Economía

La ola más temida

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La creciente apertura aduanera con supuestos objetivos antiinflacionarios achica el mercado interno y afecta al entramado industrial, la actividad de las pymes y el empleo. El gobierno ya anticipa que se flexibilizarán aún más esas condiciones.

Comercio. Desde principio de año quedaron liberadas unas 18.000 posiciones arancelarias para compras al exterior sobre un total de 19.000. (MabromataAFP/Dachary)

La espada de la importación creciente de bienes de consumo se afila para cortar el cuello al monstruo de la inflación. Esa figura retórica, hoy declamada por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, es la misma que utilizaron sus antecesores José Alfredo Martínez de Hoz en 1976-80 y Domingo Felipe Cavallo en 1991-97.
El facilitado acceso de bienes extranjeros tiene un claro sesgo neoliberal, que ensalza las presuntas ventajas y minimiza las consecuencias negativas internas. El levantamiento de barreras a artículos trasfonterizos, se dice, solo afecta a «sectores sobreprotegidos» y a pequeños grupos empresarios que lucran con mercados cautivos.
Se presenta además esa política pública como contrapartida y llave para colocar un mayor volumen de productos locales en los mercados de distintos países desarrollados y emergentes. Cada vez más explícita, la apertura aduanera goza adicionalmente de un claro apoyo en la capa de la población de ingresos medio altos y altos que busca sofisticar sus consumos.
Sobre esas expectativas de demanda selectiva y de una eventual y forzada desaceleración de la carrera de precios –con una mejora indirecta en el salario de bolsillo– el gobierno no oculta su intención de mantener y aún ampliar respaldos con miras a la elección de octubre.
Por ahora, lo que se advierte es que el creciente ingreso de productos foráneos achica el mercado para miles de pymes productoras locales. Ese es el caso, entre muchos otros, del calzado: en enero las compras al exterior fueron las más elevadas desde 2008. En el sector textil, en tanto, el gremio denunció más de 3.600 suspensiones y cerca de 1.500 despidos en los últimos meses, por el cierre de casi una decena de fábricas, como consecuencia de importaciones que se suman a la acumulación de stocks por la recesión.
Entre los impactos más conocidos están los cierres de las plantas de calzado deportivo de Alpargatas en Villa Mercedes, San Luis y Florencio Varela, Buenos Aires; y el de la fábrica de manufacturas de fibras sintéticas Maffisa, de La Plata. La entrada de productos terminados como telas, prendas, toallas y sábanas –en parte a través del sistema puerta a puerta–va sustituyendo gradualmente a los productos nacionales. En ese contexto, el vicepresidente de la Cámara de Empresarios Madereros y Afines (CEMA), Roberto Ventimiglia, alertó que «el valor del mueble que viene de China es equivalente al de la materia prima en la Argentina; es inviable ser competitivo de esa manera».
El ministro Dujovne prefiere dejar de lado esos efectos y considera «lógico que la competencia importada también nos ayude en la batalla antiinflacionaria». A ese objetivo, central para el gobierno, contribuyen la política de dólar barato y la abundancia de divisas a partir de las gigantescas emisiones de deuda externa.
La ola importadora, en ese rumbo, recién comienza: el titular de Hacienda lo dice con todas las letras al afirmar que «venimos de niveles tan bajos que vamos a ver tasas de crecimiento sostenidas en los próximos años». «La Argentina –argumenta Dujovne– es uno de los diez países que menos importa en el mundo. Importamos muy poco. Para poder exportar más la economía necesita importar más. Veníamos de una economía donde estaba prohibido importar. Es lógico que en la canasta de consumo de la Argentina pesen un poco más las importaciones».

Textil. El sector despidió 3.600 trabajadores. (Jorge Aloy)

De momento, más que efectos estabilizadores, lo que se observan son reclamos de distintas cámaras que agrupan a productores locales. Esas advertencias ya se formularon a fines del año pasado, cuando a la retracción del consumo se sumó la «competencia desleal» de las importaciones a domicilio, mediante plataformas online. «Se regala mercado a los chinos», definieron voceros de las pymes.

Tendencia
Desde la asunción de Dujovne como ministro que se busca quemar etapas con celeridad. Mediante el nuevo Sistema de Monitoreo de Importaciones (SIMI), desde comienzos de año quedaron liberadas unas 18.000 posiciones arancelarias, sobre un total de 19.000. El resto quedó bajo el régimen de Licencias No Automáticas. «Venimos de una economía totalmente cerrada –evalúa el ministro–, hasta 2015 había que saltar varias vallas para importar. Primero había que acceder a los dólares, luego obtener la autorización previa a través de la declaración jurada y después pagar aranceles que son altos». Dujovne aclara que «lo que se eliminó es la restricción para acceder al mercado cambiario y casi todos los permisos previos».
Según el ministro, «esa canasta de bienes protegidos hasta hace un año tenía un 85% de sobreprecio respecto al resto del mundo; ahora tienen 20 puntos menos, como mínimo, porque hay algo de competencia». Con un eventual acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, como se espera alcanzar antes de fin de año, «la Argentina tendría que decir qué va a hacer con sus sectores más protegidos».

Normalización
El secretario de Comercio, Miguel Braun, habla de llegar a ser «un país normal», a partir de una «inserción inteligente en el mundo». No importa, al parecer, que en el camino quede el tendal de firmas de sectores como los mencionados, la electrónica (caso Banghó), la autopartista (cerró Mefro Wheels, la última planta local de llantas) y las fábricas de electrodomésticos (especialmente línea blanca), entre muchas otras.
La consultora Radar, que conduce la exsubsecretaria de Comercio Exterior, Paula Español, detalla que en enero el nivel general de importaciones creció 7% frente a doce meses atrás, el mayor aumento interanual desde 2013. Pero en el rubro de bienes de consumo el salto de las compras externas en el primer mes del año fue el triple, de 23%.
La apertura incluye además la reimplantación del régimen de compra de bienes de capital usados provenientes del exterior. Se alertó, sin embargo, que en varios rubros (equipos petroleros, informática, embarcaciones) existe producción nacional que corre el riesgo de ser desplazada.
Otra señal de alerta surge de la relación con el principal socio comercial del país, Brasil. Los datos del primer bimestre muestran un crecimiento de 21,4% en las importaciones desde ese origen, mientras las exportaciones crecieron en menor medida, 19,3%. Las consultoras privadas indican que la brecha se ensanchará si este año se cumple el pronosticado diferencial de crecimiento en favor de la Argentina, que en definitiva será bien aprovechado por los proveedores vecinos.
Fernanda Vallejo, economista del Frente para la Victoria, señala a su vez que «se impele a competir a las empresas nacionales, mientras se abren indiscriminadamente las importaciones y se instala un combo explosivo por el encarecimiento de los insumos (por la devaluación, la inflación y la drástica suba de tarifas) y las altísimas tasas de interés». A este paso, importación será sinónimo de cierres, despidos y suspensiones, pero también de mayor pobreza y desindustrialización. 

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