17 de abril de 2022
Indicadores positivos, como la reducción de la desocupación y el crecimiento de la actividad económica en 2021, conviven con una persistente crisis social.
Radiografía laboral. Del total de ocupados asalariados –9,2 millones– el 33,3% son informales –3,1 millones de trabajadores–.
NA
La actividad económica nacional cerró 2021 con un crecimiento del 10,3%, la mayor suba desde el inicio de la serie en 2004, superando el 10,1% de 2010. De acuerdo con el INDEC, entre el cuarto trimestre de 2019 y el mismo período de 2021, «de los 20 sectores que más incrementaron su producción 13 fueron industriales. Completan el podio ramas ligadas al agro, petróleo, construcción, comercio y algunos servicios», señaló Daniel Schteingart, director del CEPXXI del Ministerio de Producción nacional.
A los datos sobre la actividad económica, se sumaron hace unas semanas los índices de empleo y de desocupación del cuarto trimestre de 2021. En ambas mediciones se observó una mejora. En el caso de la tasa de empleo –que mide la proporción de personas ocupadas con relación a la población total– llegó al 43,6% de la población (12,6 millones de personas), el nivel más alto desde 2016, cuando tras el «apagón estadístico» del INDEC, apenas asumido el macrismo, comenzó una nueva serie. En lo que se refiere a desocupación se ubicó en el 7% (cerca de un millón de personas), también el nivel más bajo desde 2016, y cuatro puntos porcentuales por debajo del mismo trimestre de 2020. Uno de los ítems del relevamiento se refiere al tipo de contratación o formalidad en el empleo. Entre el tercer y cuarto trimestre de 2021 se crearon 300.000 puestos de trabajo asalariados, pero solo 100.000 fueron «en blanco». En consecuencia, 3,1 millones de asalariados (el 33,3% del total) son «informales». Cabe señalar que en el tercer trimestre llegaban a 2,9 millones.
Ahora bien, estos dos datos consistentes y «esperanzadores», como lo son el crecimiento económico y la generación de empleo, se ensombrecen ante un escenario social crítico, que se refleja en los elevados niveles de pobreza e indigencia. De acuerdo con el INDEC, en el segundo semestre de 2021, la pobreza descendió 4,7 puntos porcentuales respecto del mismo período de 2020 y se ubicó en 37,3% (16,7 millones de personas) y la indigencia llegó al 8,2% (más de 4,1 millones de personas). Si bien, como señaló en un comunicado el Ministerio de Economía, en el segundo semestre de 2021 salieron de la pobreza 920.400 personas respecto del semestre anterior y más de un millón respecto del segundo semestre de 2020, esta situación pone en evidencia no solo un alto piso de pobreza estructural sino también el deterioro de los ingresos de los trabajadores.
Preguntas retóricas
«Si baja el desempleo debería bajar la pobreza, ¿no?», se preguntó Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA Autónoma). «El INDEC esta semana nos mostró que es posible que mejoren los datos de empleo y, al mismo tiempo, empeoren los datos sobre pobreza. En el segundo semestre de 2021 la pobreza y la indigencia (37,3% y 8,2%) se incrementaron con relación al mismo período de 2019 (35,5% y 8%). El desempleo en el mismo período bajó muchísimo (del 8,9% al 7%). Sí, tenemos menos desempleo y más pobreza e indigencia». Y agrega: «La comparación con el segundo semestre de 2017 es brutal. Los niveles de desempleo son prácticamente idénticos a los actuales, pero la pobreza saltó del 25,7% al 37,3% y la indigencia del 4,8% al 8,2%. Lo que empeora, y mucho, es la calidad del empleo. Solo así se explica que la mejora en la ocupación venga asociada a un retroceso sostenido en las condiciones de vida». Y esta característica se torna evidente en el desglose del relevamiento del INDEC: el 17,4% de las personas ocupadas está buscando otro empleo para complementar ingresos, casi tres puntos porcentuales por arriba que en 2017. En consecuencia, puede inferirse que ante una pobreza mucho más elevada (cerca de 12 puntos porcentuales) gran parte de estos nuevos pobres son trabajadores. Son trabajadores y son pobres debido al fuerte deterioro del ingreso que viene desde hace seis años y a que los empleos que se recuperaron son de peor calidad (33,3% de informalidad) y con muy bajos salarios en un mercado laboral marcado además por una fuerte heterogeneidad. «2021 fue el cuarto año consecutivo en que se registró una caída del poder adquisitivo: el RIPTE fue un 3,2% menor en el promedio de 2021 en relación al 2020. Pero, a partir del segundo semestre y con la reapertura de las paritarias, el salario tuvo un pequeño respiro», señala el último «Informe de coyuntura» del Instituto de Trabajo y Economía (ITE). «De acuerdo a los datos del SIPA publicados por el Ministerio de Trabajo, en diciembre el empleo asalariado registrado se ubicó por encima del nivel prepandemia. De todas maneras, sigue bastante lejos del nivel de diciembre de 2017, el valor máximo de la serie, previo a que se desatara la crisis que golpeó al empleo en 2018 y 2019», agrega.
Consultado por Acción acerca de este fenómeno del mercado laboral nacional, Luis Campos afirmó que «ante este tema es bueno tener una mirada más estructural. No es un fenómeno solo de la pandemia, que seguramente agravó, pero es un problema que venía desde antes y tiene que ver con dificultades en el funcionamiento de la economía, en términos generales, y del mercado laboral, en particular, en Argentina».
–¿Cómo es esto?
–Es esta figura de trabajador pobre, que tiene un puesto en el mercado de trabajo formal a tiempo completo, incluso sobreocupado, pero que no le garantiza ingresos que le permitan estar por encima de la canasta básica de bienes y servicios medida por el INDEC. Ese es un fenómeno que viene desde hace tiempo.
–¿A qué responde esta situación?
–Responde a múltiples factores. Por un lado, a un deterioro salarial que es transversal a todos los trabajadores, en distintas medidas y magnitudes, que se ve muy claramente desde 2018 en adelante, y que afectó a todos. Hay sectores asalariados de ingresos medios/altos que tienen una caída, pero que siguen estando muy por encima de los niveles de pobreza; y hay sectores asalariados no registrados, pero también registrados, de los niveles inferiores de la pirámide salarial, con una caída acumulada de más del 20%, que caen por debajo de la línea de pobreza. Tener un puesto de trabajo a tiempo completo, incluso registrado, no te garantiza no ser pobre. En paralelo, tenés otro fenómeno, que viene de más larga data, desde 2016 en adelante, que es una precarización de los nuevos puestos de trabajo que se crean. Desde esa fecha, lo que más crece es el trabajo no registrado y fundamentalmente por cuenta propia, que son sectores de menores ingresos y muy sensibles a la baja, como se vio muy claro en la pandemia, cuando lo primero que ajustó fueron cuentapropistas y asalariados no registrados. Son los dos fenómenos a la vez. Tenés una caída de los ingresos reales de los trabajadores y lo que crece es el trabajo en puestos ocupacionales más precarios, lo que impacta en los niveles de pobreza.