Política | SEMANA CRUCIAL EN EL CONGRESO

Acción y reacción

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Alberto López Girondo

El Senado expuso la ruptura entre el Gobierno y los gobernadores, insultados por el presidente el día anterior a la sesión. Duras internas oficialistas y tensiones en la economía. 

Poder Legislativo. Aumento de jubilaciones, emergencia por discapacidad y rechazo a un veto, entre otros, fueron aprobados en el Senado.

Foto: Shutterstock

Resulta fácil detectar el trasfondo mediático cuando alguna tormenta política afecta a un Gobierno conservador en la Argentina de la última década: o fue promovida por dirigentes «cooptados por el kirchnerismo» o milagrosamente algún cuerpo judicial anuncia una decisión clave –que no se toman de un día para otro– contra algún integrante de ese espacio. Ocurrió reiteradamente durante la gestión de Mauricio Macri, el gran impulsor de estas estrategias, y también en la de Javier Milei.

La semana pasada, cuando el programa que lleva adelante el ministro Luis Caputo mostraba signos de debilidad y los gobernadores aceleraban sus demandas por los fondos de las provincias en la previa de las elecciones de medio término, hubo dos ejemplos ilustrativos.

Mientras el jueves 10 el Senado preparaba una sesión que terminaría en derrota para la Casa Rosada, el juez Sebastián Casanello dictaba el procesamiento contra el expresidente Alberto Fernández por la causa Seguros, que incluye un embargo sobre sus bienes de casi 15 millones de pesos. No movió la aguja mediática. Quizás por eso, en la mañana del viernes 11, se informó que el Cuerpo de Peritos Contables de la Corte Suprema había enviado al juez Jorge Gorini el cálculo del monto que deberían devolver los condenados por la causa Vialidad, entre ellos la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Unos 537 millones de dólares.

Independientemente de la calificación que merezcan las decisiones judiciales, lo que se destaca es la oportunidad para noticias que apuntan –en este caso, sin éxito– a minimizar el resultado de una votación en la cámara alta que golpea en una administración a la que los mercados le vienen dando la espalda desde hace semanas. Y ahora lo hace la política.

Podría iniciarse el relato recordando que la semana pasada los gobernadores de las 23 provincias y el alcalde porteño avalaron dos proyectos de ley en el que demandan recursos que el Gobierno nacional se niega a transferir. Básicamente son fondos que les corresponden a los Estados provinciales, pero que a Nación le sirven para alardear de que tiene superávit fiscal. Se trata de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y de los impuestos a los combustibles, que desde la Casa Rosada giran a cuentagotas con criterios punitivos –«a los amigos todo»– o directamente no se envían. «Si no pagás alquiler, luz, gas y agua, seguro vas a tener superávit», punzan los críticos del método.


Como Milei en la neblina
La cosa estaba tan tensa que el miércoles se sabía que habría un faltazo generalizado de mandatarios provinciales al acto por el día de la Independencia en Tucumán. Se cumplía un año del «Pacto de Mayo» y semejantes ausencias hubieran sido un baldón para Milei. Una muy oportuna neblina sirvió para justificar la decisión de quedarse en Buenos Aires. Sí viajó la vicepresidenta Victoria Villarruel, que lució poncho patrio y hasta se mostró comiendo uno de los afamados sándwiches de milanesa tucumanos en gesto diríase que populista.

El regreso de la interna en la cúpula subió un escalón más el jueves, cuando desde «la trolera» libertaria –pagada con fondos públicos– atacaron a Villarruel por haber habilitado la sesión fatal en el Senado. Vale aclarar que la sesión tenía validez en tanto formaba parte del calendario de sesiones ordinarias y se formó el quorum correspondiente.

Pero no solo desde las redes vinieron los ataques. La ministra Patricia Bullrich también estuvo muy activa. «Levántese, Sra. Vicepresidente. No denigre la institución que preside. No sea cómplice del kirchnerismo destructor. Al menos siga del lado del pueblo que la votó para cambiar este país. No convalide a la corporación política más abyecta de la historia», posteó en su cuenta de X y agregó: «Usted fue electa para terminar con el kirchnerismo, no para ser cómplice de ellos. Si va a habilitar sesiones que no cumplen con el reglamento y que tienen por objetivo perjudicar al Gobierno porque no la llaman seguido desde Casa Rosada, entonces queda de manifiesto que le importa más su ego que el país».

La réplica de la compañera de fórmula de Milei en 2023 no se hizo esperar y fue en ese mismo ring que le proponía la titular de Seguridad: «Ministra Bullrich, la democracia fue denigrada cuando personas que integraron orgas terroristas como en su caso, manejaron durante décadas el destino del país. Todos los argentinos saben de qué lado estoy en lo que a kirchnerismo se refiere porque los combatí siempre, mientras ud pululaba de partido en partido».

Así, a la ruptura existente en el «triángulo de hierro» por las diferencias entre Santiago Caputo y Karina Milei que derivaron en la expulsión del asesor sin cartera de las negociaciones preelectorales, se suma esta guerra interna con la vicepresidenta. Evidentemente Villarruel entiende que la situación no tiene retorno ya que atacó el corazón del discurso presidencial y avaló los proyectos aprobados en el Senado. «Si hay equilibrio, entonces asistir a los más desprotegidos no debiera ser tan terrible. El tema es que un jubilado no puede esperar y una discapacitada, menos. Que ahorre en viajes y en la SIDE, y listo», expresó en redes sociales. Y concluyó: «El Presidente no debe traicionar lo que dijo porque, si lo hace, los demás debemos marcárselo». La dinamita sobre el puente que la unía con su compañero de fórmula volvió a detonar.
Caputo (Luis, el ministro de Economía), por su parte, intentó una jugada que en sus papeles seguramente lucía genial, pero terminó en un bochorno. Fue cuando en su canal de streaming, el comunicador paleolibertario Alejandro Fantino dijo estar violando un «off the record» en que el ministro le decía que si se votaban las leyes que se estaban por debatir, el país se encaminaba a un desastre, palabras más, palabras menos. Más que sonar a una advertencia para presionar a los legisladores, pareció una señal de alarma como para huir a los botes y que obligó al «Messi de las finanzas» a salir a desmentir lo que se decía que habría dicho. Fantino también intentó convencer de que sus palabras habían sido editadas «maliciosamente». Y publicó en su cuenta de X el tramo completo de su declaración.

A todo esto, el presidente Milei salió a explicar que vetará cualquier ley que atente «contra el equilibrio fiscal», al que considera irrenunciable. Y que si el Congreso insistiera, recurriría a la Justicia para imponer, como sea, su política de ajuste permanente. Lo dijo con una sonrisa burlona que bien podría ser un reflejo nervioso.

Es que la primera indicación de viento en contra la habían dado el JP Morgan y la calificadora Morgan Stanley. Quizás los senadores, a pesar de que varios de los gobernadores a última hora trataron de desmarcarse de lo que se estaba por votar en el Parlamento, no hicieron sino sumarse a un momento electoral en el que el habitante del territorio, el más castigado por las políticas ultraneoliberales, necesita respuestas y no promesas de un futuro incierto.

En resumen, la Cámara Alta convirtió en ley por más de dos tercios de votos una recomposición del haber jubilatorio, la emergencia por discapacidad y rechazó el veto presidencial a la declaración de emergencia a Bahía Blanca por las inundaciones. También se convalidó la reapertura de la moratoria previsional. Al mismo tiempo, se aprobó la distribución automática de los ATN –golpe a la discrecionalidad mileísta– y reformas a la distribución del impuesto a los combustibles, proyectos que pasan a Diputados. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, comenzó el mismo viernes una tarea que ya le resulta habitual, la de remolcar esos descarrilamientos que provoca el Gobierno. No es que la violencia desatada por Milei o Caputo no les hayan dado resultado antes y que incluso muchos de los maltratados terminaron bajando la cerviz cada vez que la Casa Rosada lo necesitó. Pero no todos los momentos son iguales.   

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