insinceridad, falsedad. Entonces esa pesada carga se intenta explicar por los desequilibrios anteriores. Sin embargo, el gobierno recibió una economía en crecimiento y con un nivel de consumo que hace décadas no se conocía. Muchos han vuelto a caracterizar los años pasados como una «fiesta» que ahora hay que pagar, dando a entender que atender las necesidades sociales es un exceso. Sin duda hubo desequilibrios, pero muy lejos de configurar una situación de crisis. De hecho, ¿no indican hoy un gran desequilibrio las tasas de letras del bcra del 37,5%, con rendimientos extraordinarios en dólares para los inversores y costos inaccesibles para los préstamos a empresas? ¿Cómo explicarle a la gente que el sinceramiento le ha devorado una gran parte de su poder de compra, y a muchos de ellos su trabajo? ¿Cómo explicar a las pymes que el sinceramiento les está quitando clientes y los está sacando del mercado con el ingreso irrestricto de importaciones a precios de remate? ¿Cómo explicarles además, que se enfrentan a tarifas inabordables, como también les sucede a las cooperativas de trabajo e instituciones de la cultura, entre tantos otros? Con la mente fría, el sinceramiento del actual gobierno no es más que un fuerte ajuste económico y social. La insinceridad consiste en presentarlo como inevitable.