12 de octubre de 2025
Ante una elección que definirá la segunda mitad de su mandato, Milei ata su suerte al respaldo financiero de Estados Unidos, que impone condiciones económicas y reclama el alejamiento de China. Impacto geopolítico.

Receta. Georgieva con Caputo: apelación a «líderes valientes» que recortan salarios y jubilaciones.
Foto: NA
La ventaja de estos tiempos para engendrar análisis políticos es que todo está a la vista. No hace falta siquiera esbozar hipótesis sombrías o elucubrar motivos subterráneos. Esta semana, que pintaba lapidaria para el Gobierno nacional, terminó con algo de euforia luego del nuevo «salvavidas» de la Casa Blanca que imploró el ministro de Economía argentino. En un mensaje de X y en una entrevista posterior con el canal Fox, el secretario del tesoro Scott Bessent puso en claro que ahora sí, el acuerdo que este martes anunciarán Javier Milei y Donald Trump y que él pergeñó con Luis Caputo será una suerte de Pacto Roca-Runciman 2.0, por aquel acuerdo que en 1933 ató a la Argentina al decadente imperio británico, único modo en que las élites que habían derrocado a Hipólito Yrigoyen pensaron para capear la crisis mundial de 1930.
En la semana, las instituciones argentinas habían forcejeado –también a la luz pública– en el fangal al que algunos las llevaron. Por ejemplo, el presidente «aceptó» la renuncia a la candidatura bonaerense del diputado José Luis Espert, acosado por sus vínculos con el narcotráfico, y la Corte Suprema de Justicia desempolvó del cajón en que dormía desde hace más de tres años la extradición de Federico «Fred» Machado, sponsor del legislador, requerido por un juzgado de Texas. De pronto, ahora Espert enfrenta acusaciones por lavado de dinero. Igualmente, al tiempo que se condenaba a los autores materiales del intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner, Milei culpaba de sus desgracias políticas a una venganza del kirchnerismo porque «tomé la decisión de que vaya presa».
El lastre
Entre alabanzas sin sustento a la política económica anarcocapitalista, Bessent explicaba el jueves que con Caputo «Revisamos el amplio consenso político en Argentina para la segunda mitad del mandato del presidente Milei» y afirmaba haber quedado convencido del «enfoque en lograr una libertad económica fiscalmente sólida para el pueblo argentino mediante la reducción de impuestos, el aumento de la inversión, la creación de empleo en el sector privado y la colaboración con aliados». Prosigue luego: «A medida que Argentina se libere del lastre del Estado y deje de gastar para la inflación, grandes cosas son posibles».
El mensaje calmó el cierre de la semana cuando todo apuntaba a una nueva sangría de dólares para mantener la cotización. El Tesoro estadounidense «compró» pesos y le dio un nuevo soplo de vida a la debilitada gestión mileísta. Pero irritó aún más a sectores que le cuestionan a Trump su apoyo al aliado ultraderechista mientras perjudica a los chacareros estadounidenses y promete despidos porque no logra acuerdos bipartidistas para incrementar el techo de la deuda pública. Los recortes que propone en el sistema sanitario son rechazados por los demócratas, que cuestionan una motosierra para los estadounidenses, pero bolsillos laxos para el amigo sudamericano. Que, para colmo, dispensa fondos en un recital estrafalario cual un «rockstar», como puntillosamente anotaron medios y dirigentes de aquellos lares. O sea, Bessent habló para inversores y también para el frente interno.
En el reportaje posterior fue aún más claro. «La Argentina es un referente en América Latina. El presidente Milei ha hecho lo correcto. Está intentando romper con cien años de un ciclo negativo en Argentina. Además, es un gran aliado para Estados Unidos. Vendrá al Despacho Oval el próximo martes y tiene el compromiso de sacar a China de la Argentina. El riesgo es terminar enfrentados con más barcos cañoneros, como en Venezuela. No queremos un Estado fallido». En términos más claros, el swap de 20.000 millones de dólares es para quitar del medio al gigante asiático. ¿Una opción sería traer barcos cañoneros también acá?
El 22 de septiembre pasado, en ocasión del otro salvavidas, el secretario del Tesoro le respondió a la senadora Elizabeth Warren que «los fondos de cobertura que atacaron los activos argentinos en los últimos meses sin duda sufrieron grandes pérdidas (…). Los fondos mutuos a largo plazo y los fondos de pensiones que invierten en nombre de los trabajadores estadounidenses se beneficiaron (con ese apoyo)». Como se dijo entonces en estas páginas, la ayuda no era para los argentinos sino para «las jubilaciones de los estadounidenses, en riesgo por la caída de los bonos vernáculos», como el «rescate» del FMI de 2018 a Mauricio Macri.
Ahora, el que anotó esa jugada fue el premio Nobel de Economía de 2009, Paul Krugman, en su cuenta de la plataforma Substack. Allí recuerda su cuestionamiento al anuncio del 22 de septiembre y a los planes de estabilización basada en el tipo de cambio, un error que puntualiza como repetido en esta parte del mundo y siempre fracasado. Ahora detalla: «Lo que no señalé en mi publicación anterior fue que la entrega de dinero de Bessent no solo fue un intento de rescatar la versión argentina de Elon Musk, sino que también rescató a sus amigos de fondos de cobertura. (Debo tratar de ser más cínico…) (sic) (…) No hay indicio de un plan real para resolver el desastre actual de Argentina. El mismo ex financiador de cobertura, Bessent, lo sabe (…) lo que ofreció en su lugar como justificación fue una fuerte dosis de teoría de conspiración. Según Bessent, los inversores que apuestan contra el peso deben tener motivos políticos siniestros contra Milei».
Para aplicar esas políticas económicas que, de todas maneras, conducen al fracaso, regímenes militares recurrieron a la violencia asesina y desde 1983 en adelante, con otros Gobiernos, a la represión. Vale recordar que muchos funcionarios del 2001 están ahora en el poder. Pero, así como a Fernando de la Rúa las élites le reclamaban «valentía» para hacer lo que había que hacer, a ese exacto argumento recurrió la directora del FMI, Kristalina Georgieva, que en una exposición en el Instituto Milken indicó: «En Europa Central y del Este, tuvimos ejemplos de líderes valientes que hicieron cosas muy difíciles, recortaron pensiones y salarios en un 40% o 50%». Como dijera el expresidente Néstor Kirchner, la propuesta es ser valiente con los débiles. Mike Milken, habitual anfitrión de Milei, es conocido como «el Rey de los Bonos basura». Fue condenado por delitos financieros a 10 años de prisión en 1989 y a una multa de 600 millones de dólares, pero mediante acuerdos judiciales, solo pasó 22 meses a la sombra.
En cuanto a la geopolítica que destila el Pacto Roca-Runciman 2.0, baste decir que el viernes 10 el Congreso peruano destituyó a la presidenta Dina Boluarte por «incapacidad moral». En noviembre del año pasado, la sucesora del derrocado Pedro Castillo inauguró junto a Xi Jinping el Puerto de Chancay, al norte de Lima, llamado a ser el principal nodo regional de la Ruta de la Seda y vía de salida para exportaciones brasileñas. La semana pasada, en la XXXI reunión de cancilleres del Consejo Andino celebrada en Bogotá, se aprobó la incorporación de China como País Observador de la Comunidad Andina, que integran Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.
En 24 días se cumplen 20 años del No al Alca, esa iniciativa de un mercado común desde Alaska a Tierra del Fuego abortada el 5 de noviembre de 2005 en la IV Cumbre de las Américas de Mar del Plata. Todo tiene que ver con todo.
