Política | DANIEL SCIOLI

Con la brújula del poder

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Alberto López Girondo

El secretario de Turismo, Ambiente y Deportes consiguió instalarse en el Gobierno libertario directamente desde la gestión anterior. Su carrera política y el poder de la ubicuidad.

Un libertario más. Con el presidente Milei y el hoy jefe de Gabinete Francos, cuando lo designaron en la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deportes.

Foto: NA

Además de adaptar su lema en una nota periodística –«con fe y esperanza, la libertad avanza»–, Daniel Osvaldo Scioli dio nuevas señales de fe en el credo libertario cuando anunció el achicamiento de los Juegos Evita, que pasarán a denominarse Juegos Deportivos Nacionales, y en la tercera semana de julio, adhirió de manera intempestiva a la privatización de los clubes de fútbol, yendo en contra de sus posiciones de -sin ir más lejos- noviembre de 2018.

Luego de que en Boletin Oficial se formalizara el decreto que habilita las Sociedades Anónimas Deportivas, el exvicepresidente y exgobernador bonaerense visitó canales de tevé para explicar su nueva postura, que sin embargao, ya había adelantado en un largo posteo en la red X en abril pasado.

Es que hay dos características pueden definir a Scioli: la ubicuidad y la resiliencia. La primera le permite aparecer siempre en los lugares donde se corta el bacalao, como quien dice. La otra, le sirve para reinventarse, como luego del terrible accidente en el que perdió el brazo derecho al volcar su lancha de carrera en diciembre de 1989.
O como hace ante cada topetazo que enfrentó en su carrera política.

¿El último? Tras haberse frustrado una nueva candidatura presidencial en 2023, pegó el salto hacia el equipo del ganador del comicio y en enero dejó la embajada en Brasil para asumir como secretario de Turismo, Ambiente y Deporte de Javier Milei. De profesar una fe estatista durante todos los períodos junto al kirchnerismo, a sostener las virtudes de una gestión que se define como anarcocapitalista.

Sin embargo, en alguna medida podría decirse también que «Pichichi», como también se lo conoce en las lides políticas –una chanza porque figura como goleador en su equipo de Villa La Ñata, Tigre– volvió a estar en el mismo lugar del que había partido. Su cercanía con el expresidente Carlos Menem lo llevó –ya recuperado y después de ganar seis campeonatos en diferentes categorías de motonáutica– a una banca de diputado nacional en 1997. En la Cámara Baja comenzó a destacarse como presidente de la Comisión de Deportes, lo cual en 2001 –tras el estallido del modelo neoliberal instaurado por el riojano– lo depositó en la Secretaría de Deportes de la Nación en el interinato del puntano Adolfo Rodríguez Saá y continuó con Eduardo Duhalde. Desde allí saltó a la vicepresidencia con Néstor Kirchner en 2003.

Carreras off shore
Scioli supo aprovechar, siempre, la ventaja que le dio la cuna. Es hijo de un empresario, José Osvaldo, que había llegado a consolidar una de las cadenas de ventas de electrodomésticos más importantes del país –cuya casa central estaba en la esquina porteña de Callao y Santa Fe–, tenía participación accionaria en el Canal 9 Libertad, que dirigía uno de los zares de la televisión, Alejandro Romay, y había sido uno de los recaudadores de campaña para Raúl Alfonsín en 1983.

Cuando Daniel Osvaldo (DOS, sigla quizás premonitoria) comenzó en 1986 con el berretín de las carreras off shore, las coberturas de los certámenes en sus noticieros eran kilométricas; inexplicables para un deporte absolutamente desconocido para las mayorías en el canal de mayor audiencia popular. Por eso su accidente en el Delta causó un gran impacto en la población. Su casamiento con la modelo Karina Rabolini lo puso en el jet set en un momento en que el límite entre el espectáculo y la política era cada vez más difuso. En ese período llegó a ser ejecutivo de firmas como Electrolux y Frigidaire, mientras el canal pasaba a manos extranjeras.

Otros tiempos. 2023: El entonces embajador de Brasil reunido con Cristina Fernández en el Senado.

Foto: NA

Su carrera meteórica en las grandes ligas implicó atravesar un ríspido 2002: ese año moriría su padre y la empresa familiar fue declarada en quiebra. En agosto de 2003 tendría un fuerte choque con el santacruceño: a seis meses de estar al frente del Senado, Scioli cuestionó la política energética del flamante Gobierno y puso en dudas el apoyo al proyecto de ley de la Cámara de Diputados que anulaba las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Kirchner hizo echar a todo el equipo que había armado su vice en Deportes. Scioli entendió el mensaje y encaró por otro lado la relación con el oficialismo.

Su libro de cabecera, según confesó, es La estrategia de aproximación indirecta, publicado en 1941 por el historiador militar británico Basil Henry Liddell Hart, un texto que también influyó en Jorge Bergoglio. Inspirada en El arte de la guerra, del chino Sun Tzu, la «aproximación indirecta» busca someter a las fuerzas contrarias mediante una maniobra envolvente «sin dar nunca un combate frontal contra el centro del poder adversario».

Un apoyo permanente
Hubo un hombre que a su manera completó la imagen paterna, un empresario de origen gallego nacido en la extrema pobreza y que aquí construyó un imperio hotelero y mediático, Florencio Aldrey Iglesias. La vida de este hombre nacido en La Coruña en 1932 que llegó a Buenos Aires a los 17 años también da para la historia. Comenzó a labrar su fortuna desde sus primeros trabajos como mozo –algo usual para la época entre los emigrados de Galicia– y pronto se hizo con la concesión del buffet en el actual Club Ciudad. No tardó en tener diez locales similares en los clubes más grandes de la zona, entre ellos River, Boca, Huracán, Lanús. Entrador y dicharachero, hizo amistad con todos los personajes famosos y poderosos que pululaban por esos lugares. Se hizo de la mayoría accionaria del City Hotel en 1968 y siguió creciendo hacia «La Feliz», donde llegó a hacerse del Hotel Hermitage y a cultivar amistad con las estrellas que hacen temporada en esas playas.

En el City, Aldrey Iglesias tendría un golpe de suerte. Tenía como huésped a Félix Laiño, el mítico jefe de redacción del vespertino La Razón, el de mayor tiraje en un momento en que también se compraban diarios después del almuerzo. Laiño era un viejo zorro del periodismo, gran hacedor de periodistas, pero también estaba vinculado con los sectores más conservadores y de las Fuerzas Armadas que se sirvieron de las tapas del periódico para apoyar todos los golpes de Estado desde 1955 en adelante. Laiño convenció a Aldrey Iglesias de comprar por poco dinero un medio marplatense que estaba en bancarrota, La Capital.

El pobre inmigrante venido con una valija de cartón y muchas ilusiones construyó todavía más fortuna en medios marplatenses y aún más poder a nivel nacional. Se jactaba en sus oficinas de la City de la amistad con todos los que reparten el pastel, «en esta vida y en la otra». Así, lucía en fotos junto a Menem, Fernando de la Rúa y los cardenales primados. Cuando Amalia Fortabat se desprendió del centenario La Prensa, en febrero de 1997, Aldrey Iglesias puso un pie en medios porteños, aunque era uno ya bastante alejado de sus mejores tiempos. Laiño entró a la redacción en 1997 como asesor con una carpeta que decía Ejército Argentino. Se ufanó de sus amigos militares y de haber sido el que bautizó a la dictadura del 76 como «Proceso de Reorganización Nacional». Rodolfo Walsh en El caso Satanovski contó que detrás el homicidio del contador Marcos Satanovski se escondía una puja por el paquete accionario del diario en poder de los militares. Pero ese es otro tema.

Gobernación bonaerense
¿Cómo entra en juego Scioli? Resulta que la familia del exmotonauta pasaba la temporada veraniega en el Hermitage y surgió una amistad que se fue profundizando con los años. En ese hotel de realizaría la IV Cumbre de las Américas de 2005 en la que se le dijo «No al Alca» a George W. Bush, sin ir más lejos. Scioli llegó a la gobernación bonaerense en 2007 como la opción para retener la provincia para el espacio del kirchnerismo.

Último intento. Quiso ser candidato presidencial del peronismo para enfrentar a su actual jefe, Javier Milei.

Foto: Getty Images

Ya en La Plata, nombró como ministro de Seguridad en su primer Gabinete al fiscal Carlos Stornelli, de notoria fama en acusaciones poco prolijas contra Cristina Fernández en años posteriores. ¿Habrá que mencionar que obviamente debutó tirando al cesto de residuos la reforma policial de Arslanian y regresó a los viejos esquemas de negociación con las cúpulas para mantener la «gobernabilidad»?

Lo que vino después está más fresco en la memoria. Su candidatura presidencial en 2015, en la que terminó derrotado por Mauricio Macri; su designación como embajador por Alberto Fernández ante el Gobierno de Jair Bolsonaro; sus 49 días como efímero y humillado ministro de Desarrollo Productivo en una de las tantas crisis del Frente de Todos en la Casa Rosada; su vuelta a la sede diplomática argentina en Brasilia y su permanencia con el recambio presidencial. Hasta ese nuevo cargo en Deportes que quizás no debería sorprender.

En mayo pasado, el columnista Jairo Straccia recordó esa vieja relación de Scioli con Aldrey Iglesias a raíz de una tapa de La Prensa durante el viaje de Milei al acto de Vox en España (https://www.diarioconvos.com/2024/05/19/la-agenda-horrible-que-trae-milei-como-estrella-de-la-ultraderecha/).

La imagen del neofranquista Santiago Abascal bajo el titular «Vox populi», apenas una entre otras portadas del periódico donde se alabó sin mella el triunfo electoral de Bolsonaro en octubre de 2018 y su llegada al Planalto en enero de 2019. «Bem-vinda la derecha», dice una en portuñol; «Bolsonaro marca el camino», la otra.

En febrero pasado, el alcalde de la municipalidad de General Pueyrredón, Guillermo Montenegro, le entregó al acaudalado empresario una distinción como ciudadano ilustre de Mar del Plata. Scioli estaba en primera fila con una sonrisa de oreja a oreja. «Es un día de muchas emociones por todo lo que representa Florencio», dijo el exgobernador.

Se entiende el detrás de escena de la llegada de Scioli a Brasil, su breve permanencia y el cargo como libertario o neomenemista. ¿Nueva etapa?

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