Economía

La hora de Belgrano

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Al evocar a Manuel Belgrano suele recordarse que murió pobre, al punto de pagar al médico con su reloj. Desde entonces, hasta las 7 am del próximo 20 de junio, la manecilla de la hora de ese reloj habrá completado 1.753.160 vueltas (contemplando los años bisiestos), y aún estamos en deuda con su pensamiento económico. Belgrano, siendo abogado, fue el primer economista argentino. Estudió economía política en España, en plena Revolución Francesa. Obtuvo el permiso papal para leer libros prohibidos mientras sus profesores fueron víctimas de la Inquisición. De la Corte salió su nombramiento de Secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Allí promovía el desarrollo económico de la colonia por fuera de los monopolistas comerciales españoles que según él solo sabían comprar por 4 y vender por 8. La agricultura había que fomentarla, la manufactura animarla y al comercio protegerlo.
Los autores que se ocuparon de su pensamiento económico lo han presentado como un liberal y fisiócrata (el agro como única fuente de riqueza). Pero en El Correo de Comercio, el semanario fundado por Belgrano en 1810, nos dice mucho más. Había que buscar el superávit comercial y alentar el consumo interno. El dinero como bien social debía servir para la circulación, mientras que el atesoramiento de algunos era perjudicial para todos. La tasa de interés debía ser baja para que se expandieran las actividades productivas por sobre las financieras. La deuda externa y la arribada de capitales debían evitarse por nocivas. La solución al problema de la distribución del ingreso entre clases era imponer una policía de granos por parte del Estado. Belgrano no fue un economista liberal. Fue un economista crítico, heterodoxo, proteccionista, progresista y desarrollista. Fue la hora cero del pensamiento económico de la periferia.

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