28 de abril de 2015
El gobierno del principal socio comercial y político de nuestro país, asediado por denuncias de corrupción y marchas de protesta, impulsa medidas ortodoxas. Recorte de las exportaciones argentinas.
El gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) está atravesando una instancia crítica. La economía brasileña continúa estancada y sin visos de recuperarse. A eso se suma la ofensiva política de las fuerzas opositoras a raíz del escándalo por los sobornos en Petrobras. El 15 de marzo de 2015, la oposición político-empresarial-mediática impulsó una multitudinaria movilización nacional contra la mandataria brasileña. La debilidad política de Dilma Rousseff es manifiesta a pesar de que las marchas antigubernamentales fueron perdiendo fuerza. Las clases acomodadas son las que lideran la actitud beligerante contra el PT. Las muestras de descontento incluyen comentarios racistas dirigidos hacia la «clientela electoral» del partido gobernante (mayoritariamente de clase humilde del noreste de Brasil). El apoyo de ese electorado resultó clave para el último triunfo de Dilma. En ese sentido, Lula resaltó que «la gente del Noreste conquistó el derecho de andar con la frente alta, demostrando que no están condenados a ser albañiles para construir los puentes de San Pablo».
Escándalos
El caso Petrobras no es el único escándalo. La difusión de un presunto fraude fiscal millonario perpetrado con complicidad oficial cayó como una bomba sobre el Palacio del Planalto. El inspector de la Policía Federal, Marlon Cajado, aseguró que varias compañías sobornaron a funcionarios del Consejo Administrativo de Recursos Fiscales (CARF). Las «coimas» habrían sido para obtener dictámenes favorables destinados a reducir o condonar deudas impositivas. Los casos incluidos en la investigación comprenden el período 2005-2013 y la evasión fiscal estimada oscila entre 5.000 y 19.000 millones de reales. En este contexto, la presidenta brasileña puso en marcha una profundización de la política económica de neto corte ortodoxo. Las medidas impulsadas por el ministro de Hacienda Joaquim Levy, exfuncionario del FMI y del Banco Bradesco, genera fuertes resistencias en el interior del PT. El ex banquero promueve un severo ajuste fiscal que incluye recortes al gasto público (de 20.000 a 27.000 millones de dólares), incrementos de impuestos (al combustible, a la renta, a los préstamos, al consumidor), flexibilización laboral, reducción de incentivos fiscales, racionamiento de los créditos del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y privatización parcial de la compañía de seguros vinculada con el mayor banco público brasileño. El recorte de préstamos del BNDES podría incluso afectar las obras proyectadas para los Juegos Olímpicos a desarrollarse el año que viene en Río de Janeiro.
La centralidad de Levy determinó que el excandidato presidencial opositor, Aécio Neves, declarase que «creo que Rousseff introdujo algo nuevo en la vida política de Brasil: la renuncia blanca. Hoy hay un interventor en la economía». El ministro de Hacienda «practica todo aquello que la jefa de Estado combatió a lo largo de todo su primer mandato», agregó Neves.
Números rojos
La economía brasileña terminó el año pasado con un crecimiento de apenas el 0,1% y un déficit fiscal récord equivalente al 6,5% del producto interno bruto (PIB). Sumado a esto, los precios al consumidor crecieron un 1,32% en marzo, alcanzando el mayor registro mensual desde febrero de 2003. Así, el incremento de los precios acumula una diferencia del 8,13% en términos interanuales.
En el mismo marco, el miedo al desempleo es cada vez mayor entre los trabajadores brasileños. El denominado Índice de Miedo al Desempleo, elaborado por la Confederación Nacional de la Industria (CNI), creció de 74,8 puntos en diciembre pasado a 98,8 puntos en marzo de 2015. Por su parte, la tasa de desempleo subió del 4,3% de diciembre de 2014 al 5,9% en febrero de este año.
La apuesta de la presidenta brasileña es revertir ese complejo escenario con una política ortodoxa. El periodista Eric Nepomuceno, en una nota para Página/12, sostiene que «parte sustantiva de su electorado está atónito. Lula da Silva, sin embargo, respira aliviado. El expresidente defiende que en los dos primeros años de su segunda presidencia Dilma repita lo que él hizo en su primer gobierno, o sea, ordenar las cuentas públicas, aunque adoptando medidas duras e impopulares, para luego crecer en los 2 años finales de mandato». Lo cierto es que las señales amigables hacia el mercado no impidieron que la agencia Fitch redujera de estable a negativa la nota de perspectiva futura de la deuda soberana. La calificadora de riesgo justificó la decisión aludiendo a la debilidad económica, el deterioro de las cuentas fiscales, el aumento del endeudamiento público y los mayores desequilibrios macroeconómicos. A pesar del anunciado plan de ajuste, Fitch considera que «permanecen los riesgos negativos relacionados a su efectiva y duradera implementación». Las proyecciones económicas oficiales estiman una retracción del PIB del 1% para el 2015.
Del otro lado de la frontera
La caída en los índices de popularidad de Rousseff no es un fenómeno inexplicable. El economista Claudio Scaletta sostiene en su artículo Dilma, la ortodoxa que «en uno de los países menos igualitarios de América Latina, la mejora de las condiciones de vida, ingresos y derechos de los trabajadores que caracterizaron los primeros años irritaron a las clases dominantes tradicionales que profundizaron su odio al PT. Las clases altas fueron seguidas por el grueso de los sectores medios, quienes suelen sentirse amenazados frente al ascenso de los sectores populares. Hasta aquí la secuencia parece tradicional. Pero la particularidad brasileña fue que el ajuste estructural lo comenzó y lo profundizó el PT, lo que descolocó a las bases más militantes del partido. Dilma logró el prodigio de irritar a todos». Por esto, diferentes líneas internas del PT realizarán fuertes críticas al programa económico de Levy en el congreso partidario a celebrarse en junio próximo.
Todo lo que sucede en el gigante verde amarelo tiene fuerte impacto en la economía argentina ya que se trata, ni más ni menos, de su principal socio comercial.
La política de ajuste de Dilma provoca un doble efecto negativo sobre la actividad económica local porque, en primer lugar, los productores brasileños intentarán colocar en la Argentina los saldos invendibles en su deprimido mercado interno; mientras que disminuye la demanda brasileña de productos argentinos.
En marzo pasado, la balanza comercial bilateral arrojó un déficit de 145 millones de dólares para la Argentina. Según datos de la Secretaría de Comercio Exterior del Brasil, las exportaciones brasileñas a nuestro país aumentaron un 5,7% interanual durante el mes de marzo. Por el contrario, las importaciones de productos argentinos cayeron un 9,2% interanual. De esa manera, el saldo bilateral acumulado durante el primer trimestre resultó negativo para la Argentina en 368 millones de dólares. Esos números representan un incremento del déficit comercial bilateral del orden del 41% en términos interanuales.
Las exportaciones argentinas que más cayeron fueron las vinculadas con el sector automotor (principalmente vehículos de carga, automóviles, autopartes, ómnibus, neumáticos). La importancia del mercado brasileño es mayúscula para esta rama de actividad ya que representa el 50% de la producción local y más del 80% de las exportaciones. La producción de autos en la Argentina acumula una caída del 16,2%, en términos interanuales, según datos del primer trimestre del año. La buena noticia es que, por lo menos, se observa una desaceleración en la caída de la actividad (enero: -29,1%, febrero: -13,9%, marzo: -10,3%).
El retroceso de las exportaciones argentinas no se limitó al bloque automotor. La reducción de los envíos al mercado brasileño también alcanzó a los productos hortícolas, cebada en grano, insecticidas, peras frescas, gas propano, medicamentos y malta.
El estancamiento económico es la principal causa que explica la disminución de las importaciones brasileñas. Durante el primer trimestre del año, el retroceso del sector manufacturero provocó una caída en las importaciones de bienes de capital (-10,9%), materias primas (-10%) y combustibles (-53,4 %).
El impacto de la devaluación del real en la dinámica del comercio exterior tiene, por ahora, una importancia marginal. El director de Estadísticas y Apoyo a la Exportación del Ministerio de Industria de Brasil, Herlon Brandão, señaló que «todavía no se puede atribuir el retroceso del volumen de las importaciones al dólar más alto. No es inmediato ese efecto. Las importaciones de bienes de capital y materias primas están cayendo hace algún tiempo y también hubo una baja en los combustibles». De todas maneras, la conducción económica argentina observa con atención la evolución del tipo de cambio bilateral.
—Diego Rubinzal