Política

Certezas y expectativas

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La Presidenta retomó la actividad con importantes modificaciones en el elenco ministerial. Renovada ofensiva oficial. Proyecciones y candidatos con aspiraciones para 2015.

 

Casa Rosada. La designación de nuevos funcionarios y las medidas dispuestas por el Gobierno sorprendieron a parte de la oposición. (Sonia Suárez)

La reaparición pública de Cristina Fernández puso término a innumerables especulaciones sobre el futuro del Gobierno y las medidas que se adoptarían en ese momento. Desde advertencias sobre una posible acefalía por imposibilidad de la mandataria de reasumir sus funciones hasta las referencias a la profundidad y el grado de los cambios que se implementarían pasaron al olvido luego del lunes 18 de noviembre. Lo cierto es que, en líneas generales, las designaciones en el Gabinete nacional parecen estar indicando, en primer lugar, un acuse de recibo tanto del resultado electoral como de algunas dificultades económicas de los últimos tiempos. En segundo lugar, una reafirmación de la dirección fundamental de la política oficial. Y en tercer lugar, la disposición del kirchnerismo de retomar la ofensiva política tanto en lo inmediato como en la perspectiva del recambio presidencial de 2015. Por caso, la designación de Jorge Capitanich, por un lado corre de la escena a Juan Manuel Abal Medina, quien no se había destacado por su iniciativa política, y por otro  instala en la jefatura de Gabinete a un gobernador que viene de obtener un sólido respaldo electoral en su provincia. Capitanich es, además, un hombre de larga trayectoria en el Partido Justicialista, cuyas características personales lo revelan como un dirigente de alto perfil. Su permanente contacto con la prensa, las constantes reuniones con ministros y gobernadores y el llamado al diálogo dirigido a representantes de la oposición –el gobernador santafesino, Antonio Bonfatti, y el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri–, lo mostraron inmediatamente como un funcionario decidido a prolongar en el tiempo esa ofensiva política que comenzó con la reaparición de la Presidenta.
En tanto, la designación de Axel Kicillof como titular de Economía (ver La continuidad del modelo), así como la del nuevo ministro de Agricultura, Carlos Casamiquela –en reemplazo de Norberto Yahuar, quien sufrió una contundente derrota como candidato a diputado en la provincia de Chubut–, el traslado de Juan Carlos Fábrega desde el Banco Nación hacia el Banco Central y la posterior integración de los equipos de trabajo de los nuevos ministros –que incluyó, como hecho sobresaliente, la renuncia del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno–, indicarían tanto una reafirmación de los lineamientos generales de la política económica como un reconocimiento de la necesidad de encarar una serie de desafíos y riesgos en el área. Los recambios de funcionarios y las primeras medidas adoptadas parecieron tomar por sorpresa a la mayor parte de la oposición, que sin embargo había exigido correcciones en los rumbos político y económico. Es como si estos sectores hubiesen apostado como única posibilidad al propio diagnóstico de la supuesta ceguera oficial frente al resultado electoral y las dificultades económicas. Esto no hizo más que acentuar el efecto generado por la reaparición presidencial en relación con exhibir un oficialismo fuertemente a la ofensiva y una oposición mayormente colocada en una situación cuanto más expectante y sin iniciativa.

 

Paso a paso
Analistas afectos a las simplificaciones se apresuraron a señalar que el nombramiento del hasta entonces gobernador del Chaco en un cargo tan significativo implicaba automáticamente que Cristina Fernández lo había escogido como candidato presidencial para 2015. En cambio, quienes intentan adentrarse en las complejidades del proceso político en curso, sostienen que todavía está muy lejos la etapa de las definiciones y creen que el kirchnerismo podría aprovechar las posibilidades de las PASO para promover una intensa movilización que permita que quien se imponga en la compulsa se convierta en el heredero natural de la Presidenta, teniendo en cuenta que difícilmente se arribe a un consenso y que el gobernador bonaerense Daniel Scioli no parece dispuesto a renunciar a sus ambiciones.
Por su parte, el candidato que más votos consiguió en la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa, no engrosó sus filas como auguraban los pronósticos triunfalistas de sus partidarios y de un amplio segmento del periodismo, quienes daban por descontado un rápido y masivo trasvasamiento de dirigentes kirchneristas hacia las filas del Frente Renovador. El anunciado aluvión se redujo a un puñado de funcionarios comunales de segunda línea, al diputado Facundo Moyano, quien desde hace varios meses dejó de votar junto con sus ahora ex compañeros, y con su colega Alberto Assef, del bloque Compromiso Federal, referenciado en los hermanos Rodríguez Saá.
Además, el intendente de Tigre tropieza con dificultades para articular fuerzas en el ámbito nacional. En primer lugar, por su origen bonaerense, que provoca resistencia en las demás provincias por razones que surgen claramente de una atenta lectura de la historia argentina, pero además por la dispersión del peronismo conservador que no ha obtenido buenos resultados en los comicios de octubre, salvo en Chubut. La mira del Frente Renovador está puesta en el devaluado José Manuel De la Sota, insólitamente caracterizado como exitoso por algunos sectores de la prensa a pesar de haber superado apenas el 25% de los sufragios y superar por pocos puntos al radicalismo. Para que esa pretensión se efectivizara, el gobernador de Córdoba debería abandonar definitivamente sus ambiciones presidenciales, que no tienen ningún sustento en las encuestas. Más probable es que el bonaerense logre aliarse con el ex gobernador Mario Das Neves, pero Chubut es un distrito escasamente significativo desde el punto de vista electoral. En Santa Fe, en tanto, parece ser poco lo que puede aportarle el alicaído Carlos Reutemann, mientras que en Mendoza el justicialismo está inmerso en una dura interna y fue arrasado en las urnas por el radicalismo de Julio Cobos, en la Ciudad de Buenos Aires el espacio político de la derecha lo ocupa Macri sin discusión, y en Salta, tanto el ex gobernador Juan Carlos Romero como el pintoresco Alfredo Olmedo, que podrían considerarse aliados naturales, han sufrido una dura derrota. El panorama no es más alentador en el resto de los distritos.
A Mauricio Macri el escenario no se le presenta mejor. Fuera de la ciudad de Buenos Aires, su único bastión, y del aporte que pueda hacerle Miguel Del Sel en Santa Fe, no tiene dónde hacer pie. En la provincia de Buenos Aires, su ruptura con Massa provocó controversias. El intendente de San Isidro, Gustavo Posse fue terminante sobre el particular: «Los espacios hay que ampliarlos, ensancharlos y no romperlos. La idea de distanciarse del Frente Renovador es más del PRO nacional que del PRO bonaerense. Los referentes con los que hablo no están tan convencidos de eso», sentenció. Pero lo peor le sucedió en Entre Ríos, donde la euforia suscitada por el segundo puesto obtenido por la alianza entre el PRO y el peronista opositor Jorge Busti, que le permitió a Alfredo de Angeli lograr una banca en el Senado, se derrumbó ante la decisión del ruralista de no sumarse a la bancada macrista, integrada por los dos representantes porteños, Gabriela Michetti y Diego Santilli, y constituir un bloque unipersonal que articularía especialmente con el peronismo disidente. Según informó el sitio La política online, que suele tener buena información de ese espacio, sus allegados revelaron que este considera que el resultado de la elección fue producto de su propio peso político y que, por lo tanto, nada le debe al PRO, que en Entre Ríos no tiene un desarrollo importante.
Pero dos años son demasiado tiem-po, en la Argentina y en cualquier parte del mundo, para anticipar cómo y entre quiénes se librará el enfrentamiento político en 2015. Tal como lo manifestaron algunos de los más prudentes posibles candidatos a la sucesión presidencial, no es el momento de pensar en elecciones.

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