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Otros horizontes

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En un notable giro en la orientación de la política exterior del gobierno de Cambiemos, el gigante asiático, antes demonizado, aparece ahora como un socio estratégico. Reactivación de viejos convenios como resultado principal de la visita.

Mano a mano. Macri y Xi Jinping: acuerdos bilaterales y pases de facturas. (Télam)

Hace apenas unos meses la imagen del presidente Mauricio Macri depositando una ofrenda floral en el mausoleo donde reposan los restos de Mao Tse Tung, máximo dirigente y referente histórico del Partido Comunista Chino, habría resultado impensable, pero las mutaciones que en ese corto lapso propuso la globalización determinan que las estrategias diseñadas dejen de tener sentido.
El primer balde de agua fría que recibió el proyecto de «inserción en el mundo» del mandatario argentino se produjo cuando su colega Donald Trump dispuso el retiro de Estados Unidos del Tratado Transpacífico (TPP), del que formaban parte otras 12 naciones. Ni Macri ni su canciller, Susana Malcorra, creyeron jamás que Hillary Clinton pudiese perder las elecciones estadounidenses y, consecuentemente, no consideraron siquiera la posibilidad de que ese acuerdo de libre comercio, al que apostaban todas las fichas, pudiera debilitarse.
Que a partir de la gira asiática del presidente, China se haya convertido en un socio comercial privilegiado tiene demasiado que ver con ese tropezón. Si se tienen en cuenta las marchas y contramarchas que Macri acumula desde su acceso a la presidencia, no debería asombrar que hoy valore como trascendentales los acuerdos logrados con China y sostenga: «Es un momento maravilloso para los dos países» o «No hay naciones más complementarias que las nuestras», cuando durante la campaña electoral de 2015 había enviado una carta al embajador chino en la Argentina en la cual expresaba su preocupación por la eventual inconstitucionalidad y falta de transparencia de los acuerdos bilaterales firmados por la administración kirchnerista.

Idas y vueltas
Refiriéndose a los repentinos cambios de rumbo de quien la sucedió, la expresidenta Cristina Fernández señaló a través de su cuenta de Instagram que el fracaso de «la principal (¿única?) idea de Macri en materia de política internacional», ingresar al TPP, una manera de revivir el ALCA, lo había obligado «a ampliar sus horizontes de alianzas estratégicas», y añadió: «De los supuestamente “nuevos” 16 proyectos, 10 ya habían sido acordados con China por nosotros». En el mismo sentido, el matutino español El País precisó que el gobierno chino le exigió a Macri que antes de que se concreten inversiones en la Argentina es menester terminar las obras que se pautaron con la gestión anterior, entre ellas las dos centrales hidroeléctricas proyectadas en la provincia de Santa Cruz, cuyo costo el gobierno macrista redujo de 7.000 a 4.500 millones de pesos. En declaraciones al diario ibérico, Sergio Cesarín, coordinador del Centro de Estudios sobre Asia, Pacífico e India (CEAPI) de la Universidad de Tres de Febrero, deslizó una información inquietante que reflejaría el desagrado por el incumplimiento de los acuerdos: los chinos han dejado de comprar soja argentina y la adquieren a Brasil a un precio superior.
Desde el punto de vista del interés nacional, el saldo de la gira consistió básicamente en un puñado de compromisos de poca significación y en la reactivación de proyectos cuya financiación ya había sido acordada hace años. En cambio, desde la perspectiva de los negocios familiares, la visita resultó exitosa. Según el sitio Nuestras Voces, la principal reunión concertada por el presidente fue con uno de sus socios, Anning Chen, que pilotea la fábrica automotriz Chery Automobile, la misma que los Macri representan en la Argentina y que se propone incrementar en un 20% su participación en el mercado local. Esta firmasería la que –según el dictamen de la fiscal Gabriela Boquín– se habría utilizado para vaciar la empresa Correo Argentino mediante el retiro de fondos del concurso de acreedores con el fin de adquirir ocho millones de dólares a futuro.