Política

Bajo presión

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A las tensiones económicas se suman versiones de desestabilización, críticas desde el exterior y los primeros pasos de un proceso de paritarias que se avizora complicado. Las respuestas del Gobierno.

 

Casa Rosada. Cristina Fernández denunció que intentan derrumbarla pero advirtió: «Conmigo se equivocan». (Presidencia de la Nación)

Los primeros dos meses del año comenzaron con mucho más que altas temperaturas y ambiente de vacaciones para millones de argentinos. En el ámbito político y económico se profundizó una controversia que data del año pasado. Desde que el resultado electoral de octubre determinó a ciencia cierta que no habría posibilidad de un intento de reelección para la Presidenta, distintos sectores comenzaron a desplegar una línea de análisis que hacía referencia al fenómeno bautizado en los Estados Unidos como «síndrome del pato rengo», que alude a la pérdida de poder de un mandatario cuya gestión tiene fecha irrevocable de vencimiento. Desde estos mismos grupos de opinión –analistas políticos, economistas de cuño neoliberal, dirigentes de la oposición– se redobló la presión cuando la economía comenzó a mostrar problemas en distintas variables y se le achacó al Gobierno Nacional desde falta de pericia para manejarlas hasta no tener el poder suficiente para poner en caja, por caso, la pérdida de reservas, que se acentuó en el final de 2013 y comienzos de este año, y la cotización del dólar, especialmente tras la devaluación.
Otro flanco que encontraron estos editorialistas fue la enfermedad de la Presidenta, su pedido de licencia de meses atrás, y luego, el nuevo esquema de poder constituido en el Ejecutivo, con apariciones más esporádicas de Cristina Fernández y una activa presencia pública del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. No faltaron quienes se preguntaron si la Mandataria estaba en condiciones de ejercer su cargo o si podría seguir haciéndolo en el  corto y mediano plazo. A todo esto se sumó la situación judicial del vicepresidente Amado Boudou, cuya declaración indagatoria fue pedida por el fiscal Jorge Di Lello, en la causa de la empresa Ciccone Calcográfica, lo que lo deja en una situación de extrema debilidad política.
En ese contexto, dirigentes opositores salieron a anunciar una crisis inminente. El ex gobernador bonaerense y actual diputado del Frente Renovador Felipe Solá señaló que «este gobierno puede terminar como el de Alfonsín». El dirigente sindical Luis Barrionuevo chicaneó: «Si tienen miedo de irse antes, es porque seguro se van a ir antes», y el ex diputado Jorge Yoma, enemigo de las sutilezas, dijo: «Lo mejor que puede hacer este gobierno es irse ya». Además, reapareció oportunamente el ex presidente Eduardo Duhalde, quien consideró que es «muy posible» que Cristina Fernández «esté pensando en irse» antes de concluir su mandato constitucional.
El oficialismo no dejó pasar estas afirmaciones. Desde el Gobierno, así como desde espacios políticos y sociales que lo apoyan, denunciaron una campaña de desestabilización, y la propia Presidenta lo admitió: «Intentan derrumbarme, pero conmigo se equivocan», dijo en la Casa Rosada, luego de anunciar la actualización de haberes jubilatorios y la asignación por ayuda escolar anual. Por su parte, Florencio Randazzo y Agustín Rossi, ministros de Interior y Defensa respectivamente, descartaron cualquier posibilidad de que la Presidenta no complete su mandato. «No se ilusionen, no nos vamos a ir antes», dijo Randazzo, mientras que Rossi afirmó que Cristina Kirchner «gobernará hasta el último día de su mandato». Para el grupo de intelectuales Carta Abierta, en tanto, el actual es «un momento de agudo peligro para las esperanzas y el futuro de millones de compatriotas». El colectivo advirtió que «una gran restauración del viejo país oligárquico está pronta a mostrar sus dientes de hierro».

 

Poder adquisitivo
A partir de esta situación, se avizora un complejo proceso de paritarias. Las tensiones inflacionarias ponen en guardia a todos los actores de la economía; de ahí que dirigentes gremiales de distintas centrales obreras, más allá de su cercanía o no con el Gobierno, hayan salido a marcar terreno ante el inicio de las discusiones.
Como cada año, entrado febrero y ante el inminente inicio de las clases, las negociaciones de los gremios docentes con los gobiernos provinciales y el Ejecutivo Nacional son seguidas con atención. En distintas provincias ya hubo cruces que indican que no será fácil lograr acuerdos, y hasta se realizó un paro en Catamarca antes del comienzo del ciclo lectivo. Los gremios docentes enrolados en la CGT hicieron saber un pedido de llevar el básico a 5.500 pesos en la paritaria nacional. El titular de la CTA y dirigente del sector Hugo Yasky aclaró que «la representación mayoritaria la tiene la CTERA, que es el gremio nacional, y que va a formular un pedido con el objetivo de recuperar el salario de los docentes del país».
Por su parte, el titular de la otra fracción de la CTA, Pablo Micheli, advirtió que  «cada gremio sabe qué porcentaje tiene que pedir, pero nadie va a discutir por debajo del 30 al 35%». En tanto, el líder de la CGT Antonio Caló reconoció que «el salario sufrió un gran deterioro» y anticipó que «esperamos revertir la situación a través de las paritarias, que tendrán como meta recuperar el poder adquisitivo que se comió la inflación».
Lo cierto es que el proceso de paritarias expresa tensiones lógicas en el marco de un escenario económico complejo, y su resultado no debería ser otro que la actualización de los salarios afectados por los aumentos de precios registrados en los últimos meses, a efectos de preservar su poder adquisitivo.
En otro orden, con inusitado impacto en la Argentina, los dichos de dos senadores estadounidenses acerca de la Argentina en una reunión celebrada en Washington para analizar el nombramiento de un nuevo embajador en Buenos Aires volvieron a poner sobre el tapete la relación bilateral con el país del norte. El senador Marco Rubio, republicano y miembro del ultraderechista tea party, acusó al gobierno argentino de ser antidemocrático, mientras que el demócrata Bob Menéndez se refirió a la economía nacional en duros términos. Para Rubio, «la Argentina se suma a esta tendencia de América Latina, donde los gobiernos son elegidos, pero luego no gobiernan democráticamente». Estas palabras ocuparon titulares de la prensa y zócalos televisivos sin que se explicara, en la mayoría de los casos, quiénes eran los autores de las acusaciones. El canciller argentino, Héctor Timerman, respondió que los dos legisladores no representan el pensamiento del Congreso de los Estados Unidos y recordó que Rubio había presentado un proyecto de ley escrito por los fondos buitre en contra de la Argentina que no fue aprobado por sus colegas. Pero fue el propio Departamento de Estado de EE.UU. el que puso la cuestión en su lugar. La portavoz del organismo, Jennifer Psaki, aclaró que «sólo desde aquí», en referencia a la cartera de Relaciones Exteriores, «hablamos de la política del gobierno estadounidense» y no avaló la opinión de los senadores Menéndez y Rubio.
Lo cierto es que no faltaron, desde 2003 a la fecha, controversias entre los gobiernos argentino y estadounidense. Sin embargo, no todo es lo que parece. El analista internacional Juan Gabriel Tokatlián recordó, en una nota publicada en diciembre del año pasado, que cuando Argentina formó parte del Consejo de Seguridad de la ONU, votó casi siempre en coincidencia con Estados Unidos. Tokatlián contabiliza 87 votos coincidentes sobre 89 en 2005, mientras que en 2006 las 71 ocasiones en que se votó en el organismo encontraron a ambos países del mismo lado. En el seno del plenario de la ONU, destaca el especialista, entre 2001 y 2012 el nivel de coincidencia argentina con Estados Unidos es semejante al de Chile y Brasil.
La relación bilateral tiene sus idas y vueltas; su análisis no puede limitarse a actitudes como la de los senadores Rubio y Menéndez. En general, priman los intereses comunes y no faltan las divergencias en la medida en que nuestro país asume posiciones autónomas que se potencian en el marco regional, aunque para algunos, cualquier voz que llegue desde el norte alcance una estatura que en su propia nación le niegan.

Jorge Vilas

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