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Diego Rubinzal

A casi un año de su anuncio –pandemia de por medio– el presidente de la Nación presentó el Consejo Económico y Social para el Desarrollo Argentino, integrado por empresarios, sindicalistas y académicos. Caída de salarios y del consumo.

Lanzamiento en el CCK. El órgano multisectorial debatirá políticas de mediano y largo plazo y diseñará estrategias públicas. (Damián Dopacio/NA)

El hombre propone y Dios dispone», reza un antiguo refrán religioso. Parafraseando ese proverbio en términos paganos podría decirse que los gobernantes proyectan, pero la pandemia dispone. El 1º de marzo del año pasado, Alberto Fernández inauguró el 138° período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, y en ese ámbito, el presidente anunció la próxima remisión de un proyecto de ley de creación del Consejo Económico y Social para el Desarrollo Argentino (CES). «Soy consciente de que esta iniciativa supone una autolimitación a mis facultades administrativas. Sé muy bien qué implica estar dispuesto a abrir cauces de participación novedosos en nuestro sistema democrático. Quiero desplegar esos cauces, propiciar la llegada de un aire nuevo y renovador. Durante demasiado tiempo nuestra democracia ha estado asfixiada en el microclima de intereses, de miradas tecnocráticas o de pujas estériles. Los convoco a preservar, nutrir y construir este Consejo para que se constituya en una plataforma de sueños que pueden hacerse realidad», agregó el mandatario.
Apenas 19 días después, el Gobierno tuvo que implementar el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en todo el territorio nacional y la agenda sanitaria relegó a segundo plano cualquier otro tema. La conformación del CES quedó en «modo espera», pero el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, continuó trabajando en el proyecto, que tiene numerosos antecedentes nacionales (uno de los más mencionados es el Pacto Social de 1973) e internacionales –por caso, Países Bajos (en 1950), Irlanda (1973), Francia (1958), Italia (2004), Brasil (2004)–, cada uno de ellos con resultados variables.
Finalmente, casi un año después, el presidente firmó un decreto creando el CES en un acto celebrado en el Centro Cultural Kirchner a mediados de febrero. Este órgano multisectorial estará compuesto por representantes empresariales, sindicales, académicos, de movimientos sociales y de la sociedad civil. Su principal tarea será el diseño de estrategias y políticas públicas relacionadas con la educación, el desarrollo regional, la ciencia y la tecnología, el empleo y las jubilaciones. En otras palabras, el Consejo debatirá políticas de mediano y largo plazo que trascienden las cuestiones coyunturales que serán abordadas en otros ámbitos institucionales, como el Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil, las negociaciones paritarias, las mesas sectoriales, entre otras.
La iniciativa del CES es tan necesaria y loable como dificultosa. La búsqueda de acuerdos multisectoriales es una condición necesaria para avanzar en un sendero de desarrollo sostenible, sin embargo, debe evitarse la «romantización» de esta herramienta. La idea de una sociedad armónica en la que todos ganan resuena como bastante utópica, ya que la realidad pone en evidencia que la esfera económica es un campo de disputa de actores con intereses contrapuestos. En términos concretos, los proyectos económico-sociales implementados en Argentina (modelo agroexportador, industrialización por sustitución de importaciones, valorización financiera) arrojaron siempre ganadores y perdedores. Las frases grandilocuentes –como, por ejemplo, «vamos a terminar con la pobreza»– pueden ser suscriptas por todos, pero el problema comienza cuando debe definirse cómo conseguir ese objetivo.
La historia enseña que la disminución de las asimetrías sociales provoca tensiones y que los sectores privilegiados siempre intentan preservar sus prerrogativas. Las anunciadas resistencias a pagar el Aporte Solidario Extraordinario para morigerar los efectos de la pandemia bastan como ejemplo. Sin perjuicio de eso, el Consejo puede cumplir una función importante, ya que el desafío de los gobernantes es conducir y minimizar los conflictos, y el CES puede ayudar en esa difícil tarea.

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