16 de julio de 2024
Hace 120 años el abogado se convertía en el primer parlamentario socialista de América. Fue un actor clave para una nueva legislación protectora del trabajo.
Orador. No hubo tema que no haya abordado: desde los ferrocarriles, hasta la penalización de la tortura, la universidad pública, las Malvinas y los pueblos desamparados del Norte argentino.
Foto: AGN
Acaban de cumplirse 120 años de la elección que consagró a Alfredo Palacios como el primer diputado socialista de América. En 1904 se marca el inicio de una carrera política que terminaría con su muerte, en 1965, y que no tuvo un solo día de descanso. Es recordado, aunque no con la magnitud que lo merece, por haber llevado la cuestión social al Parlamento argentino, inaugurando en 1905 –con la aprobación de su proyecto de ley de descanso dominical– la legislación protectora del trabajo.
A aquella ley le siguieron las de reglamentación del trabajo de mujeres y niños, de seguro obligatorio de maternidad, de inembargabilidad de sueldos, de accidentes de trabajo, de limitación de la jornada laboral, de indemnización por despido, de salario mínimo vital y móvil, entre otras muchas, promovidas por Palacios y el grupo parlamentario socialista. Esas leyes integrarían el plexo normativo que él mismo llamó, con razón, El Nuevo Derecho.
No hay tema importante y sensible del que Alfredo Palacios no se haya ocupado. Estudió y produjo extraordinarios trabajos sobre la necesaria integración latinoamericana, trabajó como nadie el tema de la trata de personas –a punto de que la ley que la reprime se llama Ley Palacios–, realizó magníficas propuestas en torno a los ferrocarriles, el petróleo, los frigoríficos, la tierra y el agro, la penalización de la tortura, la universidad pública, las Malvinas y los pueblos desamparados del Norte argentino.
Y condenó todas las represiones. Su primera acción al ingresar al Congreso Nacional en 1904, al límite de la edad mínima constitucionalmente exigida para ser diputado, fue interpelar al gran Joaquín V. González, ministro del Interior del presidente Julio Roca, por el feroz castigo policial a la manifestación obrera del 1 de mayo de ese año. Más de medio siglo después, interpeló a Alfredo Vítolo, ministro del Interior del presidente Arturo Frondizi, reclamando el levantamiento de las proscripciones políticas y la derogación de las normas represivas, entre ellas la ley marcial, la de conmoción interior y la que autorizaba la movilización militar ante los obreros en huelga.
Hoy, que vivimos en clave de pesadilla una vuelta de las ideas del siglo XVII, es propicio recordar que en 1959 visitó nuestro país Ludwing von Mises, el gran referente de la escuela austríaca que admira y sigue el actual presidente de la Nación, con el propósito de difundir las supuestas ventajas de la libre empresa y la reducción al máximo del Estado. Alfredo Palacios le respondió con una extensa conferencia en la Academia de Ciencias Económicas en la que desnudó el interés de lucro que movía al visitante y su corriente económica. En un pasaje de su exposición, el diputado socialista dijo: «Me he asombrado cuando este profesor irascible, que defiende viejos conceptos y grandes consorcios, afirmó que Dickens, Shaw, Wells, Zola y France, entre otros, cuando rechazaban el orden social capitalista, no tenían conciencia de lo que decían (…) Este maestro que no sabe contener sus ímpetus, coloca entre los medios de lo que denomina política obstruccionista a la legislación laboral… es un discípulo retardado de Adam Smith».
He ahí una prueba irrefutable de la vigencia y necesidad de pensamientos como el de Alfredo Palacios, aunque haya pasado tanto tiempo.
*Presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos