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Devaluación, eliminación de controles cambiarios, endeudamiento y flexibilización para el ingreso de capitales son algunas de las medidas que puso en marcha el nuevo gobierno. Consecuencias.

Banco central. El refuerzo de las reservas es el principal objetivo de la entidad. (Jorge Aloy)

 

El gobierno nacional eliminó los controles cambiarios el pasado 17 de diciembre. El paquete de medidas adoptadas (anular el sistema de validación de la AFIP, eliminar las percepciones a cuenta del Impuesto a las Ganancias para las compras realizadas con tarjeta de crédito en el exterior y para la adquisición de dólar «ahorro», rehabilitación del flujo irrestricto de dólares para los importadores a partir del 1 de enero) convalidó una fuerte devaluación de la moneda doméstica. El único límite de acceso al mercado cambiario establecido fue un altísimo tope mensual (2 millones de dólares) para la compra de dólar «ahorro». En ese marco, el refuerzo de las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) pasó a ser uno de los principales objetivos del equipo económico. El mayor ingreso de dólares es un requisito fundamental para sostener la liberalización del mercado cambiario. La declamada estrategia gubernamental es cumplir con ese propósito a través de una doble vía: incrementando las exportaciones a través de la mejora de competitividad cambiaria y el ingreso de capitales financieros. La idea de que la devaluación se traducirá en un fuerte ingreso de dólares comerciales no registra demasiados antecedentes en la experiencia histórica argentina. Los datos empíricos demuestran que es muy pequeña la sensibilidad del comercio exterior a las variaciones del tipo de cambio real. En otras palabras, la cantidad de divisas ingresadas vía exportaciones resulta mucho más dependiente de 2 variables exógenas (demanda mundial y precios internacionales) que del nivel del tipo de cambio. El débil desempeño económico global no permite alentar muchas expectativas. Por lo tanto, el ingreso de capitales financieros será la principal apuesta del gobierno nacional. Las expectativas depositadas en las finanzas globales son congruentes con los antecedentes del equipo económico. Los principales funcionarios del Ministerio de Hacienda y Finanzas son profesionales formados en las entrañas del poder financiero. El economista Aldo Ferrer es muy crítico de esta mirada sesgada hacia los supuestos beneficios que arrojan las finanzas globales. En ese sentido, el profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires señaló: «Estamos con un problema pendiente de escasez de dólares. Esto no se resuelve tomando deuda, se corrige resolviendo el subdesarrollo industrial». El macrismo negoció, antes de asumir, un paquete de préstamos con un grupo de bancos internacionales (HSBC, JP Morgan, Goldman Sachs, Deutsche Bank, Citibank, Santander). La obtención de esos fondos resulta crucial para financiar la liberalización del mercado cambiario. El primer paso para alcanzar ese acuerdo fue instrumentar un fabuloso megacanje a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que derogó el artículo 52 de la Ley de Presupuesto 2016. El texto derogado señalaba que el Ministerio de Economía emitiría una letra intransferible en dólares para cancelar una deuda con el BCRA cuyo vencimiento operaba el 3 de enero pasado. El origen de ese préstamo intrasector público había sido el pago realizado por el Tesoro al FMI, en 2006, con reservas del Central. Lo que hizo el DNU fue reemplazar la simple renovación de esa Letra, con vencimiento a 10 años, por un megacanje de bonos. La ingeniería financiera diseñada por el equipo económico puede esquematizarse de la siguiente manera: El Tesoro Nacional canjeó 3 series de bonos (Bonar 2022, Bonar 2025, Bonar 2027) por 2 Letras Intransferibles recibidas por el Banco Central en 2006 y 2010. Esas Letras habían documentado la utilización de reservas internacionales para cancelar la deuda con el FMI (en 2006) y acreedores privados (2010). La operación incluyó una quita de la deuda (del 15%), pero con una fuerte suba de las tasas de interés (de casi 0 al 7,75/7,875% anual). Los nuevos bonos serán utilizados como garantía del préstamo que otorgarán los bancos internacionales a la entidad monetaria. Los dólares que ingresen de esa manera incrementarán las reservas del BCRA. Los bancos internacionales se quedarán con los bonos y podrán negociarlos en el mercado secundario, en caso de que la autoridad monetaria no devuelva el préstamo. ¿Por qué era necesario realizar tal ingeniería financiera? En otras palabras, ¿por qué resultaba imprescindible canjear las Letras por esta nueva serie de bonos? El economista Alfredo Zaiat explica en su artículo «El Megacanje II» que «las Letras eran intransferibles, o sea, no podían venderse en el mercado financiero y devengaban una muy baja tasa de interés (Libor anual [1,5950%] menos 1 punto porcentual). En cambio, los nuevos bonos se podrán comercializar en el mercado y la tasa de interés será de 7,75% anual (Bonar 2022) y de 7,875% anual (los otros 2 títulos). Estas 2 cualidades son las que permitirán ejecutar la operación financiera con los bancos internacionales: los papeles de deuda tendrán cotización de mercado y entonces se podrán transar, además, con una atractiva tasa de interés en dólares. Así, una deuda pública (las Letras) no exigible de pago (la relación deudor-acreedor es entre organismos públicos lo que facilita una permanente refinanciación) pasará a serlo con los bonos (el acreedor privado, en cambio, busca lógicamente cobrar capital e intereses)».   Bicicleta financiera La operación financiera habilitada por el DNU es apenas un engranaje más de la estrategia macrista. En la segunda quincena de enero, las autoridades del Ministerio de Hacienda y Finanzas comenzarán a negociar formalmente con los fondos buitre. El secretario de Finanzas, Luis Caputo, y el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, ya se reunieron con el mediador Daniel Pollack. La idea es despejar este escollo para «volver a los mercados». Mientras tanto, el gobierno flexibilizó los controles, vigentes desde 2005, para el ingreso de capitales. Así, el requisito de permanencia se redujo de 365 a 120 días y se eliminó la obligación de mantener un encaje no remunerado del 30% por el término de un año. La decisión oficial satisfizo el histórico reclamo de la Bolsa de Comercio de la Ciudad de Buenos Aires. En la última celebración del aniversario de la Bolsa, Adelmo Gabbi sostuvo que «el daño colateral de las restricciones a los mercados de capitales es que no ingresan divisas al país, y eso es un problema para la economía». La ortodoxia económica sostiene que los controles a los capitales perjudican el financiamiento de la inversión de los países más pobres. De acuerdo con esa visión, la ausencia de barreras posibilita el financiamiento de proyectos productivos en los países periféricos. Sin embargo, el único efecto evidente de la liberalización financiera es la multiplicación de las crisis globales. El potencial desestabilizador de los flujos de capitales es una preocupación global. Distintos países europeos aplican impuestos o controles a las transferencias financieras. Es el caso de Bélgica, Chipre, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Polonia y Reino Unido. La drástica reversión del flujo de capitales desestabiliza a las economías afectadas. Las naciones periféricas son las principales perjudicadas del cambio de «humor» de los mercados. La minimización de ese riesgo constituye un verdadero desafío para esos países. «Por ello el rol de regulación de estos fenómenos ha cobrado relevancia nuevamente en los años recientes. Y los países han vuelto a diseñar un conjunto de medidas con el objeto de reducir su riesgo externo que se deriva de los distintos flujos de capitales, tratando de poner énfasis en los de mayor contenido especulativo. La política prudencial se concentra así en medidas administrativas y en la distorsión de los incentivos a la especulación por medio de impuestos al sector financiero», sostienen investigadores del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos (IEFE) en el informe «¿Es posible regular y gravar los flujos de capitales? Experiencia comparada y una simulación para la Argentina». La eliminación de los encajes, unida a la suba de la tasa de interés, genera las condiciones perfectas para la reedición de la clásica «bicicleta financiera». Las consecuencias de ese tipo de maniobras ya las sufrió la Argentina durante la última dictadura militar y el menemismo. En esa línea, el Banco Central habilitó a los inversores extranjeros a adquirir Lebac y Nobac. La nueva normativa dejó sin efecto la restricción, vigente desde 2007, que impedía comprar a los no residentes tales activos financieros. La «bicicleta financiera» no es otra cosa que la obtención de dinero mediante prácticas especulativas. Los especuladores suelen aprovechar los diferenciales existentes entre tasas de interés internas e internacionales. El mecanismo básico es el siguiente: las empresas se endeudan en el exterior a tasas inferiores a las internas; los dólares se transforman en pesos y son depositados en el sistema financiero local; los fondos se «valorizan» aprovechando las elevadas tasas de interés, se convierten nuevamente a dólares y son fugados al exterior. El círculo se cierra con un creciente endeudamiento estatal convertido en financista de la fuga de capitales del sector privado. El resultado del proceso es ganancia para unos pocos y carga del peso de la deuda al conjunto de la sociedad. —Diego Rubinzal

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