Economía

Pizarra en jaque

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Desde la existencia de las Bolsas y las Cámaras (hacia fines de 1800), el precio se fija en base al valor que figure en la Pizarra del día. Hilando fino, en rigor, sobre ese valor de referencia, los compradores ponen un plus (por ejemplo, «Pizarra más tanto…») acorde a sus estrategias.
Precisamente, la Pizarra es usada como valor de referencia porque se le atribuye eficacia en determinar un valor ponderado de las múltiples cotizaciones de operaciones con entrega inmediata (por ejemplo, de la soja y el maíz) que se suceden a lo largo de una rueda. Los «semaneros» –compradores, vendedores e intermediarios que fijan el valor diario– se apoyan en la información que disponen y, sobre todo, en su «leal saber y entender» de lo que ocurre en la plaza spot. A lo largo del tiempo, el mecanismo de fijación se fue actualizando. Por ejemplo, sumando herramientas tecnológicas propias (a través de las cuales los operadores declaran voluntariamente sus negocios disponibles) y del Estado (como el SIO-Granos que obliga a los operadores a declarar todos los negocios). Con todo lo rudimentario que puede parecer el proceso de fijación por Pizarra, no deja de ser un instrumento institucional que en su momento fue una mejora al sistema comercial en el que el comprador pone el precio (usa «su» Pizarra) aprovechando que la oferta es mucha y lo agentes de la compra solo un puñado. Ese sistema de «mercado comprador» (que es preinstitucional) es el que fue superado con el armado de las Cámaras (y sus Pizarras) y al que, ahora, hay productores que temen se esté queriendo volver.

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