Economía

La pesada herencia de Olivera

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El 25 de julio pasado, a los 87 años, murió el profesor Julio H. G. Olivera. Su figura irradió un curioso magnetismo en economistas argentinos de todo el espectro ideológico. Si Raúl Prebisch fue nuestro economista más conocido en el mundo, Olivera lo fue en el restringido plano académico de la «alta teoría», llegando a ser candidato al Premio Nobel. Por tradición familiar, destacó al cooperativismo «para el progreso social y la justicia distributiva». Rector de la UBA 1962-65, en 2001 dio nombre al Plan Fénix.
Sus aportes más notables fueron en el campo de la inflación. En pleno auge del monetarismo, perfeccionó el enfoque estructuralista de la inflación al modelizar sus causas no monetarias. Descartaba por obvia la frase: «La inflación es siempre un fenómeno monetario», pues sus causas no lo eran. Las economías monetarias se desenvuelven a través de las nominalidades que plantea el uso del dinero. Los cambios en los precios relativos se expresan a través de cambios nominales. Si estos se mueven con mayor velocidad hacia arriba que hacia abajo, cualquier variación de precios relativos, toma la forma de un incremento nominal. Así, las restricciones estructurales que enfrentaban los países de América Latina desencadenaban procesos inflacionarios.   
El conocido «efecto Olivera» mostró que el déficit fiscal no era el causante de la inflación, sino al revés, debido a los rezagos entre el momento de provisión de los bienes públicos y al cobro de los mismos. En igual sentido, la cantidad de dinero no generaba los aumentos de precios, sino que la inflación provocaba la emisión de nuevo dinero («el dinero pasivo») para mantener el mismo nivel de gastos expresados en los precios nominales más altos.
Los economistas ortodoxos que pululan en las consultoras y en los medios deberían hacerse cargo de la pesada herencia teórica que les dejó Julio Olivera.

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