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Una frágil situación

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Diego Rubinzal

El mercado laboral arrastra problemas estructurales que la pandemia no hizo más que profundizar, dejando al descubierto la marcada asimetría entre trabajo formal e informal. Nueva medición de la inflación. Ganancias y Poder Judicial.

Deterioro. Si bien la caída en el sector formal fue más leve que la proyectada, la peor parte se concentró en el no registrado, que se redujo un 43%. (Diego Izquierdo/Télam)

La plantilla de puestos de trabajo privados registrados retrocedió un 3,62% en los cuatros años de Gobierno macrista, y la pandemia del coronavirus profundizó ese frágil cuadro socio-laboral. El peor impacto económico mensual interanual se produjo en el mes de abril del año pasado, cuando alcanzó el 26,4%, una caída estrepitosa en la actividad económica que tuvo su correlato en la pérdida de puestos de trabajo. Según los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), la plantilla laboral de los trabajadores registrados tuvo una reducción del 2,2% con relación al mes previo. Ese nivel de caída es solo comparable con el pico de la crisis de 2001-2002 (enero de 2002: -2,7 %) y superior al peor mes de 2008 (diciembre: -0,7%).
La profundidad del deterioro laboral intentó ser amortiguada con una batería de medidas implementadas por el Gobierno nacional como el acuerdo marco por suspensiones, el programa ATP, la prohibición de despidos y la doble indemnización por despidos injustificados.
En ese contexto, a nivel continental, puede comprobarse que, entre febrero y mayo de 2020, la caída del empleo registrado privado en Argentina (2,5%) fue bastante menor a la de Brasil (7,50 %), Chile (12,20), Estados Unidos (13,8) y Canadá (19,2). Sin perjuicio de esto, el impacto fue muy fuerte en el universo de los trabajadores informales. En el peor momento de la crisis pandémica (segundo trimestre de 2020) se perdieron 3,7 millones de puestos de trabajo totales (formales + informales).
En esa línea, el último informe del Centro de Estudios del Trabajo y el Desarrollo (CETYD) del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) advierte que la pandemia acentuó la dualidad del mercado de trabajo. La «buena» noticia es que el deterioro del empleo formal fue bastante más leve que lo que se proyectaba a mediados del año pasado. El 2020 cerró con una caída de 187.000 puestos formales. «El principal motivo que explica este comportamiento reside en las políticas de sostenimiento del empleo implementadas por el Gobierno nacional durante 2020, como el programa ATP, la prohibición de despidos y la validación ágil de suspensiones», explica el informe. Otra noticia positiva es que los primeros datos de 2021 revelan una incipiente recuperación de puestos de trabajo en la industria y construcción.
Más allá de esto, la peor parte de la pandemia se concentró en el mercado no registrado. La cantidad de empleados informales se redujo un 43% en el momento más agudo de la crisis, mientras que el retroceso de trabajadores por cuenta propia fue del 27%.
En diciembre del año pasado, el INDEC publicó un informe sobre el impacto del COVID-19 en el Gran Buenos Aires. Entre otras cuestiones, el estudio reveló que el 40,3% de los hogares encuestados registraron problemas de empleo. Eso implica que al menos un integrante del hogar sufrió algún tipo de suspensión, despido o pérdida de ingresos laborales.

Encuesta Nacional de Hogares
El INDEC confirmó que analiza cambios en la canasta de referencia utilizada para medir la inflación. Es necesario explicar algunas cuestiones estadísticas sencillas para entender esta cuestión.
Los índices de precios se calculan a partir de estructuras de gastos relevadas por los institutos estadísticos oficiales. En Argentina, el INDEC indaga las costumbres de gastos e ingresos de miles de hogares mediante la Encuesta Nacional de Gasto de Hogares (ENGHO). El gasto total es distribuido, ponderado según la información recolectada, en una canasta de bienes y servicios.
En la actualidad, el insumo utilizado para construir la canasta de referencia es la ENGHO de 2004/2005, y como es de suponer, los patrones de consumo sufrieron fuertes modificaciones en los últimos quince años, y es por esto que las recomendaciones internacionales aconsejan actualizar la canasta de consumo cada diez años. Sin embargo, el armado de la nueva canasta recién comienza. Las autoridades del organismo explicaron que el proceso de consultas y revisiones (con especialistas nacionales e internacionales, los institutos provinciales de estadística, etcétera) se extendería por dos años más.
La modificación en la canasta de referencia impactará sin dudas en el cálculo de la pobreza e indigencia. La metodología utilizada por el INDEC es conocida como «línea de pobreza» o «enfoque del ingreso», que consiste en definir si los hogares pueden satisfacer un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias esenciales, como vestimenta, transporte, educación, salud, que conforman la «Canasta Básica Total» (CBT). En otras palabras, la pobreza se calcula en función a la proporción de personas cuyos ingresos no superan el valor de la CBT. Cabe recordar que los últimos datos publicados por el organismo de Estadísticas dan cuenta de que una familia tipo necesita un ingreso total de 57.997 pesos para no ser considerada pobre.